Carta 13. Seis días después

20 10 7
                                    

Amiga:


Que ingenuo, creí desear el fin hasta que me enfrenté cara a cara con la posibilidad de morir. Ahora sé que quiero vivir, sí, lo deseo más que nada, pero no en el domo, no como lo he hecho en las últimas décadas, siglos, que se yo cuánto tiempo ha pasado. Mi tiempo se pausó cuando el maldito suero de Olga entró en mis venas; ya no más. Esa bestia, esa cosa que me ha perseguido por semanas, ha logrado entrar a mi refugio.

¿Cómo pudo hacerlo? No tengo idea. El domo alguna vez contó con un complicado y casi infalible sistema de seguridad que yo mismo desconecté para ahorrar energía y por parecerme la cosa más inútil siendo yo el último ser humano en pie. Pese a esto, la puerta exterior requiere que se active un mecanismo para abrirla, simple, ingeniería básica que sin embargo necesita un mínimo de razonamiento para hacerla funcionar.

¿Quién o qué es entonces lo que me persigue? Una bestia no pudo lograrlo, le falta la destreza y, sobre todo, la inteligencia para lograrlo. He pensado que puede tratarse de algún primate más desarrollado, puede ser posible, ya una vez una mutación permitió su evolución, pudo haber sucedido de nuevo. Entonces: ¿tengo alguna posibilidad de sobrevivir de cara a un ser humano primitivo? Y si no es eso, ¿Qué puede ser? Siento que mi cabeza estalla solo pensarlo, esa criatura vaga por el domo que ha sido mi dominio por años, a sus anchas y sin que yo pueda saber dónde se encuentra. Las pocas cámaras que aún están conectadas no me muestran nada, es como si supiera dónde se encuentran ubicadas y las rehuyera exitosamente.

Temo por mi vida, temo por la posibilidad de que conmigo perezca el último vestigio de la humanidad y su capacidad para crear maravillas y construir una sociedad tan desarrollada como en la que alguna vez viví. Quizá soy demasiado soberbio, nuestro desarrollo únicamente nos permitió cometer genocidio contra nosotros mismos, pero existieron cosas buenas: el arte, la literatura, la medicina, la ciencia misma y por qué no decirlo, también la religión. Creencias, cultura, un sentir popular, la conciencia individual en un entorno netamente social, la capacidad de razonar y decidir, algo que solo nuestra especie pudo lograr. Cada que veo esas maravillosas obras de arte, preservadas y tan celosamente guardadas en una de las bodegas del domo, vuelvo a sentir un atisbo de orgullo por mis congéneres que se acaba casi al instante, cuando me encuentro nuevamente solo y en compañía de un predador que sin duda está próximo a desaparecerme para siempre y borrar en un último respiro todo lo que fui y sigo siendo.


Desde el infierno, Hans

Cartas desde el Fin [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora