Lisa llegó un poco después de las seis. Dejó el maletín en la mesa de la entrada y siguió su olfato hasta la cocina donde Jennie sacaba un hermoso pollo dorado del horno.
Resultaba divertido que, últimamente, sólo verla le agradaba. Durante todo el tiempo que había trabajado para ella no se había dado cuenta de lo guapa que era. Pero en ese momento, con su blusa roja y unos vaqueros, con el brillante pelo negro cayéndole por los hombros, la dejaba sin aliento.
—Hola, Lisa —dijo con una sonrisa por encima del hombro. Los pendientes de diamantes que le había comprado un par de semanas antes brillaron en sus orejas—. El pollo tiene que enfriarse un poco, las patatas casi están hechas…
Se acercó a ella por detrás, le acarició el pelo y la besó en el cuello.
—Hueles bien… tan bien como el pollo.
—¿Tienes hambre?
—Mucha, y no sólo de cena…
—Aparta de mi camino —dijo entre risas— o te pincho con el termómetro.
—Guau, qué miedo —se cubrió con las dos manos y se apartó a un lado. Llevó el termómetro a la pila para lavarlo.
—Tómate algo de aperitivo —señaló una bandeja que había en la mesa—. ¿Vas abriendo el vino?
Picó un aperitivo y se acercó al armario del vino y eligió un blanco. Abrió la botella y sirvió dos copas.
—Gracias —tomó la copa que le ofrecía, bebió un poco y la dejó en la encimera para acabar de preparar la ensalada de espinacas y frutillas, la preferida de Lisa.
Lisa se sentó en la mesa y la miró acabar de preparar la cena.
Era extraño que no le hubiera preguntado por lo que había pasado con Tzuyu.
Había esperado que lo hiciera en cuanto entrara por la puerta. La verdad era que parecía un poco preocupada, pero por qué.
—¿Todo… bien?
—Claro —no levantó la vista—. Bien.
—¿Qué has hecho esta tarde?Jennie le dedicó una brillante sonrisa. Quizá no estaba preocupada después de todo, sólo esperando a que le diera la información sin tener que preguntar.
—He ido a casa de Irene —se secó las manos—. Hemos trabajado en el libro… lo que me recuerda… ¿Vas a venir conmigo el sábado a Manoban Ridge? Minnie, Hwasa y su madre van a hacer burritos de chile verde. Bambam y Jackson irán. Irene me ha dicho que te diga que habrá cerveza.
—Allí estaré.
—Irene me ha dicho que eso te convencería.
—Los Manoban somos fáciles. Una cerveza, una buena mujer… Es todo lo que necesitamos.
—¿Y qué pasa con los coches y el fútbol?
—Sí, bueno, eso también.
—¿Trinchas el pollo?
Buscó su cuchillo preferido y se puso al trabajo. Cinco minutos después se sentaban a cenar.
Realmente le sorprendía que aún no le hubiera preguntado por Tzuyu. No era propio de ella. Tenía una cabeza como un cepo de acero. Una vez que agarraba algo, no lo soltaba.
Pero por alguna razón el asunto de Tzuyu se había escapado. Esperó hasta que hubieron recogido la mesa para decir:
—He tenido una charla con Chou Tzuyu.
—Tzuyu —jadeó—. No puedo creerlo, se me había olvidado la pobre Tzuyu.
—No tan pobre, créeme. Tiene un buen sueldo y sabe cuidar de sí misma.
—No sé cómo se me puede haber olvidado. Es sólo que yo… —no acabó la frase—. No importa.
—¿Algún problema? —le tomó la mano y la atrajo hacia sí.
—No, nada.
—¿Segura? —le alzó la barbilla.
—Segura —apoyó la mejilla en la palma de su mano.
La besó, un largo y profundo beso. Cuando se separó, dijo:
—Vale. Ahora se me ha olvidado a mí todo lo de Tzuyu.Jennie le miró pensativa.
—Creo que me estás tomando el pelo con lo de Tzuyu, así que eso es que no la has despedido. Que has… resuelto tu problema con ella.
Le apartó el pelo de un lado de la cara y dio un golpecito a un pendiente para que oscilara.
—No tengo ningún problema con Tzuyu. Ya no.
—Pero ¿qué ha pasado?
—Tienes razón, conserva el trabajo.
—Me alegro —sonrió ampliamente.
—Me asombras, ¿sabes? Esa mujer trata de liártela de verdad y tú te alegras de que a ella no le pase nada.—¿Ha reconocido que fue a Inmigración? —abrió mucho los ojos.
—No ha reconocido nada, pero sé que lo hizo.
—¿Cómo?
—Acepta mi palabra, ¿vale? Lo sé.
—Pero…
—Shh —le puso un dedo en los labios—. Ya no importa porque está todo resuelto.
—¿En qué sentido? —frunció el ceño.
—Hemos llegado a un acuerdo. Tzuyu ha accedido a dejarnos en paz. Quiere mantener su trabajo. Así que mientras respete el acuerdo, podrá seguir trabajando para Manoban Corp. Todo el mundo gana.
—Bueno, sí, todo bien.
—Y… ¿estás segura de que no quieres hablar de lo que te preocupa?
—¿Cómo puede preocuparme algo cuando me abrazas?
—Buena respuesta —bajó la cabeza y volvió a besarla.
Pero algo le preocupaba. Lisa lo notaba. No la presionó, sin embargo. Se imaginó que se lo diría cuando estuviese preparada.
Pasó la semana. Una buena semana. Una gran semana. Hicieron el amor todas las noches y cada vez fue mejor que la anterior. Los temores y la timidez de Jennie desaparecieron, y bajo ellos resultó ocultar una amante aventurera, una que hacía que no pudiera esperar para irse a casa cuando acababa el trabajo.
El sábado fueron al rancho al final de la mañana y se quedaron hasta las diez de la noche. Había mucha cerveza, como habían prometido, y los maravillosos burritos de la mamá de Hwasa. Lisa disfrutó con sus hermanos mientras su esposa reía y charlaba con las mujeres.
Era inteligente y valiente, y tenía un gran sentido del humor. Tenían una excelente vida sexual. Quién sabía qué podía suceder. Y sabía cocinar. Y, por encima de todo, era preciosa.
Algunas veces casi se le olvidaba que no estaban realmente casadas o, bueno, que su matrimonio tenía fecha de caducidad. Algunas veces se descubría pensando que quizá podrían seguir casados una vez pasados esos dos años.
Pero después se decía que Jennie tenía toda una vida por delante. Con la residencia permanente y la libertad que conseguía con ella, seguramente querría seguir con su propia vida. Seguramente querría estudiar en la universidad para tener una profesión. Quizá no querría estar atada a una persona teniendo el mundo ante ella.
Y, bueno, tampoco Lisa era de las que sentaba la cabeza. Siempre quería tener todas las opciones abiertas. Apenas se comprendía a sí misma en las últimas semanas, se sentía con su esposa como un niño con zapatos nuevos.Después de darle vueltas y vueltas a cómo terminarían, había decidido que las cosas podían salir de un modo completamente distinto y que no tenía sentido darle vueltas, que le pasaba algo. Dos años eran mucho tiempo. ¿Por qué preocuparse por el final cuando apenas habían empezado?
No era normal en Lisa sentirse preocupada por cosas que aún no habían sucedido.
Sólo podía decirse todo el tiempo que era mejor que se enfriara un poco.
Había llovido a ratos todo el día, pero el cielo estaba claro y lleno de estrellas cuando volvían a casa desde el rancho esa noche. Al llegar a la puerta, la tomó en brazos y la llevó al dormitorio.
La dejó en el suelo al lado de la cama besándola mientras la bajaba. Se desnudaron y entraron en el cuarto de baño, llenaron la bañera y se metieron las dos.
Fue un largo y relajante baño. Y satisfactorio en más de un sentido.
Más tarde, en la cama, volvieron a hacer el amor. Despacio. Jennie la miró a los ojos cuando se puso encima de ella.
—Preciosa —le susurró mientras le cubría los pechos con las manos.
Jennie echó la cabeza hacía atrás y gritó mientras el clímax la sacudía entera. Lisa la siguió.
Se quedaron acostadas una al lado de la otra tomadas de las manos. Se había convertido en un hábito. Uno que le gustaba, pensó Lisa.
—Me lo he pasado muy bien en el rancho, me he reído mucho —dijo ella en un susurro.
Bajo las sábanas, Lisa acarició el dorso de la mano con el pulgar para hacerle saber que la comprendía.
—Sin mi tía Soojin y mi tío Jiyong… no puedo imaginarme cómo habría sido mi vida. Sin ellos para cuidarme, ¿qué habría sido de mí tras la muerte de mi madre? Y Jisoo. Era todo lo que tenía, mi sangre, mi familia, durante tanto tiempo. Nadie podrá apartarlos de mí. Jisoo y mis tíos son… lo que soy. Los cimientos de mi vida, ¿sabes?¿Estaba llorando? ¿Cómo había llegado a ese punto? Unos segundos antes había hablado de lo bien que lo había pasado en el rancho.
—Eh… —con la mano libre, le acarició una mejilla, ella apartó la cara, pero notó la humedad de las lágrimas—. Jennie, ¿qué pasa? ¿Qué problema hay?
Jennie le soltó la mano y miró hacia el otro lado.
—Nada —murmuró triste—. Duérmete.
Se sentía un poco harta de ese tema. Le preocupaba y le hacía sentir impotente.
—Mientes.
—Por favor, Lisa, no puedo hablar de ello. Ahora no.
«¿Cuándo entonces?», pensó, pero no llegó a formular la pregunta.
Dado que no tenía ni idea de lo que le preocupaba, ¿cómo iba a pensar en el modo de resolverlo? Le dolía que le diera la espalda. Y eso, que le doliera, le hizo sentirse extraña.
Lo que le hizo preguntarse si las cosas no se le estarían escapando de las manos.
¿Se estaba volviendo una blanda? Siempre había tomado las cosas como venían. Jamás se había dejado atar por las novias que había tenido. Siempre había pensado que, si alguien quería que le ayudase, al menos tenía que contarle cuál era el problema.Pero con Jennie, bueno, sí le importaba que sufriera, que estuviera mal. Y eso era perturbador. No se había metido en todo aquello para convertirse en la persona que nunca había querido ser.
Bueno, un poco de cambio no era malo.
Podría soportar hacerse un poco más… sensible. Desarrollar un poco más de paciencia. Pero empezaba a preguntarse si no estaba llevando demasiado lejos la sensibilidad.
Pero claro, ella era su esposa… de momento, no para siempre. Y Jennie no fingía. Así que, si había algo que la reconcomía, seguramente sería algo serio. Algo serio con lo que no le dejaba ayudarla. Aborrecía esa situación.Pero Jennie le había pedido que no se inmiscuyera. Y así lo haría. No era como su padre o como Bambam, quienes siempre tenían que arreglar todo lo que consideraban estropeado. Una parte de ser un buen vendedor, era saber esperar. Había un cierto arte en cerrar una venta… y el manejo de los tiempos era lo más importante.
Se dio la vuelta y cerró los ojos. Finalmente, se durmió.
Cuando se despertó aún estaba oscuro. El lado de la cama de Jennie estaba vacío.
Pero no había ido lejos. Se había puesto una bata y estaba sentada en el sillón de al lado de la ventana.
—¿Jennie? —se sentó en la cama.
—Estoy bien —dijo con voz suave. No pareció llorar—. Estoy aquí… pensando. La vio levantarse de la silla y acercarse como una sombra en la oscuridad.Se quitó la bata, la lanzó al sillón y se metió en la cama, lo rodeó por la cintura y se pegó a su cuerpo.
—Tenías razón —susurró con un suspiro—. He mentido. Hay muchas cosas que me preocupan.
—Cuéntame —le acarició el pelo.
—Oh, Lisa.
—Vamos. Te sentirás mejor cuando me lo hayas contado.
—El lunes, mientras estabas en el trabajo, llamó una mujer a la puerta. Una periodista. Dijo que se llamaba Chaerin. Y que mi apellido no era el que yo siempre he pensado que era.

ESTÁS LEYENDO
Unión sin amor
Fanfiction⚠️⚠️⚠️Adaptación Jenlisa⚠️⚠️⚠️ Historia original "Unión sin amor" Christine Rimmer. La reservada y majestuosa Jennie Kim era la perfecta ama de llaves, hasta que se enteró de que iba a ser enviada de vuelta a su tierra destrozada por la guerra. Así...