8- ¿Sabéis jugar a los bolos? Esta técnica es nueva

166 33 3
                                    

-Han pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo -comentó Lea dándole un gran mordisco a su hamburguesa.

Nada más salir de casa de Kale, habíamos tomado la carretera de vuelta para llegar a los tiempos acordados con la organización de Lian.
Habíamos seguido las carreteras menos transitadas en nuestra destartalada caravana hasta Lake Havasu City, donde estábamos realizando una merecida parada para comer algo antes de seguir con nuestro trayecto.
Tendríais que haber visto las caras de la gente que nos vio aparcar y bajar del vehículo. Lo llevábamos al pobre que parecía que se nos había caído por un barranco.

Ignorando la preocupación de los extraños, fuimos al sitio de comida más cercano y barato que pudimos encontrar.
Era una hamburguesería cutre con pinta de que si probaba las patatas fritas me iba a morir al día siguiente, pero ahí estaba y a mí me supieron en esos momentos como un manjar. Además, tenían una zona con mesas de picnic muy mona al aire libre justo al lado del río Colorado.

Parecía encontrarse en una zona más o menos turística, pues no resaltábamos en exceso entre la gente. No muy lejos había un par de tiendas grandes, un cine y una bolera. Nada del otro mundo, pero agradable.

-Sigo procesando el hecho de haberos encontrado, la verdad -apoyó Haedal, mirando a su comida con un cariño con el que ojalá me mirasen a mí alguna vez.

Me limité a asentir con la cabeza para hacerles saber que estaba escuchando hasta que tragué.

-Yo hay muchas cosas que no entiendo -admití-; la cosa esa que nos atacó, ¿qué era? ¿Cómo nos encontró? ¿Cómo consiguió llegar hasta Kale antes que nosotros? ¿Debería preocuparme por si me mandan una multa por atropellarla?

A Lea casi se le sale la mayonesa por la nariz, aunque no fue por mis preguntas.

Perece que el mundo había llegado a un punto donde los criminales ni siquiera se molestaban en pasar desapercibidos. En plena luz del día, chicos, con familias delante.

El primer disparo fue tan repentino que Haedal fue el único en reaccionar debidamente. Masticando todavía el último mordisco de su hamburguesa, metió la mano en su bolsa y sacó de ella una pistola que cargó en el acto, poniéndose de pie. Usó el cuello de su jersey para cubrirse la mitad inferior del rostro, meterse en una pelea en esa situación era muy mala idea.

Lea me miraba con los ojos como platos, pensando lo mismo que yo: tal vez aquello no había sido un disparo. Estábamos en una zona turística llena de gente. Inocentes de nosotras.

El ruido se volvió a escuchar y un trozo de nuestra mesa a mi derecha salió volando, disipando nuestras posibles dudas. Ambas nos pusimos en pie sacando nuestras armas y cubriendo nuestro rostro lo mejor que podíamos. Las personas a nuestro alrededor parecían también alerta pero nadie se movía.
Era cierto que las reacciones ante disparos habían cambiado ante la normalización de las cazas de mutados. No era tan extraño verte en medio de un tiroteo pero, si tú no eras a por quien iban, no debías preocuparte.

-El tirador está sobre ese edificio -señaló Haedal con la cabeza a la construcción que facilitaba la entrada al recinto del picnic. Levantó el arma en sus manos apuntando, aunque se rindió negando con la cabeza-. No tengo tan buena puntería, no voy a alcanzarle.

Un tercer disparo atravesó los restos de mi hamburguesa. Yo había pagado por aquello.

-Ya me encargo yo -dije, tomándomelo como una ofensa personal y colocándome apoyada en la mesa para ganar estabilidad. No me costó demasiado distinguir a la figura en lo alto del edificio, tampoco se había esforzado en exceso para pasar desapercibida.
Sin mediar más palabra fijé el objetivo y disparé. El tirador calló por el borde del edificio, estrellándose contra el suelo. Bastante poco agradable de ver.

Sangre Roja [TN#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora