Capítulo 11

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—¡Qué demonios! —dijo Lisa.

—Eso digo yo —se acercó más a ella—. ¡Qué demonios! —hizo una pausa—. Al principio discutí con ella en la puerta, le dije que era Jennie Manoban, que de soltera era Jennie Kim, le di el nombre de mi padre y de mi madre, de mis tíos.

Deseó decirle que debería haberle dado con la puerta en las narices, pero ya no tenía sentido. Además ella ya lo sabría. Si había seguido discutiendo con Chaerin sería por algo.

—Y entonces ella sacó una fotografía del maletín del ordenador. Me la dio para que la viera. Era una copia ampliada de las que llevo en mi colgante, mis padres.

—No.

—Sí. Y me dijo que no eran Taeyeon y Seokjin Kim como siempre había creído. Eran el príncipe Min Yoongi y su esposa, la princesa Seulgi.

—Guau.

—Eso es lo que pienso yo: guau. E insisto en que es imposible, que sé quién soy y no soy Jennie Min. No soy una princesa perdida. Soy una mujer corriente.

—La M del colgante… —sugirió Lisa.

—Sí, lo sé. Lisa, lo sé.

—Y el nombre de tu madre es el mismo, pero tu padre era Jungkook.

—De Corea del Sur, dijo Chaerin, que era el nombre intermedio del príncipe.

—¿Invitaste a Chaerin a entrar en casa?

—Sí. Me ha contado que estaba escribiendo un artículo para Vanity Fair.

—¿Te ha dado una tarjeta?

—Sí —se movió—. La tengo…

—Después —se acercó otra vez a Lisa—. ¿Crees que era sincera?

—Al principio me ha sorprendido. Pero mucho de lo que me ha dicho ya lo sabía. Conocía el nombre intermedio de mi madre: Ruby. Y su apellido de soltera: kim. Y después de que se marchó estuve mirando por Internet.

—¿Y?

—Chaerin Lee escribe para un periódico canadiense, el Globe Standard. Y también colabora con muchas revistas, incluyendo el Vanity Fair. He leído alguno de sus artículos. Son muy… sensacionalistas. Le gusta escribir sobre gente rica y asesinatos y la realeza.

—¿Pero estás segura de que la Chaerin Lee que has investigado es la misma que ha venido a verte?

—He buscado imágenes y sí lo es.

—Guau.

—Sí, ¿cómo se dice? ¡Oh, Dios mío!

La abrazó con más fuerza y la besó en el hombro.

—¿Qué viene ahora?

—Hay mucho en qué pensar.

—Ya lo veo.

—Hay dinero, dice Chaerin. En cuentas en bancos suizos. Mucho dinero para el heredero o heredera de la Corona y último superviviente de los Min. Sólo tengo que demostrar sin ninguna duda que soy la hija de la que la princesa Seulgi estaba embaraza cuando desapareció.

—¿Cómo puedes demostrar eso?

—Con una prueba de ADN.

—¿Pero no se necesita el ADN de los padres? —no tenía sentido.

—Pero es que lo tienen.

—¿Cómo? Tus padres están muertos… y los príncipes seguramente también, ¿no?

Unión sin amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora