Veinticinco

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Mis pisadas se volvieron pesadas y lentas, no tengo fuerza, sólo deseo descansar y despertar de esta pesadilla, caminando entre los pasillos sentí la necesidad de detenerme

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Mis pisadas se volvieron pesadas y lentas, no tengo fuerza, sólo deseo descansar y despertar de esta pesadilla, caminando entre los pasillos sentí la necesidad de detenerme.

Ya no puedo más.

Alcancé a llegar a la biblioteca, grité horrorizada al verlo tirado en el suelo junto a un charco abundante de sangre, las lágrimas se apoderaron de mis ojos y tambaleando me acerqué.

—Antoni...

No respondió.

Sus ojos permanecieron cerrados.

El lugar es un desastre total pero a pesar de buscar fugazmente con la vista no vi ningun rastro de Emett, solo unas gotas de sangre que hasta cierto punto llegaban.

Una mano sostuvo por atrás el cuello de mi camisa y me arrastró hasta llegar al pasillo, rendida no puse resistencia, incluso los dedos de mi mano estaban entumecidos.

—Cuore...

No.

Abrí los ojos ante del terror de escuchar su voz y saber que mi sentencia de muerte ya llegó.

—Déjame —pedí con poca fuerza.

Gasté mi fuerza luchando con mi tía.

—Me sorprende saber que mataste a Lira, incluso cuando también me contraró para matarte, supongo que no habrá pago pero me dejó la satisfacción de atormentar tu ser cuanto plazca.

—Ragen vendrá.

—¿Por ti? —farfulló—. Eres especial, quiero saber qué tan especial eres para él.

—Frank, te equivocas si piensas que tenemos un vínculo afectivo, él no puede amar.

—Yo tampoco y aún así tengo una fijación por ti.

—No me hagas reír —sostuve el costado derecho de mi abdomen, duele como el infierno.

—Ragen es un mentiroso de primera.

—Igual que tú —contraataqué sin temor.

—Si te llego a lastimar será con el único fin de ver cómo se derrumba.

—Sigue soñando con eso, alguien como Ragen no puede darse el lujo de llorar por mi insignificante existencia.

—Una vez perdió el control, fui el causante de ese suceso.

A la lejanía escuchaba gritos que pedían con desesperación ayuda, los enfermos mentales se matan entre ellos, asqueada miré sus ojos oscuros.

—Maté a su gato —mis labios temblaron al escuchar el orgullo en sus palabras—. Ragen perdió tanto el control que terminé con diez huesos rotos, fue magnífico presenciar su descontrol.

—¡Infeliz, mereces morir!

—Toda la humanidad merce morir —se arrodilló y me sostuvo de la mandíbula con un agarre lleno de presión—. ¿Se ti bacio, ti arrabbi?

RagenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora