Falta de Fe; Falta de Riqueza

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Me percaté de que su mano ya no sostenía la mía con la misma fuerza, y sin dejar pasar tiempo abrí los ojos por completo.

—¿Sarah? ¡Sarah, despierta! ¡Madre! —Alcé su desvanecido cuerpo juntándolo al mío —¡Sarah, por favor no me hagas esto! ¡No, ahora Sarah! —Lloré abrazando lo que dejaba mi madre y pude darme cuenta que a pesar de haber preparado a mi mente para el terrible momento, no era menos doloroso que no haberlo hecho. Por segundos la vida se me fue con ella, pero por desgracia me volvió para hacerme morir lentamente por varios años.

¿En qué momento ocurrió? ¡Había muerto! Y no  en más de unos segundos su cuerpo comenzó a enfriar.
¿Cómo explicar ese momento? Sólo recuerdo que me volví loco. Mi madre. ¡Mi madre había muerto! Y yo ni siquiera pude decirle cuánto la amaba. Deseaba revivirla, pero también ya estaba minúscula mente preparado para el fatídico momento. ¡Para qué mentirme! En el instante de incordura balanceando su cuerpo con el mío la llenaba de besos y lamentos. ¡Espero que al menos Dios me la haya quitado para tenerla con él, recibiendo el paraíso con descanso que Sarah tanto deseaba!
Su cuerpo, se dejaba caer con la gravedad: mi madre partiendo a cualquier lugar donde lo haya hecho y su pequeño; y mi pequeño corazón intentando alcanzarla.

Mi familia al escuchar mis llantos rápido llegó a nosotros. Carolana también enloqueció al verme así, puesto que ya era de suponer lo ocurrido. Cayó llorando sobre el suelo sin consuelo alguno, mientras Anna estaba por desmayarse. Sus hijos la ayudaron a apoyarse.
La sinfonía del lugar era sabor a lágrimas y dolor. Recibíamos un nuevo día con Sarah llegando a donde sea que esté...
No proseguimos durmiendo esa madrugada, ni casi toda la tarde. Había muchas cosas por hacer teniendo un cadáver en casa y una de  ellas era solicitar los servicios de la iglesia.

« ¡Y aquí voy a regalarle mi dinero a una papa! Que diga, al buen sacerdote.»  Que el cerebro lleno de papa florece, a pesar de su título en teología.

Luego de unas horas de asimilar la partida de mi madre, mi familia votó por su iglesia preferida para que dejaran reposar el cuerpo de Sarah.

Al poco rato me encontró Anna en un pasillo de la casa y me detuvo.

—Tus tíos y yo pensamos en que el velorio sea aquí y el sepulcro dentro de San Miguel. También deberíamos hacerle el rosario correspondiente para que su alma pueda descansar en paz.

—¿Pero estás loca, Anna? ¡No tengo dinero ni siquiera para comer y esos malnacidos piden una fortuna para hacer lo que dices! Encima darle de comer a un bolón de gente que solo vienen para eso y no porque les importara mi madre.

—¡Pero Willsson, tu madre fue una fiel católica, le encantaría que recemos por su espíritu!

—A ellos les importa una nada si lo fue o no. Si en tus manos no se ve el oro, en sus mentes no hay bondad y en sus bocas no hay un “padre nuestro”. Y tampoco pienso pedirles más dinero prestado a ustedes. ¡No sé si lo podré pagar!

—No te preocupes por ello, pero dale a tu madre lo que hubiera querido, ¿sí? No podemos desunirnos en estos momentos donde la familia necesita apoyarse.

—Está bien, iré mañana en la mañana para ver si se podrá realizar, por ahora velaremos aquí su cuerpo y trataremos de descansar.  ¿Has visto a Carolana? Hace unas horas que no sé de ella.

—No tengo idea, anda a buscarla.

—Ya regreso.

En cuanto recordé la existencia de mi hermana y me percaté de su ausencia supe que algo estaba mal. Carolana siempre fue muy apegada a mí y los momentos en que más lo necesitaba pedía por mi presencia, pero ahora, no sé, quizá quería desahogar su dolor en compañía de ella misma o bien, de sus adoraciones. Busqué por casi toda la casa sin respuesta hasta que la encontré allí. Estaba incada llorando sobre las cartas en sus manos que mamá había escrito y al parecer... me estaba odiando.
Me acerqué a ella para hacerle saber que la había encontrado y justo cuando pasé mis manos por sus hombros ella me rechazó comenzando así, el gran lío de los dos hermanos.

—¡Ella está muerta, Mattías! —Triste y resentida me recalcaba antes de gritar —¡Y todo fue tu culpa!

—¿Mi culpa? ¡Qué dices, Caro! ¿Por qué habría de serlo? —Cuestionaba confundido e insultado.

—No pediste a Dios por su vida...

“No pediste a Dios por su vida” la frase que resonó en mi cabeza por ese y varios días más. ¡Por un carajo! Yo realmente intentaba dejar de lado nuestras diferencias de creencias, pero se empeñaban en culparme por ello. Además, era ilógico: irracional que por una minoría los divinos no hubieran sido considerables con la mayoría.
Si lo pusiéramos en un ejemplo más allegado a la sociedad, pondríamos a algún esperanzado pidiendo piedad a un rey que tiene en su poder darle alivio. Aquel lleno de esperanza y su familia, confían en que el rey será un salvador e imploran por ello (cosa que si el rey los apreciara y no le importara amor alguno sería sólo cuestión de darle un bien por bondad y solidaridad, pero por su egocentrismo se le tiene que rogar), entonces sólo uno de ellos que no quiere seguir sometido a las reglas bárbaras del rey no implora y prefiere buscar una solución por su parte. El rey al saber de esto decide ignorar a los demás que aún lo siguen y tienen fe porque sólo uno no quiso hincarse ante él y, por consiguiente la esperanza del tercero fallece como su alma.
¿De qué sirvió que todos los demás amaran a ese rey? ¿Por qué no quiso ayudarlos? Era lo mismo que sucedía... ella no lo entendía o viceversa. Pero entonces viene a mí esa pregunta: ¿por qué no hizo nada por ella? «Por quién tanto lo amaba» Me atrevo a exclamar que es un hijo de puta. Y claro, estoy culpando al Dios en el que se me impuso creer, aunque en realidad hay muchos a los cuales culpar o en su asunto lógico, a nadie. En su caso sería a la Virgen María, ahora, ¿dónde estuvo ella? Pero bueno, el que recibe el mérito soy yo (me siento… un dios).

—¿Por qué te empeñas en culparme de algo que no estaba en mis manos?

—¡Pudo ser diferente si hubieras pedido tú también por su vida!

—¿En serio lo crees? Hay muchos más factores razonables que explican el por qué murió y no solamente estoy yo. ¡Sé que te duele porque a mí también, pero no fue culpa de nadie! Y si lo fue, en todo caso lo fue de él; ¡él tenía el poder en sus manos y sin embargo se pasó tus súplicas por los cojones, o los ovarios, cualquiera que haya sido!

—¡Eres un maldito idiota, Willsson!

Salió de la habitación muy enfadada luego de haberme acomodado un fuertísimo golpe sobre el pecho. Sentí horrible al presenciar su rechazo, pero nada podía hacer para arreglar nuestras diferencias, ahora tenía problemas más grandes que remediar los líos con mi hermana.  
Dejé que la tarde pasara recordando, como es de esperarse todos los momentos que pasé con Sarah, porque aunque la vida nos fue cruel ella hizo todo lo posible por vernos crecer sin necesidad de sobajarnos tanto dándonos el amor que necesitábamos. Por causas del destino loco yo me volví un humano que aparentaba ser frívolo, pero que en realidad era alguien temeroso y nada experto.
¡Nadie tiene el suficiente conocimiento dentro del mundo, para saber del mismo si ni siquiera se conoce a sí mismo con exactitud!

𝐒𝐢𝐫 𝐀𝐭𝐞𝐨 & 𝐒𝐢𝐧 𝐒𝐞𝐧̃𝐨𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora