4. Cheon 53k8.

1.1K 248 26
                                    

La carta que envió Jungkook era simple. Jimin la leyó a la luz de las velas, bebiendo un poco de jugo de manzana mientras descansaba sobre su cama.

“Hola, Jimin. Estoy bien, te mando esto porque estoy seguro de que pensaste que eres culpable de mi castigo. No eres culpable de nada, ese día estaba de muy mal humor y tu jefe me provocó, así que le tocó. Mis compañeros ya saben que tengo un temperamento terrible, todos se esperaban que en algún momento usara mi arma para atacar. Quédate tranquilo, cuando nos veamos de nuevo te regalaré un libro en honor a mi desaparición, encontré uno, espero que te guste. Cuídate por mientras, no te metas en sitios peligrosos. Le dije a Maxine que te vigilara por si acaso”.

Con una sonrisa en el rostro, Jimin guardó la carta entre sus objetos valiosos. Coleccionaba pequeñas cosas que le parecían verdaderos tesoros, como un envoltorio de un dulce que le recordaba a su infancia, un juguete de madera que guardaba desde niño, y un libro de poemas que él mismo había escrito. Le parecía emocionante tener un espacio en el que pudiera saborear la felicidad, la carta era una gran bocanada de alegría. Incluso si se trataba de algo simple, podía significar el mundo para una persona solitaria.

Al no tener la menor idea de cuándo liberarían a Jungkook de su castigo, a Jimin no le quedaba de otra que esperar ansioso. Estaba preparado para saludar al soldado tan alegre como siempre, para preguntarle qué había hecho en todo ese tiempo. Quería saberlo todo, incluso hasta la cosa más banal. Le faltaban horas para pasar a su lado, y sus pensamientos también le atemorizaban, porque sentía que se estaba encaprichando demasiado con una persona que le dio el más mínimo de atención.

— ¿Qué piensas tanto? — Le preguntó uno de sus compañeros de trabajo mientras dejaban envases de vitamina D en el interior de numerosas cajas.

El ambiente laboral no le parecía el mejor, todos estaban obligados a llevar trajes negros que le parecían horribles, con una pequeña etiqueta en el pecho para dejar en claro sus nombres. Lamentablemente, Jimin tenía mal escrito su nombre, aparte de que la etiqueta se le caía a cada minuto, era un poco molesto tener que acomodarla mientras a la vez trabajaba.

— Nada, sólo trabajo. — Respondió tímidamente, poco dispuesto a alargar la conversación cuando no tenía una buena relación con las personas comunes y corrientes, él apenas conversaba con los soldados del sector.

— Parecías perdido en tus pensamientos, ten cuidado, podrías equivocarte y ya sabes como son acá.

Jimin analizó al chico disimuladamente, y se dio cuenta de que era alguien realmente lindo. Lucía parecido al soldado que le entregó la carta de Jungkook, eran demasiado similares, hasta el punto de parecer hermanos. Sus ojos azules brillaban con la luz de los enormes focos que tenían en el interior de la fábrica, tenía varios lunares y el cabello rizado, aparte de ser increíblemente alto.

— ¿Eres familia de los Pasco? — Tuvo que preguntarlo, la curiosidad le comía por dentro y la verdad no podía visualizarlos haciendo algo aparte de trabajar en el ejército.

Su compañero levantó la vista de las cajas por un segundo, pero continuó absorto en su trabajo. Era extraño ver lo apasionado que podía mostrarse un chico por un empleo tan simple. El dinero que les daban era suficiente para pagar la comida, pero no valía la pena esforzarse por algo tan mediocre. Jimin no gastaría el 100% de sus energías en depositar envases de vitamina a una caja.

— Soy hermano de los Pasco, soy el hermano menor. — Respondió el chico bonito continuando con un trabajo espléndido. Si se eligiera al empleado del mes, no le quedaban dudas de que sería él.

— ¿De verdad eres su hermano?

— Sí, ¿Soy raro por querer sellar cajas con vitaminas en lugar de usar armas para intimidar personas?

ANILLOS DE SATURNO 土星 KOOKMIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora