[Trece: Es mejor dejar de correr].

298 52 12
                                    

Y sentir lo que es respirar de verdad.

Lena escondió en las profundidades de su armario las inyecciones de Kryptonita, mirándolas con una mezcla de desagrado y alivio que le resultaba desconcertante. Su cuerpo comenzaba a durar cada vez menos tiempo bajo el efecto de su dosis normal de kryptonita. Comenzaba a combatirla, a quemar su veneno como lo haría una especie que evoluciona para combatir las adversidades de su hábitat común.

Ella estaba brevemente agradecida por esa indulgencia en su sistema, empujando con todas sus fuerzas la frustración que le brindó su nueva resistencia a la kryptonita. Miró el cabello rubio que caía sobre su almohada, los rastros de hollín y concreto en los hilos de oro, las líneas de resequedad que decoraban hoscamente unos labios rosados. Acercó la mano a su colchón y empujó un poco de arena fuera de sus sábanas, mirando el caer de los pequeños copos de arena.

Ella suspiró, acariciando su cadera donde el signo de un secreto quedaba marcado en la eternidad de su piel. El día anterior ella había despertado sintiendo que su cuerpo había vuelto a la normalidad de un sol amarillo. Había estado frustrada, enojada y decepcionada. También se sintió culpable y más que un poco lamentable por su comportamiento.

Tenía que aprender a controlarse y lo sabía.

Ese día, ella había estado enfurruñada y enojada y cansada de todo. Estuvo sentada en la terraza del edificio de L-Corp desde las cinco de la mañana hasta las nueve, cuando Brainiac le informó que su control de información sobre ella fue cancelado después de olvidarla durante una hora completa. Y Lena supo algo estaba sucediendo.

Siguió con su oído la voz de Kara Zor-El, captándola como si el RAS cerebral reaccionara a su propio nombre, centrando su atención en la cadencia suave y firme de la voz de su prometida.

Kara le mintió a Alex, lo escuchó en los latidos de su corazón, en la ligereza trémula imperceptible en su voz. Ella escuchó entonces la llamada, y siguió hacia adelante, empujándose en el cielo y llegando hacia Brainiac sin dejar de seguir escuchando a Kara.

Brainiac llamó a Noah, le avisaría sobre las investigaciones, daría protección a su familia, vigilaría a Lillian y Rojas.

Pediría ayuda a un viejo aliado y pondría protección en Kara Danvers y sus personas más cercanas.

Entonces todo se descontroló con Kara. No pudo llegar a tiempo, pero destrozó un poco más el DEO, le creó una nueva cicatriz a Henshaw, le quemó un brazo con su visión y tuvo que controlarse porque escuchó como los latidos de Kara bajaban de su subidón de adrenalina.

Como una vela apagándose con un fuerte viento, su humo perdiéndose en su silueta sobre la arena. Tomó en brazos a la mujer y la llevó a la bahía médica en la casa subterránea de Noah, donde perfeccionó su lucha y se destrozó a sí misma más que un par de veces.

Casi no la usaban, era alejada y Lena no encontraba razón en meterse allí para envenenarse con kryptonita.

Pero Kara necesitaba un repaso médico y quién mejor para ayudarlas que la persona que sanó a Lena ya tantas veces antes. Él era el médico de Noah, un ser no-humano, al igual que ambas mujeres, él era terco y tenía una apariencia juvenil que no encajaba con su verdadera edad. Era un hombre inteligente en los aspectos más importantes y más nimios.

Él ayudó a Kara sin preguntas, así como hizo la primera vez que Lena se aventuró a ir a una pelea en el cuadrilátero alienígena sin sus poderes y Noah tuvo que cargarla hacia allí con la nariz sangrando y quemaduras en los brazos y estómago. Escurría sangre de una de sus piernas, un puñal clavado con odio.

Lena estuvo vagando entre la consciencia y la inconsciente y, cuando despertó, Jack Spheer estaba intentando apuñalarla de nuevo para probar qué tan bueno era su proceso de regeneración, dado su asombrosa recuperación. Noah estaba a su lado, solo comprobado que la puñalada no fuera demasiado para no poder sanarla.

Desde Krypton [Supercorp].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora