La historia de amor que existio entre Harry y Draco no se acabó con su ruptura, han pasado siete años desde esa noche y cuando logran verse las chispas aún logran sentirse. El verse nuevamente abre más puertas y posibilidades para que se amen librem...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Pasaron apenas cuatro meses antes de que Harry y Draco decidieran mudarse juntos, nadie había objetado acerca de la decisión pues al finalizar el cortejo se esperaba un matrimonio y vivir juntos era un gran paso por sí solo. Ninguno de los dos dudó en mudarse a un apartamento más grande (por todas las cosas del rubio).
Harry pensó que si vivían juntos por un tiempo le sería menos difícil pedirle matrimonio, sería más valiente. El azabache quería pasar su vida a lado de Draco, no lo dudaba ni por un segundo y el matrimonio siempre había sido incluido en sus planes, aun antes de salir de Hogwarts. Le había regalado el dije pensando en el matrimonio y se había preparado para pedirlo, pero había un sentimiento constante consumiéndolo, algo que ni siquiera sabía describir y que aun así lo retenía.
Había días únicos, donde el cansancio y la presión de su trabajo no lo dejaban pensar en nada más, donde el amor por el rubio sólo le hacía desear ir a casa para abrazarlo y besarlo hasta dormir en sus brazos. Esos días le permitían ser tan cariñoso que empalagaba al rubio.
Ese día era uno de esos días únicos.
—Hola —saludó Harry, alegre de por fin estar en casa.
Se acercó a paso lento hacia Draco que permanecía sentado, leyendo un libro en un sillón de dos plazas. Lucía pacífico y concentrado, tan hermoso iluminado por la luz que daba la chimenea.
—Hola, ¿cómo te fue? —preguntó, levantando la vista hacia él, pero sin apartar el libro que tenía en la mano. Harry pudo ver que era de medimagia y pociones.
—Cansado, este día acabó con mis fuerzas —exclamó, caminando desgarbado.
—Ven aquí —el rubio palmeó el lugar a su lado, y sólo por si Harry se extendía, lentamente se arrimó a la orilla acomodándose mejor.
Sin dudarlo o prolongarlo, el azabache se dejó caer a lado de rubio para luego mirarlo y sonreír traviesamente, sólo fue un aviso para luego recostarse sobre el regazo del rubio. A Draco no pareció molestarle aquel acto, en cambio, apartó el libro y le dio toda su atención a Harry, dando pequeños masajes en su cabeza, esparciendo caricias por todo su cuello y espalda.
—Me gusta eso, cariño —dijo un adormecido Harry, miraba al rubio con gran amor en sus ojos hasta que los masajes y las caricias pararon.
—¿Qué pasa? —preguntó preocupado, ante la mirada de Draco.
—Me dijiste cariño...
El rubio estaba impactado, de manera muy hábil Harry siempre se metía en ese tipo de conversaciones sin saber cómo, a pesar de que Draco no era tan afectuoso en palabras ya lo había nombrado con un par de apodos cariñosos y le había dicho que lo amaba en innumerables ocasiones. Con la culpa consumiéndolo, Harry no se había sentid capaz de hacer ninguna de las dos cosas, pero los días únicos de extremo cansancio habían hecho de las suyas.
—¿Te molesta? —preguntó, sin cabeza para echarse atrás.
—Claro que no, pero jamás me habías dicho algo parecido.
—Me haces muy feliz, cariño —dijo Harry.
No recordaba lo que había dicho después o si habían hablado, pero al día siguiente Draco parecía muy feliz.
—¿Qué harás hoy? —preguntó Harry.
—Desperdiciar mi día aquí —contestó Draco, sin amago de querer levantarse.
—Acepto.
—¿Aquí es cuando aseguras que me tienes? —preguntó un Draco adormilado, abrazando a Harry.
El azabache plantó un beso sobre los labios del rubio y le sonrió feliz, fascinado por la felicidad que Draco tenía, fascinado por saber que su rubio era feliz y que él también lo hacía feliz.
—No, aquí es cuando digo que te amo, cariño —se regocijo Harry.
—Yo también te amo, cariño —aseguró Malfoy.
—Aunque si, te tengo —se jactó feliz.
—Oh, puede que yo te tenga a ti —aseguró el rubio— después de todo, sólo se necesitó un beso.
—En teoría fueron dos.
—Y no te negaste a ninguno.
—Bien, lo dejaré pasar por esta vez.
—¿Alguna vez te he dicho lo sexy que te hace ver tu traje de auror?
De esa forma fue que pasaron la mañana y posiblemente el resto del día en la cama, amándose, cuidándose, adorándose.