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Apo llevaba  casi un mes volviendo a trabajar para la familia principal. Mile y el eran amigos, pero hasta ahí. Y a Apo le dolía, le dolía mucho ver como Mile simplemente lo veía como su amigo y guardaespaldas, cuando claramente ya tenían algo más. Le dolía que Mile lo saludara con un simple abrazo, cuando sus labios ya se conocian, le dolia cuando Mile le invitaba unos tragos y le daba apretones de hombros, cuando sus cuerpos ya se conocían, y conocían cada uno de los lunares que tenían.

– Sigues pensando en ello ¿Verdad? -le preguntó Vegas, quien llegó y le ofreció un cigarro.

– No puedo creer que volvimos justamente donde empezamos Vegas. El no me recuerda.

– Dale tiempo, no eres al único que olvidó. No rercuerda a Chay, ni a Macao.

– Gracias Vegas, pero eso no me tranquiliza mucho.

– Escucha, Mile caerá con tus encantos ¡Créeme! Así lo conquistaste, solo... Dale un poco de tiempo.

Estuvo hablando un largo tiempo con Vegas y eso le ayudó a relajarse y se fumó un cigarro más cuando él se fue en busca de Pete.

Apo ¿Qué haces ahí? No es tu hora libre. Ve con Arm y Pol a vigilar a los italianos.

– ¡Claro! Ahí voy... solo estaba estirando un poco los músculos ya sabes.

– Que graciosito eres. -Mile le rodó los ojos. – Vete ya. Es tarde.

– ¿Pete puede acompañarme?

– No, el no puede. Esta tramitando otras cosas con Vegas.

Apo asintió y fue en busca de Arm y Pol para encargarse de la misión que Mile les había dado.

El Día Que Te Perdí | MileApoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora