4- Parecía como un programa de la tele al que se va uniendo gente famosa

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No os voy a mentir, no lo reconocí a la primera.
Solo lo había visto en una ocasión en persona, un par en las noticias tal vez. Había cambiado en los últimos dos años, pero fue indudable de quién se trataba cuando habló:

—Tú eres la chica que mató a mi amigo —exclamó como quien dice: "Eres la que abrió el concierto de Beyoncé en el 2014, ¡fírmame un brazo!". No es el momento celebrity que yo hubiera deseado, aunque por algo se empieza—. Ay, tío, perdona, no te había visto al abrir —añadió rápidamente, al ver a Taeja levantándose de malas maneras del suelo, tratando de echarle una mano.

—No te preocupes, nunca me he llevado bien con las puertas —respondió el otro, arreglándose el elegante abrigo lo mejor que podía.

Se hicieron unos segundos de incómodo silencio en los que todos parecíamos esperar a que alguien dijese algo. Teóricamente, yo iba ya a despedir a Taeja y Lian, pero el recién llegado me había saludado con tanta efusividad que no sabía qué hacer.

Él estaba balanceándose sobre sus talones, con las manos cogidas detrás de su espalda y alternando la mirada entre los dos primos y yo, como quien lee una explicación interesante de un cuadro en un museo de arte.
Solo cuando enarqué una ceja pareció reaccionar:

—¡Oh! ¡Sí! Yo había venido aquí por algo —exclamó abriendo los ojos como platos y reajustando su postura a una un poco más formal—. Soy Kim Haedal —se presentó finalmente, agachando la cabeza en nuestra dirección—; Jinho era mi amigo, ¿Lee Jinho? Se llevaba bien con vosotros si mal no recuerdo —a Taeja casi parecía costarle seguir el ritmo al que hablaba el chico—. Os estaba buscando porque me suena que vuestra familia tenía recursos en el tema, creo —continuó, prácticamente sin respirar. Mis respetos a su capacidad pulmonar—. Tengo mis teorías para pensar que está vivo y necesito ayuda. A ti no te estaba buscando, esto ha sido pura suerte —añadió girándose hacia mí en gesto de disculpa, como si yo hubiera tenido tiempo para procesar algo de lo que acababa de decir.

Tuve que pedirle a Gómez de nuevo la zona de la recepción para los recibimientos, para sentar a Haedal y conseguir que se explicase sin hablar a la velocidad de la luz. Si es que eso tiene algún sentido.

En resumidas cuentas, los Hwang no deben de ser tan discretos como creen con sus actividades de financiaciones cuestionables y nuestro recién llegado se había enterado por sí mismo de lo que los dos primos me acababan de contar.
Solo que él no había visto los casos que Lian había conseguido desclasificar y estaba tirando todo de suposiciones. Además, le había parecido oír que había entrado al mercado de sicarios un tipo con la descripción de Jinho y que debía estar bastante solicitado por su eficacia. Su cerebro había sumado dos más dos y había llegado a la conclusión de que su viejo amigo podía estar vivo y quería encontrarlo.

—A ti en concreto no te estaba buscando, pero qué pasada, también eres bastante reconocida —nunca había oído a nadie hablar de mí con admiración, no sabía si me estaba hinchando el ego o si quería esconderme debajo de uno de los sillones de cuero blanco—. Tu amiga Lea también, 'la princesa de Milán', dicen que es muy guapa.

—Lo es —corroboré, sin saber muy bien qué responder a aquello. Pude ver a Lian por el rabillo del ojo morderse el labio inferior, tratando de aguantarse la risa.

—No sé, chicos, la verdad, jamás creí que llegaría hasta aquí y que podría sentarme a hablar con vosotros, ¿qué creéis que debería hacer ahora? —preguntó, pasándose una mano por el pelo. Seguía llevándolo teñido de granate, como dos años atrás.

Me giré hacia Taeja con una mueca que no logré disimular. ¿Era buena idea incluirlo en la aventura a la que nos íbamos a embarcar Lea y yo? ¿Podíamos realmente confiar en él? ¿Hasta qué punto nos había dicho la verdad? ¿No querría acaso venganza porque me cargué a su amigo?
Bueno, claramente Taeja no se piensa las cosas tanto como yo, porque no dudó ni un segundo antes de decir:

—Ciara y Lea van a ir a buscar información a Arizona, puedes unirte si quieres —y ya está. Lo ofreció así sin más.

Haedal por supuesto aceptó y a mí no me quedó otra que poner a Lea al corriente de todo esto lo mejor que pude.

Fue después de despedirnos, por fin, de los primos; y de conseguirle una habitación en el Artic a Haedal. La 133. Mantuve el número fichado por si acaso, siempre hay que mantenerse alerta.
El caso es que a mi pobre amiga, que acababa de llegar de terminar un encargo y había estado durmiendo, casi le da un síncope cuando se lo conté todo.

—Ni dos días tengo para respirar —exclamó frustrada, dejándose caer bocarriba sobre la cama con todo el dramatismo que sus antepasados y ella pudieron acumular durante los siglos—. Vengo de cargarme a un tío que hacía contrabando de caviar, no me preguntes por qué, pensando: 'Oh, mira tú que bien, mi próximo trabajo no es hasta prácticamente dentro de un mes, ¡voy a tener vacaciones!' —actuó haciendo que su mano hablara como una marioneta—. Pero no, tenían que venir los típicos viejos amigos que han descubierto algo prácticamente imposible a pedir nuestra ayuda porque somos sus ángeles de la guarda o yo qué sé.

—Su último recurso, más bien —le corregí, sentándome yo también en el borde de su cama—. Oye, no tienes por qué venir si no quieres, entiendo que es mi movida y tampoco tengo que arrastrarte a ella.

—Ah, no, si yo me apunto —me aseguró, incorporándose de nuevo—, es que me encanta quejarme. ¿A Arizona has dicho que íbamos? Nunca he estado en Estados Unidos, ¿debería esperar una calurosa bienvenida?

No podía haber estado más lejos de la realidad.

Taeja y Lian consiguieron apañarnos lo que les pedí bastante rápido; ahora, el viajecito era intenso.
Cuadrar los momentos en los que te pueden dejar entrar a un país con una identidad falsa sin levantar sospechas no es lo más sencillo del mundo. Hay que tener en cuenta además a qué aeropuerto te diriges para evitar sorpresas desagradables.
Lo que quiero decir es que para llegar a Willcox nos íbamos a dar un buen paseíto en caravana. Menos mal que me gusta conducir.

Mikaela nos acompañó al aeropuerto de Helsinki, tan cordial como siempre.

—Ya sabes, nada de palmarla o me quedaré con tu cuarto de baño —me amenazó cuando nos tocaba despedirnos en el primer control, chocándome el puño—. Me voy a quedar por aquí haciendo guardia para asegurarme de que no os sigue nadie sospechoso —añadió bajando un poco la voz y guardando ambas manos en los bolsillos de su gran abrigo blanco. Su cabello rosa parecía una bola de algodón de azúcar sobresaliendo.

—Gracias por cubrirnos, ¿tu hermana sabe algo? —pregunté mientras Lea revisaba que llevábamos los pasaportes falsos y los billetes.

Mika se limitó a fruncir los labios y negar con la cabeza.

—Ya se me hacía raro hasta a mí lo de este añadido —murmuró señalando a Haedal con la cabeza—, si se lo contaba a ella le iba a dar algo. Sin ofender, tío, es solo que no te conocemos y ya sabes —se disculpó rápidamente a la par que encogía los hombros como diciendo 'este mundillo es así, yo qué le voy a hacer'.

Ciertamente, yo seguía caminando un poco de puntillas a su alrededor.
Taeja había accedido muy rápidamente a que se uniera pero a mí me seguía generando un poco de nerviosismo su presencia. No sabía si era porque el único recuerdo que tenía del chaval era de cuando... ya sabéis... maté a un amigo y esas cosas; o si se trataba de la mera desconfianza de la profesión.
En cualquier caso, confiaba en que si se torcían las cosas, sería capaz de hacerme cargo.

No hubo tiempo para más conversación. Nos despedimos de Mika y fuimos al control del aeropuerto.

Era casi rutina el procedimiento a seguir: en los dos últimos años habíamos viajado bastante para cubrir encargos, aun así, siempre me ponía algo nerviosa.

Sangre Roja [TN#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora