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Morrisey cantaba muy cerca de mi oído con una tonada muy alegre, y habría sido motivo de felicidad escucharlo ya que la canción que sonaba era mi favorita, pero estaba tan cansado que sólo me removí en mi lugar cubriéndome la cabeza con la cobija que tenía encima para tratar de volver a dormir. Pasaron seis segundos más y Frank aún no había apagado el despertador. Ninguno de los dos quería levantarse, era bastante obvio. 

—No quiero ir a la escuela —dijo desactivando la alarma de mi teléfono. 

Al fin.

Recapitulando un poco sobre el por qué hoy había amanecido con Frank a mi lado y el hecho de que ahora me encontraba estudiando en la misma universidad que él, ya podía decir con total certeza que mi vida había cambiado mucho, y les contaré un poco. 

Definitivamente nada de lo que había pasado desde que me mudé con los Iero se me había cruzado por la cabeza. Nada era parecido a lo que había imaginado. Eran muchas cosas y muchos sentimientos encontrados para alguien como yo, que estaba acostumbrado a otro ritmo, pero al final estaba satisfecho porque no cambiaría nada. Entre el nuevo empleo, la nueva universidad y vivir prácticamente con mi suegra, era un milagro que no me hubiese fragmentado de forma terrible. Aún no sabía cómo lograba que me salieran bien las cosas, pues gracias a la organización que había plasmado en una agenda, estaba sobreviviendo de forma medianamente bien.  

Parecía que yo, Gerard Way, estaba siendo bendecido por primera vez en la historia, ya que en la primer semana de clases había encontrado trabajo con el maestro de Teoría de las artes, quien necesitaba a personas para llevar a cabo talleres con niños. No podía negarme ante esa propuesta, no tenía ni opciones, rápidamente pensé que eso me ayudaría a entablar una amistad con él y tanto Linda como el castaño estaban de acuerdo que me convendría mucho en el transcurso del tiempo, además de que no sería un trabajo de a gratis. 

Por cierto, sería gracioso ver una perspectiva desde arriba y panorámica de la casa. 

Entrando al tema de la familia Iero, al darme la bienvenida en su hogar me sentí como un intruso a pesar de que ambas familias estaban de acuerdo; yo había llegado con un poco de vergüenza porque no quería resultar una molestia de largo plazo. Sabía que sería imposible que alguno de los dos me hiciera sentir mal o algo terminara en tragedia, pero no quería ser un parásito o alguien que les incomodara, entonces, como si me estuvieran leyendo la mente, todos los malos pensamientos desaparecieron cuando Linda me acogió como una segunda madre; o una tía, para mejor comparación. 

¡Habían adaptado el garage como una habitación por mi!

Era extraño y un poco difícil acostumbrarme a vivir con nuevas personas, porque a pesar de que mi familia no era tan unida, cada uno se complementaba con el resto, siguiendo una rutina, conociéndonos desde siempre. Me ponía a reflexionar bastante cuando tenía un espacio para mi, pues extrañaba mucho a Mikey, a Ray e incluso a Carol. Ya no podía salir por las tardes para ir a visitar al rizado porque hablaríamos sobre cómics o jugaríamos con el Nintendo, ya no podía colarme a la habitación de a lado para molestar al de lentes y escucharlo decir miles de estupideces al mismo tiempo. Ya no podía escuchar los discursos hippies de mi prima mientras le veía iluminarse la cara. 

Ya no era un adolescente tonto, ahora era un adulto tonto. 

Tenía responsabilidades, tenía que administrar gastos para alimento, transporte y materiales de la escuela, tenía que mantener limpio mi espacio donde dormía, tenía que organizar el tiempo para realizar las tareas. Todo era deberes y más deberes, obligaciones y compromisos. Ya no me daba el tiempo para ser inmaduro o dejar las cosas para el siguiente día. Probablemente habría caído en depresión si el cambio lo hubiese hecho completamente solo, pues cuando regresaba a la casa, Frank siempre estaba recibiéndome con un abrazo cálido. 

