Noche fría. Luz tenue. Calles oscuras, sin ningún alma. Las calles solitarias de Santiago durante una gélida madrugada de invierno me hacían estar nostálgico. Dejé la ventana de lado y salí a dar un paseo.
Llegué a Providencia, mi viejo hogar. Al ver el barrio Italia, aún con una que otra risotada y la música de fondo, me hacía estar aún más deprimido. Aquella atesorada infancia y juventud de antes ya no eran parte de mí. Las calles, con miles de memorias, gritan mi nombre, las oigo llorar. Te extraño, juvenil inocencia.
Hoy, te diré adiós.