Un singular prostituto [Extenso]

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Érase una vez un prostituto, que a pesar de dar un servicio sexual como los otros él destacaba entre ellos

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Érase una vez un prostituto, que a pesar de dar un servicio sexual como los otros él destacaba entre ellos. Era el preferido entre las mujeres que habían tenido un mal día en el trabajo, y realmente en cualquier mujer considerada dominante o que le diera curiosidad el tema.

"Sala de tortura", así era como se llamaba aquel lugar del que solían provenir gritos y gemidos masculinos provenientes de un sólo hombre.

"40 dólares la hora" decía el cártel pegado a la pared al lado de la puerta. Y abajo en la esquina de la misma hoja escrito con chillantes letras rojas mencionaba: "¡Los lunes 30 dólares la hora!". El cártel se veía relativamente nuevo, así que ese muchacho no debe llevar mucho tiempo metido en el burdel.

Era tanta su popularidad entre las chicas que tenías que agendar una cita para poder tenerlo y pagar con antelación. Descubrir cuál era la razón de su fama era la misión de ella, una periodista experimentada que escribía resumidos blogs en internet cuando tenía tiempo libre fuera de la oficina.

—Bien, aquí está —habla la encargada del burdel abriendo la puerta de "la sala de tortura"—, es todo suyo por dos horas. Gracias por su reservación —se despide con una ligera inclinación de su cabeza y mira al hombre dentro del cuarto—. Que se diviertan.

La puerta es cerrada después de la salida de la mujer. Ella mira con detalle dentro de la habitación, y a simple vista no parecía ser diferente a cualquier cuarto dedicado a la prostitución. Había una cama acompañada de unos pequeños burós a los lados, en donde había lubricante y condones encima; sin embargo, he aquí lo interesante, el producto en cuestión estaba atado a la cama por unas cadenas. Un hombre joven de cabellos rizados y ojos cafés oscuros con 1.80 de altura y ropa interior negra, atado de pies y manos a la base de la cama. Toda una atracción para las chicas hormonales.

—Entonces, no creo que sólo seas una cara linda ¿verdad? —. Cuestiona la chica dejando su bolso en uno de los sillones del cuarto.

Abre el bolso y mete su mano para buscar la grabadora. Al encontrarla la pone en funcionamiento y con discreción la coloca encima de uno de los burós al lado de la cama.

—Algo debes tener en particular para ser tan famoso por aquí —. Piensa ella en voz alta.

El hombre simplemente se mantiene callado mirándola mientras se relame los labios.

—¿Por qué te tienen atado? —le cuestiona la mujer como si se tratase de un interrogatorio—. ¿Eres peligroso?

El chico rio internamente por lo que supuso aquella señorita. ¿Él peligroso? Claro que no.

—¿No vas a contestar, niño bonito? —. Pregunta ella ya irritada.

El muchacho se sintió ligeramente asustado por el tono de la mujer. Era fácil intimidarse de casi cualquier cosa estando atado sin poder moverte.

—E-Es que yo no t-tengo permitido hacer eso —murmura bajando la mirada—. Y por cierto me llamo Michael, no "niño bonito".

—Entonces yo te doy permiso de contestar —espeta la mujer acercándose más al interrogado—. Ahora contesta, ¿por qué te tienen atado?

Imaginas: Fantasea Con Michael Jackson [#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora