And when I fall to rise with stardust in my eyes
In the backbone of night, I'm combustible
Dust in the fire when I can't sleep, awake, I'm too tired
10 de Julio de 2063
Cassey correteaba de un lugar a otro de su habitación con ganas de que los invitados llegasen a casa y poder preguntar una y mil cosas a Giselle, pues la música era una de las cosas que más le atraían desde que era más retaco aún y escuchaba a su madre cantar mientras él se sentaba en su regazo. Eran momentos de paz, de calma y de unión hasta que se abría la puerta de casa y el pequeño corría hasta su padre, extendiendo sus bracitos y pidiéndole con una dulce vocecita "¡aupa!".
De una manera u otra, las notas siempre habían estado a su alrededor, forjando melodías que se le quedaban en la cabeza, llamando su atención y despertando una curiosidad inamovible por ese ámbito. ¡Y por fin tendría la posibilidad de conocer a una experta en el campo! Su mamá tenía la «más mejor» voz que jamás escucharía, pero su especialidad eran las joyas y su manipulación para crear maravillosas piezas que deleitaban hasta a los más críticos. Es por eso que desde que no podía parar quieto desde que se enteró que los Trevelyan iban a participar en el concierto y además ir a visitarles. ¿Y si le hacía un dibujo para ganarse su aprecio? ¡O le podía enseñar lo bien que hacía los pentagramas gracias a los estudios para las pruebas de acceso del conservatorio!
Comenzó a abrir los cajones de su escritorio y fue sacando todo lo que había en su interior hasta encontrar un pequeño cuadernito y un estuchito con el que hacer ambas cosas. ¡Era un genio! Un dibujo de un pentagrama era la única opción correcta. Ahora solo necesitaba un lugar cómodo en el que expresar su arte, y en ningún momento fue a hacer lo más fácil: sentarse en la silla de al lado de la mesa.
Como era de esperarse, tan centrado estaba en lo suyo, que no escuchó los pasos de su madre subiendo las escaleras de madera hasta su guarida. Y aún menos se percató de que abrió la puerta.
—¿Cass, hijo? —llamó Zaira entrando dentro del cuarto. Al dar unos pasos en su interior se llevó las manos a la boca de la sorpresa que le dio ver a su retoño con la ropa toda deshecha y arrugada, y eso sin contar el desorden que había provocado el tornado llamado Cassey Howl Lennox—¡CASSEY!
—Diiime —respondió, tirado en el suelo bocabajo y moviendo sus piernecitas al ritmo de una melodía inventada que tatareaba.
—¿Por qué haces las cosas tan difíciles? —intentó recriminarle al mismo tiempo que no podía contener una pequeña risa en su boca. No sabía de quién había sacado ese lado tan rebelde y despreocupado, y a la vez que sabía que tenía que reñirle, le enternecía verle tan motivado.
—¡No es hacerlo difícil! —se sentó y meneó la diestra para darle fuerza a sus palabras— ¡si no lo hago de esta manera, no conseguiré caerles bien!
—Cielo... primero de todo, no tienes que esforzarte tanto en caer bien a alguien. Y segundo: es imposible que no le caigas bien a esa familia, te lo puedo asegurar —con delicadeza apartó las cosas que estaban al lado del pequeño de la casa y se sentó a su lado, pasándole la mano por los hombros de su diminuto (bueno, ¡ya no tanto!) artista— eres un muchachito maravilloso, que lo sé yo. No vas a tener ningún problema y mucho menos en hacerte amiguito de Lorenz.
Aprovechando la cercanía, volvió a meterle la camiseta por dentro de los pantalones, asegurándose de que no tenía los bolsillos hacia fuera y acomodando el cuello de la camiseta. Por último, ajustó los tirantes del uniforme. Solo quedaba peinar esos mechones que miraban cada uno en una dirección distinta, pero sabía que eso era una batalla perdida.
—¿De verdad lo crees?
—Por lo que sé él es muy tímido, y seguro que con tu personalidad tan alegre le ayudas a relacionarse contigo. Eso nos haría muy felices a todos —le sonrió con ternura.
—Uh... —agachó la cabecita con las mejillas sonrojadas— me gusta hacer amigos... ¡Ah! ¡Ya sé! ¡Le enseñaré mis videojuegos! —se levantó de un salto, tropezándose levemente con un lapicero en el proceso. Zaira, bien acostumbrada a la impulsividad de su niño, se adelantó y lo sostuvo, abrazándole contra ella.
—Con cuidado —rio entre dientes la mujer de largos cabellos oscuros, lisos y hermosos— la videoconsola, los dibujos, los libros... todo lo que tú quieras. Se amable, se paciente y si necesitas cualquier cosa, estaremos en el piso de abajo. Aunque primero tendrás que acompañarnos a presentarnos, mi pequeño principito.
—¿Zaira? —La voz de un hombre llamó la atención de la aludida.
—¡Estamos aquí, El! —respondió al llamamiento.
—Vaya, vaya, ¿escondiéndoos de mí? —bromeó, apoyándose en el marco de la puerta.
Similar a un resorte, Cassey corrió hasta él, abrazándose a sus piernas y agarrándose a la camiseta de su padre.
—¡Papi!
—Pero si es mi músico favorito —miró de reojo a su pareja y tomó en brazos al chiquillo de pelo revuelto— lo siento cariño, pero debes entender que Cass sea mi cantante favorito.
—Lo comprendo a la perfección —se encogió de hombros con resignación y se puso en pie, acercándose a ambos.
—He preparado ya todo y la comida está casi hecha. No creo que tarden en llegar tampoco —los bracitos del niño rodearon el cuello de Eleazar— ¿te encargas de avisar a Rai mientras nosotros dos recogemos?
El agarre de Cassey se fortaleció al escuchar el nombre de su hermano mayor y Zaira notándolo, le regaló un beso en la cabeza.
—Sí, será lo mejor. Nos vemos luego, chicos.
La artesana cerró la puerta detrás de ella y se puso en marcha para ir a ver al primogénito de la familia, dejando al pequeño y al hombre de mirada grisácea a solas. Intentó bajarlo al suelo para poder limpiar el cuarto, pero nada estaba funcionando. A veces cuando nombraban a su hermano mayor el chico se tensaba, sin querer alejarse de los protectores brazos de su progenitor.
–¿Voy a tener que comer junto a Rai? No voy a poder, voy a estar muy nervioso...
—Entiendo cómo te sientes, pero no debes centrarte en eso: está todo controlado. Como va a venir un chiquillo de tu edad, he preparado una mesa para vosotros dos, para que estéis más cómodos.
—¿De verdad de la buena?
—De verdad de la buena –sonrió.
—Está bien —aceptó, relajando su cuerpo y su agarre.
El adulto aprovechó para dejar en el suelo a su hijo. Conociendo lo que tenía que hacer, Cassey tomó la delantera para recoger lo que había dejado tirado en el suelo. Cumpliendo con su palabra, Eleazar siguió los pasos de su retoño hasta dejar todo tal y como estaba.
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Our Symphony
RandomTras mucho pensarlo, la familia Trevelyan se muda a Angoth, una isla al norte de Europa. Allí coincidirán con unos viejos amigos, los Lennox, haciendo que los hijos de ambas familias se hagan amigos. Desde ese momento, los pequeños empezarán a conoc...