7- Interrogatorios con un muerto, ¡quién sabe qué más encontraremos!

162 37 6
                                    

La casa tenía un aspecto deplorable.

La madera blanca estaba astillada, el techo corroído por el viento y la lluvia, la verja de metal había sido parcialmente aplastada... Si me hubiesen dicho que ahí vivía un asesino a sueldo me lo hubiera creído. Ah, no, esperad, que esa soy yo.

Aparcamos nuestro cadáver de caravana a cien metros de donde empezaba la propiedad; no queríamos arriesgarnos a que pasase algo aún peor de lo que ya llevábamos encima.
Nos abrigamos bien con ropa cómoda y escondimos todos un arma por si acaso. Teóricamente, Kale vivía solo y estaba bastante débil pero era mejor que no nos pillase desprevenidos.

—¿Cuál es el plan ahora? —preguntó Haedal, ajustándose los puños de su abrigo y colocándose a la izquierda de Lea.

—Llamamos y decimos: "Hola, buenas, no somos ni la policía ni los testigos de Jehová, ¿te podemos hacer unas preguntas?". Y, con algo de suerte, no nos denunciará —respondió mi amiga, girándose hacia mí, que estaba a su derecha—. Tú lo conocías, ¿alguna idea?

—La verdad es que Kale fue con el que menos traté —murmuré para mí misma, siendo consciente de que estábamos a punto de cruzar la verja que delimitaba el terreno de su casa—. Yo simplemente llamaría y esperaría lo mejor.

Nadie tuvo una idea útil así que nos quedamos con ese plan.
Chicos, qué vergüenza pasé cuando nos plantamos en la puerta de su casa y llamamos al timbre. Tenía unas ganas espantosas de salir corriendo y decirle a Taeja que no había habido suerte, que no estaba en casa o algo así.

Ninguno de los tres que estábamos allí parecíamos querer quedarnos mucho tiempo, pero había un trabajo que hacer y ya habíamos llegado hasta su casa.

Después del primer timbrazo nadie respondió, así que volvimos a llamar.
Expectantes, echamos una ojeada a los alrededores. Realmente no había nada; solo la carretera que nos había llevado hasta allá y cuatro piedras.
Desde lejos, había distinguido en la parte trasera de la casa lo que parecía ser un granero y un huerto reseco.

Kale seguía sin responder así que probé a dar una vuelta alrededor de la construcción en busca de alguna ventana abierta que pudiera dar una pista de dónde estaba el hombre.
La mayoría estaban cerradas o con las cortinas echadas en el piso superior, pero había una que no. A primera vista me pareció que daba al salón, me costó unos segundos apreciar lo desordenado que estaba. Me costó unos segundos más procesar que ese no era un tipo de desorden cualquiera: había sillas volcadas, papeles por todas partes, cojines rotos y lo que me pareció que eran manchas de sangre. Se me hizo un pequeño nudo en la garganta cuando escuché la voz de Lea llamarme:

—Cielo, ven, mira.

Y yo como buena amiga, le hice caso. Llegué a donde los había dejado para ver a Haedal empujar la puerta principal de la casa y como esta cedía sin resistencia alguna.

—Ya, acabo de ver una cosa graciosa en el salón y esto solo lo mejora —informé, sacando mi arma de donde la llevaba escondida y preparándome para entrar. Los otros dos copiaron mi gesto y terminaron de volver la puerta.

Entramos con pasos lentos y cuidadosos, tratando de evitar que el estropeado suelo no crujiera bajo nuestro peso.
La casa estaba en penumbra debido a la poca iluminación natural que entraba y, efectivamente, olía a sangre y humedad.
No se escuchaba nada, apenas nuestras propias respiraciones. Las habitaciones no tenían ninguna clase de decoración, solo los muebles justos y necesarios. Había claros rastros de pelea por todas partes aunque no parecía quedar nadie.

Barrimos toda la planta baja sin dar con Kale o quien pudiera haber causado todo aquello, hasta que llegamos a unas escaleras que subían al piso superior.

Sangre Roja [TN#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora