Capítulo 2: Desde las sombras silentes.

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En un lugar muy distante podía vislumbrarse la noche caer mientras daba esta la bienvenida al frenético brillo multicolor que sin demora comenzaba a repletar de luminosa vitalidad aquel artificial paisaje situado en medio de aquel agreste desierto; uno donde el neón y el fulgurante brillo de las luces gustaban de mostrar su poderío a intensidades tales que desafiaban exitosamente a la normalmente ciega oscuridad, invitando de paso a todos los que ahí se encontraban a no dudarlo más y dejarse llevar abiertamente a perderse con gusto en la emoción y la locura. Pero a pesar de toda aquella artificiosa luminosidad, y por debajo de todo aquel vívido neón, siempre podía encontrarse un lugar para las sombras. Y bien podía apreciarse ello en uno de los niveles subterráneos del aparcadero de uno de los tantos hoteles que ahí se encontraban, donde un grupo de hombres elegantemente vestidos descendía desde un amplia van oscura, mientras de manera disimulada observaban con atención y detenimiento dicho lugar, en búsqueda de confirmación visual de la seguridad de aquel recinto.

No transcurrieron demasiados instantes antes de que apareciera por la puerta que conectaba dicho estacionamiento con el hotel un hombre encargado del aseo quien despreocupadamente pasaría al lado de aquellos hombres sin inmutarse por ello, mientras empujaba un carrito que cargaba las gigantescas bolsas negras de basura que iban a ser arrojadas en los contenedores externos. Un detalle que podría parecer casi insignificante, salvo porque tras su paso dejo caer una basura en forma de un raído envoltorio plástico de chicle que únicamente decía una palabra estampada como publicidad:

"Ready".

Aquellos hombres discretamente se miraron a sí mismos y asintieron tácitamente con la mirada. Era esa la señal convenida que indicaba que la operación ya estaba lista. Uno de ellos tomo un celular y disco un número que ya se encontraba previamente programado. Apenas marco, prontamente le contestaron y, ante esto, el hombre solo formuló una pregunta en un idioma foráneo.

-¿Cómo se ve mama?

-Mama descansa plácidamente esta noche-. Sería la respuesta proporcionada al otro lado de la línea en idéntico idioma. Era esa la señal convenida que necesitaban para certificar que todas las señales de video del recinto ya habían sido alteradas y que tanto la llegada de aquellos hombres como la acción que pretendían efectuar a continuación no sería registrada por las cámaras del recinto las que, en su lugar, mostrarían en los monitores una escena constante que se replicaría sin cesar una y otra vez.

-¿Ya está listo el regalo?-. Pregunto el hombre llamando a otro número pre programado en idéntico idioma foráneo.

-Envuelto y listo para entregar.

-Ok-. Respondió ese hombre, colgando su teléfono móvil para instruir a otro de los presentes a que mandara con un teléfono que este tenía un mensaje de texto con un mensaje ya redactado de antemano y que únicamente decía una sola palabra clave que permitiría al resto del equipo que se encontraba dentro del hotel dar inicio al operativo. Una palabra que era de significado simple y alcance elocuente.

"Ahora"

Varios pisos más arriba, un hombre y una mujer juntos hacían abandono de un cuarto como si fueran un matrimonio normal que anduviera en placenteras vacaciones en esa ciudad turística. Ligeramente detrás de ellos, un chico silente de unos catorce años salía de aquella habitación siguiéndole tímidamente y en completo silencio, permitiendo que el hombre a cargo cerrara la puerta y apresurara sus pasos para acompañar a su mujer e hijo a tomar el ascensor; el cual no demoró demasiado en llegar.

Mas abajo, en el zócalo del hotel, un vehículo oscuro previamente estacionado comenzó a salir de su sitio y lentamente fue acercándose hasta quedar muy cerca de la van oscura que estaba situada en las cercanías de la entrada subterránea al hotel. Con seguridad, el plan estaba ya muy pronto a tener éxito y solo faltaba que ellos aparecieran para que todo estuviera ya culminado.

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