Taxidermia

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A veces recuerdo esta enfermedad de este modo: un gusano fue a vivir a mi cabeza, yo fui con él. Se comió mis recuerdos y luego se echó a morir.

Esto es lo único que queda de lo que antes fue Hiromi:

Se suicidó en 1997. Su trabajo, de cierto modo, era admirable. No cualquiera podría llegar a seguir a alguien de un país a otro sólo para intentar llevarlo ante la justicia. No hay mucho que decir. Sólo este punto: su trabajo me parecía admirable y se suicidó en 1997, inhalando dióxido de carbono hasta perder toda movilidad y conciencia, lo hizo en su casa.

La casa era sencilla, vivía junto a su hija. Su hija, coincidentemente, iba en la misma escuela que yo. Creo que al igual que su padre, ella también me espiaba.

Es lamentable. Es lamentable el hecho de que lo único que aprendí a hacer en la vida fuese: amar, matar. Soy un ser lamentable.

Al fondo de aquél oscuro sótano, había un baúl. Lo revisaba de vez en cuando. No sabía cuándo había llegado ahí por qué tenía los tipos de objetos que tenía o por qué estaría en mi sótano, pero revisarlo era una buena forma de matar el tiempo.

Cuchillos, cuerdas, un cutter, guantes, destornilladores. Todo aquello se me hacía tan ajeno, pero a la vez tan mío que no podía simplemente llevarme aquel enorme baúl fuera de casa.


Nunca me dijo su nombre.

Aquella chica que siempre me espiaba, simplemente destruyó su identidad porque la odiaba. Destrozó su identificación, cambió su apariencia, rompió lazos con amigos ya que familia no le quedaba. Eso, al parecer, le daba cierto orgullo; lo deduje por cómo me lo contaba, por su tono de voz a pesar de que éste haya estado con un distorsionador a través del teléfono.

Esa desaparición sin ruido, ese sobrenombre de "Akira", la sensación de estar al borde de una vida falsa, invisible, pareciera que la llenaba de cierto placer indescifrable.

Su hija se mató también. Aquella chica que siempre me espiaba, terminó por matarse en su casa, el mismo lugar donde su padre dio fin a su vida.

Esa casa sirvió a dos generaciones de suicidas.



Una vez soñé con ser golpeada hasta quedar con la cara completamente desfigurada, quebrada. Luego de mi rostro ser irreconocible en ese sueño, mi rostro cayó en pedazos hasta mostrar una cara completamente nueva. Era alguien más. Ojalá ese sueño hubiese sido una realidad.

Mi vida es como un agujero negro.

Por mis actos en el pasado, fui llevada a prisión. No sabía qué hice, por qué estaba ahí.

La celda estaba oscura y húmeda.

No me contuve. No pude hacerlo.
Tomé un encendedor y quemé la casa.

Quedarme entre el fuego fue algo frío, no era cálido como pensé que sería. No fue lo suficientemente cálido como para cubrir el frío de mi existencia.

Luego de meses fui a ver la casa incendiada.

Detrás de las paredes que ya no eran más que carbón, estaban las caras de una familia de fantasmas.
Los dueños de la casa que quemé.
Yo estaba también entre esas caras.

Riri's feelingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora