「4」

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Tendido en la cama, Tom vio a Katya cepillarse el pelo antes de acostarse. Ella estaba vistiendo sólo su ropa interior, por lo que miraba sus curvas con aprecio.

— Dulzura —dijo ella de repente—. Vi a Tord esta tarde y lo invité de nuevo.

— ¿Qué?

Katya se removió, cambiando su peso de un pie al otro y dedicándole una mirada cuidadosa.

— Bueno, me imaginé que no te importaría. El experimento salió bien, ¿Verdad? Y él es un tipo agradable.

Tom tuvo que hacer un esfuerzo consciente para aflojar su mandíbula antes de que pudiera hablar.

— Ese no era el trato —dijo—. Pensé que acordamos que sería una cosa de una sola vez.

Katya se sonrojó y miró a sus pies.

— Lo siento.

— ¿Lo siento? Yo fui muy claro. No deberías haber hecho eso sin preguntarme a mí primero.

Los ojos de Katya se llenaron de lágrimas, y Tom apretó los dientes, molesto con ella. Odiaba las lágrimas y odiaba las escenas.

Él suspiró.

— ¿Cuándo va a venir?

El timbre sonó.

Katya le dio una sonrisa tímida.

— ¿Ahora?

Excelente. Simplemente fantástico.

Tom se apoyó en las almohadas mientras Katya iba a abrir la puerta. Se echó un vistazo a sí mismo –él sólo llevaba sus boxers y consideró ponerse algo más, ¿Pero cuál era el punto?

Cruzó los brazos detrás de la cabeza y se quedó mirando la puerta, sus músculos tensos y en alerta.

Finalmente, Katya regresó al cuarto, con los labios pegados a los de Tord mientras ella lo desnudaba.

Algo desagradable ascendiendo en espiral desde la boca del estómago de Tom mientras miraba a Katya empujar los pantalones cortos de Tord fuera de sus estrechas caderas, apretando su firme, redondeado culo.

Todavía besando a Katya, Tord abrió los ojos y miró a Tom.

Tord la maniobró hacia la cama. Katya cayó sin gracia sobre el colchón, casi sin aliento, y Tord se recostó al otro lado de ella. Se inclinó y lamió su tembloroso labio inferior, sin dejar de mirar a Tom, como diciendo: ¿Ves cómo está temblando ella?

Mientras Tord se inclinaba para besarla de nuevo, Tom se movió rápidamente y cubrió los labios de Katya con los suyos.

Los húmedos labios de Tord rozaron su mejilla.

— Tú no dijiste hola —él dijo, en apenas un susurro audible, sólo para sus oídos—. Eres tan grosero.

Tom dejó de besarla y miró a Tord. La punta de la lengua de Tord asomó mientras se humedeció los labios. Su rostro estaba a unas pocas pulgadas.

— Mi turno —Tord se inclinó y besó a Katya de nuevo.

No dispuesto a ser la tercera rueda, Tom comenzó a besar el lado de su cara. Cerrando sus párpados, él aspiraba y mordisqueaba, moviéndose por la mejilla de ella, su barbilla, hacia su –Thomas chupó los labios suaves y se adentró profundamente con su lengua.

Hubo un gemido, y entonces Tom abrió los ojos y se encontró a sí mismo besando a Tord.

Él se apartó.

Se miraron el uno al otro, respirando con dificultad.

— Oh, yo sé que fue un accidente, ¡Pero eso fue tan caliente! —dijo Katya. Se sentía como si su voz viniera de muy lejos–. Vamos, chicos, ¡Háganlo de nuevo! ¿Para mí?

— No me molestaría, cariño, pero creo que a tu novio sí —Tord dijo con una sonrisa socarrona. Sus ojos brillaban mientras sostenía la mirada de Tom—. Yo creo que él está asustado.

Los labios de Tord estaban llenos y brillantes. Thomas desvió la mirada.

— No estoy asustado. Solamente no quiero —se limpió los labios con el dorso de la mano, tiró a Katya más cerca y la besó.

Sintió a Tord inclinarse cerca de su oído y susurrar.

— Mentiroso.

La palabra lo sacudió y siguió insistiendo en la parte posterior de su mente mientras él masturbaba a Katya. Todavía estaba en la mente de Tom mientras él la follaba, cuidadosamente no mirando a Tord mientras ella le daba al hombre una mamada.

Para el momento en que Tord se fue y Katya estaba dormida, Tom todavía estaba pensando en ello. Mentiroso.

Se levantó de la cama, se echó una manta sobre los hombros y salió al balcón. El viento frío de noviembre golpeó a su piel desnuda, picando en su desnuda cara y manos, y enviando escalofríos por su espina dorsal.

Mentiroso.

Un recuerdo, viejo pero no olvidado.

Mentiroso. La voz de su madre rota, histérica. Y entonces, las excusas de su padre y promesas de que sería la última vez, que nunca volvería a suceder. Su padre había mentido, por supuesto. Cada vez.

Tom había tenido cinco años la primera vez que sucedió. Se despertó por el ruido de los gritos y sollozos procedentes de la habitación de sus padres. Confuso y asustado, se deslizó fuera de la cama, caminó por el pasillo oscuro y abrió la puerta una pulgada, lo más silenciosamente posible.

— Lo siento... lo siento —Edward Ridgewell seguía diciendo—. ¡Solo sucedió! No sé por qué... yo estaba borracho y no sabía lo que estaba haciendo.

— ¡Estabas lo suficientemente sobrio como para que se te pare y se la metieras por el culo! —su madre gritó, su precioso rostro enrojecido y la voz ronca de tanto llorar—. ¡Puto! —ella le arrojó un jarrón a su padre y falló. Se estrelló contra la pared, haciendo a Tom estremecerse y clavar su mirada en las piezas rotas en el suelo—. ¡Puto! ¡Chupapollas!

En ese momento, no había comprendido lo que significaban las palabras, pero como se volvió a repetir una y otra vez, y sus peleas se volvieron más ruidosas y feas, y más cosas se rompieron, él había aprendido el significado de esas palabras.

Él había empezado a quedarse en casa de Yanov, hasta que los padres de Yanov finalmente lo aceptaron dentro, cuando tenía catorce años. A los padres de Tom no les importaba: su padre estaba demasiado ocupado follándose a alguien en un rincón y diciéndole a Tamara lo mucho que la amaba, y su madre era una mujer rota –rota por las mentiras y por su propia incapacidad para soltar al hombre que no merecía su amor.

Excepto que Tom no pensaba que eso era amor. Amor era el tranquilo afecto y apego que sentía por Katya. Él no estaba obsesionado con Katya. Ella no lo hizo volverse loco. Si Katya lo engañaba, sería... bastante molesto, pero le diría que se fuera y no regresara jamás. Él lo superaría. Él nunca compartiría a su pareja, pero nunca sería como la pegajosa, histérica, patética en que su madre se había convertido. Tamara estaba obsesionada con el hombre, incapaz de dejarlo ir y ver a nadie más que a él.

A veces no estaba seguro de a cuál de ellos despreciaba más.

Mentiroso. La voz de Tord hizo eco en su mente otra vez.

Tom cerró los párpados y aspiró el aire frío dentro de él.

★ obsessed ── tomtordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora