Sayu se metió al sistema de ventilación y empezó a recorrer los ductos tan rápido como podía. Durante su camino, recordó como la reclutó Kusanali, apareciendo de sorpresa y sugiriéndole esta propuesta de trabajo. Al principio, se negó, pero una vez comprobó la identidad de Kusanali (y el pago, que era de parte de Dori), aceptó con gusto.
Pasado un rato, logró llegar a la sala de control: una pequeña instalación llena de luces y botones, con cuatro Fatui sentados frente a un gran pantalla.
—¿Crees que busquen a un reemplazo para la Octava de los Once? —preguntó uno de los soldados a sus compañeros.
—Es imposible saberlo —le respondieron—: e incluso si ese fuera el caso, nosotros no tendríamos ninguna posibilidad de entrar.
—Que lata...
Sayu sacó la bolsa de polvos y empezó a liberar su contenido a través de la rejilla de ventilación, no sin antes taparse ella la boca y nariz para evitar accidentes. Unos minutos después, los soldados comenzaron a bostezar y sentirse debilitados, y eventualmente, cayeron desmayados al suelo.
Al ver esto, Sayu presionó su Terminal y empezó a hablar en voz baja.
—Kusanali, ya se desmayaron.
—Perfecto —respondió con alegría—. Iré para allá. Por favor, abre la rejilla y trata de obstruir la puerta.
Sayu salió de los ductos de ventilación y uso las sillas para bloquear la entrada, además de hacer su mejor esfuerzo para mover uno de los muebles (un pequeño librero) y se sentó a esperar a Kusanali, quien llegó un tiempo después.
—¿De verdad sabes como funcionan estas cosas? —preguntó Sayu al ver a Kusanali acercándose una silla al panel de control.
—No es tan complejo —respondió Kusanali con tranquilidad—: estas luces naranjas controlan las puertas y con la pantalla voy a ver lo que ocurre en algunos pasillos y habitaciones. Es muy útil.
—Entonces a seguir con el plan —dijo Sayu con seguridad.
Kusanali se acomodó en la silla y comenzó a vigilar mientras Sayu entraba al ducto para reagruparse con el resto del grupo. Una vez estuvieron las cuatro reunidas, volvieron a entrar al sistema de ventilación y tomaron sus respectivos caminos.
Diona y Dori emprendieron su camino al almacén principal. Se vieron forzadas a salir del ducto, pues un gran ventilador les obstruyó el paso. Habían llegado a un pasillo amplio e iluminado con la tenue luz de los faroles. Aquello le provocó a Diona una sensación de incomodidad, pues le recordaba a varias historias de terror.
Por su parte, Dori se veía calmada, aunque en realidad estaba en estado de alerta, haciendo lo posible por vigilar su entorno.
—Este sitió me da escalofríos —dijo Dori en voz baja.
—A mi igual —respondió Diona con seriedad—, pero hay que encontrar las cosas de Klee. No podemos dejar sus cosas aquí; y menos aún a Dodoco.
—¿Y quién es ese tal Dodoco?
Preguntó Dori, pues sentía mucha curiosidad.
—Es un pequeño peluche que le regaló su madre a Klee —respondió Diona con alegría—. Es muy importante para ella y no podemos dejarlo en este lugar tan horrible.
—Está bien, supongo.
Ambas continuaron su camino, pero Dori se puso pensativa: ¿De verdad era necesario que fuera la mitad del grupo por un peluche? Ir por la mochila era hasta cierto punto lógico, pues siempre estaba la posibilidad de que aquella arma que buscaban los Fatui y Kusanali estuviera ahí, pero Dodoco... ¿No le podían comprar otro? ¿O es que ni toda la Mora del mundo podía sustituir algo como eso? Tenía que verlo con sus propios ojos.
Siguieron caminando hasta que escucharon a través de su Terminal que alguien se aclaraba la garganta.
—Es Kusanali —dijo Dori mientras presionaba su terminal. Diona iba a hacer lo mismo, pero Dori le indicó que solo escuchara— ¿Ocurre algo?
—A partir de aquí las guiaré yo.
—Tengo una pregunta —interrumpió Diona—: ¿Dónde están los soldados? ¿No dijiste que había mucha seguridad?
—Parece que la mayoría de fatuis se están reuniendo en la zona oeste, pero desconozco el motivo; sin embargo, hay pequeñas patrullas en los demás sitios.
» Ahora, necesito que se muevan a la puerta que está al final del pasillo. Una vez ahí, la abriré y necesito que sigan mis instrucciones al pie de la letra.
—Vamos —dijo Dori apresurando el paso.
Ambas llegaron al lugar indicado. La puerta se abrió unos segundos después y detrás de la misma había otro pasillo que se bifurcaba y algunas cajas por el medio. Tuvieron que ocultarse rápido, pues una patrulla apareció por una de las esquinas.
—Tranquilas chicas —dijo Kusanali en voz baja—: enfrentarse a esos fatuis sería insensato, así que presten mucha atención a mis indicaciones.
» Esperen a que den media vuelta y se vaya a la derecha, y en cuanto les diga, corran en la dirección contraria hasta que el camino se divida en dos. Ahí girarán a la derecha.
Diona y Dori se quedaron en su escondite a la espera de llevar a cabo las instrucciones. Ambas estaban muy nerviosas, pero tenían que mantener la calma o sentía que algo terrible podría pasar.
—Muévanse ahora —ordenó Kusanali.
Ambas chicas empezaron a correr a toda prisa hacia la izquierda, haciendo el giro indicado y escondiéndose tras una serie de cajas.
Kusanali volvió a hablar.
—Además de los fatuis que hay frente a ustedes viene otra patrulla desde atrás —Diona y Dori se miraron con miedo—: cuando la patrulla de delante se vaya, les cerraré la puerta y ahí deben correr hacia la izquierda, esconderse dentro de unas cajas y cubrirse con el papel que hay ahí; eso debería evitar que las vieran.
—Debería... —dijo Diona con nerviosismo.
—Hay que movernos —indicó Dori.
Dori tomo a Diona de la mano y empezaron a correr en la dirección indicada, encontrando un callejón sin salida con varias cajas amontonadas y periódicos abandonados. La puerta tras ellas se cerró, por lo que se apresuraron a meterse juntas en la caja más grande que había y cubrirse lo mejor que pudieron con los papeles.
—Mantengan la calma.
Susurró Kusanali mientras abría de nuevo la puerta. Los fatuis avanzaron hacia aquel callejón con lentitud. Diona y Dori hacían lo que podían para controlar sus respiraciones y no hacer un ruido fuerte; ambas tenían el corazón en un puño y los ojos cerrados, deseando que no las fueran a encontrar
Después de un tiempo que se les hizo eterno, Kusanali les volvió a hablar.
—Levántense y vayan todo derecho.
Dori y Diona acataron la instrucción tan rápido como pidieron, internándose en el umbral con algo de miedo. La puerta tras ellas se cerró.
—En ese pasillo hay una puerta que es distinta a las otras —indicó Kusanali—, eso es un ascensor; vayan al piso 3. El almacén está tras la primera puerta que vean. En cuanto recuperen las cosas de Klee, pónganse en contacto conmigo.
—Espera —dijo Diona con preocupación—, ¿ya no nos darás más instrucciones?
—Debo guiar a Qiqi y a Sayu, pero estaré al pendiente de ambas, suerte.
El silencio volvió. Diona y Dori entraron al ascensor y se sentaron en el suelo, intentando descansar y relajarse. Se sentían exhausta e intranquilas, pero al menos tenían un momento de paz entre tanto caos.
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El gran rescate de Klee (#PGP2023)
FanfictionLa pequeña Klee ha desaparecido, y por azares del destino, su amiga Diona contará con una ayuda muy particular para afrontar distintas amenazas y traerla de vuelta a casa en este particular juego de ajedrez. Portada hecha por: https://twitter.com/l...