Nueve

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"Yo reformo a las personas que tratan de reformarme y la manera de hacerlo, es matándolas".

- Gary Ridgway

- Gary Ridgway

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No hay nada mejor que observar el cielo mientras escucho las quejas de los demás, cansado entré a la cabaña.

Al escuchar el crujir de la madera voltearon a verme, si no fuera por esas máscaras estoy seguro que sus miradas me matarían.

—Miren quién llegó —comentó número tres con falsa alegría.

—No estoy de humor.

—Tampoco nosotros, baja y hazte cargo.

—¿No pueden hacerlo ustedes?

No respondieron.

Está claro que no.

Bajé al sótano, las gradas crujieron con cada paso, el foco en medio de la habitación a penas ilumina lo necesario, el hombre atado a la silla sí que estaba hecho mierda, su sangre adorna el limpio piso gris.

De la mesa donde están los instrumentos de torturas levanté un folio con la información del sujeto, procuramos tener todos los datos de nuestras presas.

Subjefe de una empresa reconocida, cuarenta años, casado pero no tiene hijos. Mi vista viajó al espacio donde hace mención a sus víctimas, sonreí al ver la cantidad escrita.

Vaya basura humana que contamina el mundo.

—Polo —lo llamé y asustado levantó la mirada—. ¿Qué te hicieron?

Serví un vaso de agua esperando una respuesta que nunca llegó, bajo su atenta mirada aterrada coloqué una silla frente a él, sus dedos no tenían uñas, seguramente uno se divirtió bastante.

Busqué por la habitación hasta que logré divisar sus uñas esparcidas por diversos lugares, un espectáculo en todos los sentidos.

—Estoy aquí para hablar contigo —puse el borde del vaso en sus labios y desesperado bebió, la sangre no dejaba de caer de sus heridas, siempre me dejan lo peor.

Cubrí sus dedos y curé las heridas para evitar que se infecten y adelante su muerte.

—No eres cómo los otros —dijo finalmente al recuperar el aliento—. Aunque tengan la misma voz distorsionada.

Se equivoca. Todos lo hacen.

—Morirás aquí si no hablas —gracias a mi máscara no sabe si lo estoy viendo—. Mis hermanos son rudos e impulsivos, me gustaría ayudarte pero si no colaboras poco puedo hacer.

—Sé que no saldré de aquí, esos infelices del gobierno me tiraron cómo basura, después de años trabajando para ellos.

—Son crueles, sí, fueron injustos contigo —mi comentario captó su atención.

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