5- Sed más inteligentes que los de las películas de terror; seguid conduciendo

190 39 19
                                    

Las veinticinco horas de vuelo desde Helsinki hasta Sacramento estuvieron graciosas.
Había varios niños llorando y lo que pensaba que era otro pegando patas en el respaldo, pero que resultó ser un señor en sus bien entrados cincuenta años.
A alguien no le gustaba la comida y varios se atrincheraron en el baño hasta el punto que se necesitó a la mitad de la tripulación a bordo para sacarlos y convencerlos de que no, la persona que iba con mascarilla en la fila H no era un alien, simplemente estaba resfriada y no quería contagiar a los demás.
Adrenalina pura y dura, casi no dormimos.

Vi a Haedal a punto de besar el suelo cuando bajamos del avión, pero contuvo su dramatismo.

No llevábamos maletas, viajábamos solo con equipaje de mano, así que fuimos directamente a los aparcamientos del aeropuerto.
En el amplio descampado teníamos que encontrar el vehículo que Lian nos había conseguido. Esa chica se sacaba contactos de debajo de las piedras, era una cosa impresionante.

—Una caravana blanca de matrícula que no voy a decir en voz alta para que no nos roben —iba murmurando Lea mientras se paseaba entre las filas de coches.

Me fascinaba la diferencia entre nuestras elecciones de ropa para el aeropuerto.
Haedal tal vez había sido el más inteligente, llevando simplemente unos pantalones anchos de hacer deporte, zapatillas cómodas, sudadera y chaqueta vaquera.
Yo me había complicado un poco más la vida al maquillarme como si fuese de boda, porque sigo negándome a renunciar a mi eyeliner, poniéndome botas de plataforma, y tal vez debería haber cogido algo que abrigase más que mi chaqueta verde gigante.
Por otro lado iba Lea, haciendo clara su presencia con el ruido de sus botines de tacón contra el suelo, su gabardina color crema y sus gafas de sol de gruesa montura blanca.
Pensándolo bien, ella parecía alguna famosa de la que Haedal y yo éramos guardaespaldas.
Por supuesto, también fue ella la que encontró la caravana.

El chico que nos acompañaba se ofreció en tomar el primer turno conduciendo. Habíamos repasado la ruta mil veces para saber cómo ir de forma más segura. Tendríamos que hacer un par de noches en la carretera pero llegaríamos bien.

Habría aprovechado a dormir un poco si no fuera incapaz de pegar ojo.
No había nada en Haedal que me hiciese sospechar deliberadamente de él. De hecho, parecía una persona con bastante poco filtro y mucha transparencia. Pero igualmente recordaba y era consciente de como las traiciones pueden venir de cualquiera.
No era una persona con la que yo estuviese familiarizada y no podía evitar asociarlo con la muerte de Jinho. Muerto por mis manos. Tal vez era un poco hipócrita mi forma de pensar. De hecho, sería lógico que fuese Haedal quien desconfiase de nosotras. Aun así...

En un momento dado debí caer rendida. No fue un descanso muy largo, pero sí confuso.

Nunca había sido el tipo de persona que tiene sueños excesivamente extraños. Suelo olvidarlos en cuanto despierto, si os soy sincera. Pero aquello, aquello no pareció un sueño. Era demasiado... real.

Todo empezaba en un skate park. Recuerdo mirar a mi alrededor; era de noche y reinaban el silencio y las estrellas. Escasas farolas alumbraban las rampas adornadas de grafitis, no permitiéndome ver tampoco qué había más allá de donde me encontraba.

Yo parecía estar recostada en la curva de una de esas rampas, con los brazos detrás de mi cabeza en posición relajada.
En el sueño, giraba la cabeza hacia mi izquierda, haciendo contacto visual con unos ojos que hacía mucho tiempo que no veía. Otro rostro que pensaba que no iba a volver a ver jamás.

Lucas a mi lado me devolvía una sonrisa tranquila. De esas que mostraba siempre antes de, bueno, que las cosas se torcieran.

La escasa luz aún dejaba distinguir sus preciosas pecas y los destellos rojizos de su cabello. Seguía teniendo exactamente el mismo aspecto que la última vez que lo vi, solo parecía... más feliz.

Sangre Roja [TN#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora