Seis

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Cerré el libro y lo dejé sobre la cómoda, los de autoayuda aburren y me dan sueño, a pesar de haberlo terminado no tenía ganas de dormir.
Estiré los brazos y miré a la pelirroja a mi lado, últimamente trato de cerciorarme que no le pase lo mismo que Sasha.

Aún sigo con ese miedo.

Nadie en su habitación tiene control de las luces pero contamos con una pequeña lámpara que funciona con pilas.
Por la ventana miré al edificio donde ellos están, algunas luces del quinto piso estaban encendidas, es raro puesto que gozan del privilegio de encender las luces cuando se les plazca sin tener que medirse para que las pilas no se acaben.

Por algún motivo tuve la necesidad de ver a través del bosque, las rejillas relucen gracias a luz nocturna, me resultó sencillo localizar una luz proveniente de una linterna en el interior del bosque.

Apuntaba hacia el cielo, si este estuve nublado sería fácil determinar su ubicación exacta.

Qué es lo que esconde ese bosque, Sasha me dijo que donde termina el edificio no hay ni una sola ventana, pero estoy segura que pasé por una y que casualmente da al bosque, un límite que no sabía que existía.

Intenté abrir la puerta pero fue en vano, sin la tarjeta estoy encerrada, traté de calmarme y pensar en otras cosas, no resultó.
De pronto escuché el típico Bip que hace la puerta cuando se abre o cierra, me posicioné detrás del armario pero nadie ingresó. Bajé hasta el último piso y busqué la puerta de la última vez, algunos muebles rotos parecían ser depositados en ese lugar. La ventana estaba cerrada, ejerciendo fuerza la abrí y pasé por ella, me di la vuelta para confirmar que es la única ventana con vista al bosque y, sí lo es.

—¿Por dónde ir? —dije para mí misma, deambulé tratando de deducir la ubicación de la linterna, cada vez me interné más, árboles enormes y tenebrosos me rodean.

De repente se escuchó un ruido cercano y distintivo, el crujir de las ramas. Sin pensarlo busqué un lugar adecuado para esconderme, estando alerta y tratando de no hacer ruido me moví sigilosamente entre los arbustos y árboles, buscando refugio tras el tronco de un árbol.

Mientras permanecía oculta, el corazón latía aceleradamente, me esforcé por controlar la respiración, tratando de ser lo más silenciosa posible. Miré el alrededor para intentar descubrir la fuente del ruido.

—¡Por favor, ayuda! —suplicó una voz varonil de alguien mayor—. Esos malditos no entienden.

Carcajeó, a metros observé la imagen de esta persona en pleno acto aberrante, hurgó dentro de sus pantalones y sacó su miembro comenzando a masturbarse.

—Un internado con mujeres... calmará estás ganas —dijo entre gemidos exaltados—. Debo llegar antes de ser atrapado.

Terminó su asqueroso proceso y alumbró el camino con la linterna.

No debe llegar, no debo dejarle.

Y cómo si dios escuchara mis plegarias tres sujetos se pusieron frente a él, llevaban una máscaras de gas con dos orificios en cada costado.

—¿A dónde piensas que vas, basura?

—Ni creas que puedes escapar.

—Los intrusos no son bienvenidos.

Comentaron los tres, sus voces son iguales, como si la máscara les modificará la voz para que no sea fácil identificarlos.

Supe al instante que uno de ellos fue el que me amenazó, no me sería fácil identificarlo, todo lo sucedido esa noche no fue un sueño y Sasha confabuló con ese sujeto o fue amenazada para hacerme creer que fue producto de mi imaginación.

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