CAPÍTULO V

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—Hermano, ¡eso es una locura!

—¡Adriel, entiéndeme, es la única forma que se me ocurre para salir de esto!

—¿Es que acaso no vistes cuando estos seres en tan solo un rato asesinaron a miles de los nuestros? —exclamé aterrado tratando que mis piernas se mantuvieran firmes—. Andreu lo que me planteas es muy arriesgado.

—¡Adriel, escúchame! —me dijo con un tono alterado mientras me sostenía de los hombros—. Es la única forma de llegar hasta 《Wondath. 》 Créeme que solo llegando ahí puede que tengamos la posibilidad de salvarnos.

—Hermano...

—¡Adriel, por favor! —dijo—. Necesito que hagas esto conmigo.

Yo no quería, tenía demasiado miedo. Pero algo que he aprendido con el pasar de los años en que he estado viviendo con mi hermano, es de que cuando a él se le ocurre un plan, mayormente tiene la razón.
Era seguro que sí me quedaba moriría, y  la idea de Andreu, aunque sonara suicida, era la opción más sensata hasta el momento, 《Arriesgada pero no imposible. 》 Aquel acto de valerosidad, de cierta forma me transmitía un rayo esperanza.

—Está bien Andreu —contesté no del todo convencido—. Haremos como tú dices, ojalá resulte.

—Confía en mí hermano.

Me encaminé cuesta abajo sobre la sección uno, pasando por lo que era la recepción en donde el aire de felicidad que en un pasado habitó, reflejaba el vacío y la tristeza de la soledad. Seguí corriendo por aquel pasillo hasta llegar al ascensor que estaba al final de la segunda sección. Mientras bajaba por aquel ascensor de cristal, observé lo que en su momento fue mi espacio de trabajo, un piso más abajo estaban los restos de lo que alguna vez fue el ser a la que le entregamos nuestras vidas. El ascensor se detuvo en la entrada de la sección cuatro y a toda prisa salí disparado de ahí. Mi encomienda era sencilla 《buscar los stoyers. 》

Los stoyers son instrumentos mecánicos que servían para destapar los tubos de ventilación que refrigeraban los sistemas de MAYIM, estos con frecuencia se tapaban por las bajas temperaturas que dentro de ellas pasaban. En sí, los stoyers eran propulsores de aire caliente que eran expulsados como ráfagas de vientos de hasta doscientos kilómetros por hora por la boca de aquel aparato, cada vez que se apretaba el gatillo.

Aunque los stoyers en si no eran armas mortales, podrían funcionar como una. La era de las armas de fuego y armas nucleares había llegado a su fin en el año 4102 de la era.
No había ni una sola en todo el derredor del planeta, a excepción de la nave construida dos años antes de aquel decreto. Aunque todo el mundo vivía sin armas, había una región en la cual esta ley era abolida "Wondath". Y justo en esta región se encontraba todos los suministros para contraatacar a estos invasores.

Los stoyers al ser de unas dimensiones pequeñas hacía fácil su traslado, los tomé envolviéndolos entre mi brazo izquierdo y me encaminé de vuelta al ascensor.  Eran seis stoyers los que se encontraban en las mesas de trabajo, los agarré lo más rápido que pude y me dirigí de vuelta al ascensor. Mientras más subía a la superficie los gritos y clamores de la gente se escuchaba con mayor intensidad. Los gemidos de súplica eran ensordecedores. Como un tintineo constante que parecía no tener fin.

《 ¡Paren por favor! 》

Yo no podía ignorar esas súplicas, el genocidio que estábamos experimentando me pegó tan fuerte que solté en llanto en aquel momento. Del cuarto piso a la superficie solo se hace cinco minutos. Pero fueron los cinco minutos más largos y dolorosos de mi vida. Creí que con la perdida de mis padres era suficiente, creí que después de la traición de MAYIM era mi fin, pero siempre hacemos eso "creer". Pero creemos en seres como nosotros, creemos en seres creados por nosotros mismos, creemos en nosotros cuando no tiene lógica alguna creer en seres imperfectos. Pero esto era diferente. Estos seres no eran como nosotros, o hasta donde veía no lo eran ¿Se podría esperar un trato humano de estos seres que como ovinos nos estaban asesinando? ¿Aquellos individuos conocen lo que es piedad, clemencia o misericordia?

Muchas dudas siempre me habían surgido, pero toda mi vida las había ignorado, porque entregué mi completa confianza a que esto nunca sucedería. Sin embargo, esta vez no pude, las voces de mi cabeza clamaban y hablaban sin parar, era tan abrumador que pensé por un rato que la demencia había llegado en el instante más crítico de mi vida. 《 ¡no podrán!, ¡corre!, ¡si pueden!, ¿Y si fracaso?, ¿y si me matan?, ¿qué hay después de morir?, ¡no lo hagas!, ¡ríndete! 》

Llegué hasta la primera planta, para encontrarme a mi alrededor un sin fin de cuerpos agonizando por sus vidas. Cientos de ellos dentro de las instalaciones del edificio principal en busca de escapar de aquel caos. Pero era absurdo. De todos los ahí presentes, una minoría había salido ileso de aquel Armageddon, los demás lloraban mientras veían sus brazos, sus piernas desvanecerse capa por capa. Pero los que más me impactaron fueron los que el láser les había traspasado por el pecho o por el estómago. Verlos retorcerse de dolor mientras su cuerpo físico se desprendía y se dispersaba por el espacio como las cenizas de un papel al incendiarse. Lo que mis ojos veían me dejó ensimismado, tanto que me era difícil de procesar.

Me estaba empezando a sentir mal, el ambiente lo sentía muy hostil, la cabeza me retumbaba demasiado, el aire me hacía mucha falta y mi ser desfallecía a cada segundo que transcurría.

Pero mi hermano me esperaba, no podía rendirme. Otra vez volvíamos a ser los huérfanos que luchaban por vivir. Ya lo habíamos hecho antes ¡obviamente podríamos con esto! Salí del edificio lo más rápido que pude y me dirigí a la plaza para poder encontrarme allí con él. Al instante que salí de aquella puerta, la neblina gris que se había extendido por toda la plaza se convirtió en un factor para la realización de nuestro plan.

—¡Andreu! —grité a todo pulmón—. ¡ANDREU!

Pase un par de minutos voceando su nombre a los cuatro vientos, en el cuál no hubo rastro alguno de él.  Anduve recorriendo aquella plaza moviendo a mi paso partes de cuerpos de un lado a otro. Se oían los clamores de algunos en el sosiego tan predominante de ese lugar.

—¿Andreu? —exclamaba mientras buscaba en todos partes algún rastro de él o indicio de si aún se mantenía con vida.

Volteé a ver mi lado derecho y nada, luego a mi izquierdo, atrás, adelante y... 《 ¡No es cierto! 》

En el pavimento justo enfrente de mí, se encontraba el gafete de entrada de mi hermano.

El encontrar su gafete tirado con manchas de sangre, solo me llevaba a una conclusión.
《El último miembro de mi familia se había ido. 》

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