"Dios sabrá por qué"

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En el camino de regreso, ellos venían platicando cómo es que sería su próximo encuentro con algún otro. Sin sentirlo próximo y sin prestar atención, ya que venía pensando en la situación gravitacional de mi madre, me preguntaron qué opinaba acerca de ello. Cuestioné el qué y se burlaron de mí por ir tan despistado.

—¡Eh, ¿qué piensas de seguir con la recolección de cuerpos?! —dijo después Elliot.
—¿Recolección de cuerpos? ¿Cómo así? —me mantuve en mi estupidez.
—Sí, hombre, de enterrar a aquellos muertos de misericordia que fueron rechazados o irreconocidos. ¡Como el que encontraste en punta de morir! —agregó Jureik, que de sorpresa comenzó a entablar conversación conmigo.

Me quedé viendo a la nada por un instante como si me hubiera ido a navegar a Júpiter, cosa que de inmediato notaron y me dieron el avión con un enfado.

—¡Va, que estás ido, hombre!
—Perdona, tengo demasiadas cosas en la cabeza que no me dejan concentrar —luego agaché la cabeza ocultando no muy bien toda mi preocupación.

Jared hizo un gesto de desvío y desagrado dirigido a mí, pues al parecer le molestaba una actitud tonta como la que yo tenía en ese momento. E incluso lo pude interpretar, a pesar de que siguiésemos con las máscaras puestas. Con esto todos dejaron de preguntarme cosas a las cuales no les daría importancia, en cambio empezaron a cuestionarme la razón de mi falta de atención y, por lo sabido, de mi inquietud.
Lo hizo primero Kryzell, ya luego de que las intrigas se le habían ido... como era de esperarse.

—¡Ey, Wilsson! ¿Qué es lo que te acongoja? Luce a que algo te mantiene intranquilo.

La miré admirando su preocupación por alguien a quien ni siquiera conocía y de quien instantes atrás había dudado.

—Son sólo problemas en casa.
—Problemas que no nos interesan ni que podremos ayudar, supongo —en su voz se notaba la ironía que explicaba su enfado.
—No es eso, sino que —los miré a todos de reojo—, recién los conozco y compartir mis preocupaciones debe ser incómodo tanto para ustedes como para mí.

Lanzó Elliot una carcajada al escuchar esto y comenzó a hablar.

—Si a nosotros todos nos incomodaran no hablaríamos con nadie y seríamos unos aburridos como tú. Además, tú recién nos conoces, nosotros ya lo habíamos hecho.
—¿Qué dices? —cuestioné sorprendido y nuevamente inquietado con lo que recientemente había dicho.

Inmediatamente interrumpió Kryzell para advertir que esa información la debía omitir.

—¡Calla, torpe, hay cosas que no debes soltar al aire!
—¡Ay, perdón! Olvido que no todos somos cazadores.

Hizo Jureik la misma acción que Kryzell y terminó por callarlo.

—¡Basta ya, Elliot! ¡Por un momento deja de lado tu maldita insensatez!

Ante la imprudencia de Elliot, Jureik tuvo que intervenir para callar a ambos primos antes de comenzar una discusión y de paso a mí.
En seguida salimos de aquel cementerio tenebroso y grisáceo que ellos mismos habían construido para así volver al pueblo. No regresaron al mismo lugar de donde salieron al principio; no entendía por qué, aunque hablaban de que estaba prohibido que algún tercero que no formara parte de la rebelión entrase a las corporaciones o simplemente supieran dónde están resguardados. La razón era que la iglesia estaba dispuesta a hacer lo que sea para capturarlos; a ellos y al Ateocalipsis, e incluso si eso significaba sacrificar a muchos de sus aduladores. "Todo era por Dios".
Siempre odié esas frases que engrandecían al divino buen padre en un acto moralmente malo. ¿Matar en nombre del altísimo era bueno, pero lo que hacían las rebeliones era obra de satán? ¡A quién se le puede ocurrir eso! Ah bueno, sólo a la iglesia y su brusquedad, y todavía los cristianos eran menos vulgares. Nunca entendí esa necesidad de buscar amor en alguien al que se le duda la existencia, más bien, una obsesión de amor con la que concuerdan miles de personas.
De pequeño querían hacer lo mismo conmigo, pero yo tenía otros ideales, sabía que todo tenía un porqué lejos de ser Dios el causante, además de que pertenecer a una religión se me hacía un nombramiento innecesario para demostrar mi hipocresía.
Entonces, por ese mismo amor irracional los creyentes se ofrecían a servir en nombre del señor y arrasaban con todo lo que según ellos él mismo les ordenaba. ¡Ni siquiera pueden hablar con él, «por Dios»!
Si esos mismos descubrían la ubicación de las rebeliones era más que obvio que acabarían con cada uno de los mismos. Por lo tanto, mantenerse en secreto de los creyentes era conveniente. No sabía que ellos llevaban un registro de casi cada persona del pueblo y, más tarde me darían juicio de tal cosa.
Previo a llegar al pueblo nos quitamos las máscaras: Kryzell dijo que más por ser un método de seguridad lo usaban por resguardar un estilo cool y propio de la Ateorebelion, haciéndose diferenciar del Ateocalipsis quienes portaban máscaras de gas por la misma razón, pero para que el pueblo no los identificase estando dentro debían entrar a las avenidas con un estilo natural, como si fuesen cualquier peatón llegando a su destino. A veces incluso como visitantes.
Me dejaron cerca del mercado en medio de mucha gente. Lo que me sorprendió es que varias de esas personas se llevaban muy bien con los Goutemberg, por lo que me di cuenta de que no tenían ni idea de que ellos eran parte de las rebeliones, aunque también supuse que aquellos andantes tenían la misma ideología que yo o similar. No les importaba creer o no en el todo poderoso y simplemente vivían sus vidas como símbolo de que algún día, sin ningún milagro ni desgracia tendrían que morir, pues entendían a perfección, que, a pesar de estar hechos a la semejanza de Dios, como dicen los creyentes, nadie es inmortal y mucho menos se libran de pecar. Así que gozaban con lo que el destino les brindase.

𝐒𝐢𝐫 𝐀𝐭𝐞𝐨 & 𝐒𝐢𝐧 𝐒𝐞𝐧̃𝐨𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora