Hanako era una persona que se enamoraba bastante y muy rápido. Un día podía amar a alguien, y al otro día perder la cabeza por otra persona. Pero, era normal, después de todo, pareciera que las hormonas revoloteaban en el aire por el hecho de sólo ser una adolescente de 14 años.
Sin embargo, aquel chico lo cambió todo.
Y es que el simple hecho de oír su voz, ver su sonrisa en respuestas a sus bromas y ver aquel cabello negro que el chico poseía, a ella la volvía completamente loca.
No tenía ni la menor idea de por qué se había enamorado tan fuertemente del chico.
Hanako no se había percatado de en qué momento el nombre del chico estaba escrito en todos los lados posibles de su cuaderno, en qué momento su nombre no dejaba de repetirse en su cabeza, en qué omento su corazón se aceleraba fuertemente de sólo pensar en él, de en qué momento sus mejillas habían comenzado a tornarse de un leve sonrojo adornando su rostro al ver su sonrisa, e inclusive, de sólo pensarla.
Con el simple hecho de que el azabache la mirara sentía un montón de hormigas en su cuerpo, mariposas revolotear por doquier, su corazón latiendo con una rapidez a más no poder.
Hanako sabía que estaba jodida, muy jodida.
Se dio cuenta de esto al percatarse de que había caído perdidamente enamorada de Taro.
Amaba a su hermano mayor, y sabía que eso la arruinaría por completo.