Sólo ahí, sólo en ese instante, podía soltar toda la carga que traía sobre mis hombros, olvidarme del maldito dibujo estructural que tanto se me complicaba, olvidarme de los niños que estaban al pendiente de lo que les impartía, y concentrarme en ser feliz porque compartía amor con alguien que valía toda la pena. Todo esto había valido la pena, yo sabía que muy en el fondo, necesitaba esto. 

—Tienes que levantarte —dije quitándome la sábana, levantándome adormitado. 

Así era todos los días. O al menos cuando Linda no estaba en casa y podíamos dormir juntos. Ese era otro caso que nos resultaba un tanto cómico, pues teníamos que buscar un momento a solas para poder tener sexo o un instante más íntimo, porque a ambos nos dada vergüenza que ella nos pudiera decir algo o que ya no pudiera mirarla a la cara. Nos sentíamos como chiquillos escondiéndonos a pesar de que nos daba mucha confianza.  

Regresando a lo otro, había programado mi cuerpo para prepararme antes de ir a la universidad en automático, terminando de despertar en el camino. Esta noche nuevamente a Linda le había tocado guardia y regresaría hasta las ocho de la mañana, o sea en una hora, así que habíamos aprovechado la noche para llenarnos de mimos y uno que otro jugueteo con doble intención. 

—Puedo faltar la primera hora, es el anciano que a nadie le cae bien. 

No entendía cómo le había entendido si Frank había dicho toda esa oración con la cara pegada a la almohada, pero lo había hecho. Así que sólo para tener su compañía lo obligué a ponerse de pie jalando su pierna con mis manos, mientras soltaba unos quejidos. 

—Si yo me tengo que levantar a las siete de la mañana tu también. 

Otro quejido. 

No me molesté en dejar de arrastrar mis pies hacia el baño para orinar, lavarme la cara y los dientes, tampoco me molesté en caminar hacia la cocina y preparar un poco de café. Lo necesitaba para poder rendir en el día. De pronto escuché un ruido en la sala, me asomé porque pensé que Linda había llegado antes pero me encontré con Frank dejando nuestras mochilas en el sofá para caminar hacia mi, seguía en pijama y parecía un zombie a pesar de ya tener el rostro limpio. No debía extrañarme, yo debía estar igual. 

—Calentaré un poco de comida, ¿llevarás o quieres que te lo pase a dejar más tarde?

Lo pensé unos segundos. 

—¿Me lo podrías dejar, por favor? hoy llevo varias cosas en la mochila. 

El castaño asintió metiendo un plato grande en el microondas. 

—Sí pesaba. 

Terminé de tomar el café y me detuve en frente de él para agarrarle la cara, se estaba quedando dormido otra vez. Me daba mucha ternura verle adormitado, su carita era bastante distinta a la de siempre, ya que en estos momentos se veía muy sereno. 

—Te dije que no debíamos desvelarnos —hablé soltando una risita. Frank cerró los ojos dejándose llevar y aproveché a plantar un beso rápido en sus labios. 

—No me arrepiento. 

—Se nos hace un poco tarde. 

—¿Y a quién le importa?

Negué rodando los ojos, corrí a cambiarme de ropa, tenía que empezar a moverme rápido para que Frank me siguiera el ritmo y nos fuéramos juntos al instituto. Sólo agarré una playera con estampado de alguna caricatura junto a unos pantalones y mis vans viejos, nada fuera de lo ordinario.

Un día más, un día menos. 

☆☆☆☆

¡Hola!

Si estás leyendo esto es porque te interesó saber cómo continuó la historia de esos dos tontos en "You're ugly too". Aquí Gee va a relatar unas pequeñas memorias y todo será súper cortito, siendo aproximadamente seis capítulos con su respectivo epílogo, nos leemos prontooo <3

You're pretty now |Frerard| YUT 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora