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Apo intentó llevarle flores a Mile, pero el amablemente las rechazó, yen cambio, fue  al panteón a llevárselas a la tumba donde Erika descansaba.

Erika era una de los pocos personales femeninos que había en la mansión, y era además la más querida por todos.

Cuando iba saliendo del panteón en compañía de Pol, paso junto a una lápida el cual se le hacía conocida. Tuvo un flashback de él mismo colocando esas mismas flores a esa lápida. Pero sacudió la cabeza y esos recuerdos desaparecieron.

Bienvenido Sr. Mile. Llegó un paquete para usted. -dijo Arm. – Está en su habitación.

– ¿Para mí? Qué extraño.

Cuando entró a su habitación, se encontró con un  paquete. Rompió la envoltura y vio una caja, la abrió y había bastantes cosas. Entre ellas, un paquete de pan de borde, una caja de su colonia favorita, el inhalador que usa, y sus dulces favoritos.

Oyó  que tocaron su puerta y la abrió. Apo estaba ahí sonriendo con una bandeja en su mano, el cual contenia su plato favorito.

– ¿Quién mandó este paquete?

– ¿Por qué preguntas? ¿Es malo?

– No. -dijo Mile. – Pero esta persona al parecer sabe todo de mi. Mis dulces, mi colonia, el inhalador que uso cuando me siento mareado...

– ¿Y no te llegaron recuerdos? ¿no sientes como si ya has vivido todo eso?

– Pues a lo mejor y porque siempre como pan de borde, o uso el inhalador, los dulces los como cada vez que puedo, y la colonia la uso todos los días.

Apo se sintió desanimado. Por un instante creyó que lo recuperaría así.

– Fui yo. Un regalo de cumpleaños adelantado.  Al igual que tu sopa favorita.

– Pues gracias Apo, eres muy amable.

– No es nada.

Apo nunca había sentido tanto dolor al tener una conversación con Mile. Estaban en su cuarto charlando animadamente pero a Apo le dolía cada palabra.

Con el pasar de los días Apo seguía intentando enamorar a Mile, pero aún no había respuestas esperanzadoras de su parte. Sin embargo, compartían mucho más.

Mile estaba tomándose una copa de vino en su sala, cuando se oyeron varios balazos repentinamente.

Pol y Arm sacaron sus armas y salieron afuera al igual que varios guardaespaldas. Mile no se quedó atrás. Sabía que todo esto era obra de los italianos.

Tomó su arma y comenzó a disparar a todos los que pudo. Estaba solo en su sala. Junto con tres guardaespaldas del otro bando.

Apo llegó con un arma más grande para protegerlo. Le tomó de la mano  y lo llevó hasta el patio trasero.

– Apo! Son demasiados. Ya han herido a varios guardaespaldas.

– Estaré bien. Soy tu guardaespaldas, voy a protegerte.

– Déjame ayudarte, por favor. -pidió Mile

– Solo, ten cuidado ¿si?

Los guardaespaldas ingresaron a la mansión también por el patio trasero, y ahora ellos dos estaban disparando a quienes se acercaban.

El último guardaespaldas que quedaba había sido herido por una bala que lanzó Mile, pero se levantó y luego de cargar más balas apuntó el arma y disparó a Mile.

Solo oyó el balazo, sin embargo, abrió sus ojos y vio a Apo tirado en el suelo. Su estómago estaba sangrando.

Mile estaba asustado. Tomó el arma de Apo y dió tres balazos al guardaespaldas que lo había herido.

– ¡Apo! Apo! ¡No cierres los ojos por favor!

Mile. -susurró Apo.

Arm llegó al patio junto con Pol, Pete y Vegas. Vieron a Apo herido y rápidamente Vegas llamó a una ambulancia.

– ¡Apo por favor, no me dejes! -dijo Mile llorando.

– ¡Maldita sea! -gritó Vegas al ver a su primo desesperado y llorando y a Apo tirado en el suelo con su mano y camisa manchada  de sangre.

Pete era quien más entendía a Mile. Se vio a mismo llorando por Vegas. Y se unió al llanto, abrazando a Vegas con todas sus fuerzas.

– Mile. -volvió a hablar. Metió la mano en el bolsillo de su camisa y le mostró la foto tamaño polaroid que se tomaron en su primera cita.

Mile tomó la foto al verla, todos los recuerdos que tenían dejaron de ser imágenes borrosas y se hicieron más claras.

El primer encuentro con Apo, cuando lo contrató como su guardaespaldas, su promer beso, su primera vez, su primera cita, su paseo en helicoptero, los planes de su boda, la última foto que se tomaron, una autopista por cruzar... y luego cuando todo se volvió oscuro.

– ¡Apo! -dijo Mile ahora viendo a Apo quien le estaba sonriendo a penas. – Yo si te recuerdo bebé. -dijo Mile.

– Te amo. -sonrió y el brillo de sus ojos se apagó.

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El Día Que Te Perdí | MileApoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora