ཻུ۪۪❆4❆ ཻུ۪۪⸙

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Un suspiro de cansancio abandonó sus labios mientras miraba el cielo nocturno que yacía sobre su cabeza con una hermosa Luna llena junto a las brillantes estrellas.

Por lo menos esta noche no me abandonaste... pensó admirando por unos segundos más aquel satélite natural.

Las pocas personas a su alrededor lo miraban de forma extraña por su manera tan veraniega de vestir, él lo sabía perfectamente, pero no tuvo tiempo de cambiarse por haber tenido que salir rápidamente a comprar lo necesario para hacer el almuerzo del día siguiente, además, si se hubiese tomado esa molestia en lugar de parecer mapache por sus ojeras se parecería a un dálmata morado.

Tal vez pueda ir a molestar a Mitsuya para que me haga un disfraz de Gaara...

Una sonrisa apareció en su rostro al pensar en su mejor amigo. Rin, a menudo iba al club a molestarlo o simplemente "intercambiar información" con las chicas, había veces en las cuales el peli lila también se les unía contando algunas cosas de la pandilla, aunque habían algunas cosas que solo se las decía a él, logrando que el Okumura supiera más cosas de los miembros de la Toman que ellos mismos.

Tal vez pueda unirme al club de Mitsu...

Por alguna triste razón, cada que deseaba pensar en momentos alegres eran sus cuatro amigos pandilleros los primeros que aparecían en su cabeza junto a algunos de sus compañeros de clase, en lugar de algún momento familiar.

Para Rin, loas momentos más felices que podía recordar junto a sus padres eran en los cuales estos comían todo lo que les cocinaba o cuando mantenían silencio al ver su buen trabajo limpiando la casa, algo muy triste según lo que "él" le decía.

Su caminar hacia la estación de trenes se detuvo al escuchar un grito pidiendo auxilio.

『 Si vas ahora, perderás el tren 』

—¡POR FAVOR!

Sus ojos se cerraron en un pequeño debate mental. Por un lado, podía escuchar lo que "él" le decía e irse a la estación de trenes, ahorrándose el castigo que vendría por no llevar la carne que yacía en la bolsa en su mano derecha, por el otro lado, podía aceptar el castigo con tal de ayudar a esa persona.

¿Por qué nadie va a ayudarlo? Pensó mirando a las personas que seguían su rumbo como si no escucharan los gritos... tal y como él se estaba planteando hacer.

—Aaahh... me espera una larga caminata esta noche – dijo al aire, aceptando su próximo castigo – Bueno, veintinueve kilómetros no son nada.

Ignorando completamente la voz en su cabeza, quien a gritos le advertía sobre las consecuencias que le vendrían por no ir a la estación de trenes, corrió hasta el callejón de donde provenían los gritos.

𝕾𝖆𝖛𝖊 𝖒𝖊 | Tokyo RevengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora