I. Me gustaría comer tu cerebro.

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La vida universitaria era bastante aburrida en la opinión de Katsuki.

Aquella vida llena de fiestas, alcohol, drogas y sexo que pintaban las películas americanas, no tenía ninguna relación con la vida llena de estrés, evaluaciones y trabajos que llevaba Bakugo Katsuki en su universidad.

Técnicamente no es algo que lo moleste, o lo haga siquiera sentir estafado. Al contrario, descubrir que su vida estudiantil podría ser más tranquila de lo que le prometieron le hizo suspirar de tranquilidad. El no necesitaba vodka puro combinado con Xanax todos los días de lunes a lunes, 25/8.

De hecho, encontraba cierta paz—jamás admitible— en las tranquilas tardes de estudio en los dormitorios con su mejor amigo, Kirishima Eijiro, también en las relajantes tardes de café amargo con galletas de jengibre en la panadería junto a la universidad con su grupo de amigos.

Sin embargo, no todo era fácil y rápido en la universidad, como también se presumía en las películas americanas.

Un ejemplo es su mañana actual.

Corría por toda la habitación, sudor por todo su cuerpo, en especial en sus manos, haciendo que resbalaran las libretas que buscaba con tanto desespero, pues aquella mañana el despertador no había sonado y justo ese día tenía una muy importante prueba con el profesor que más odio le había agarrado.

No lo malinterpreten, el odia a casi todos sus profesores, así que no era algo especial.

En medio de sus carrera contra reloj varios libros y CD's perfectamente acomodados en su librero, cayeron al suelo, dejando un completo desastre por todo el cuarto.

“Maldita mierda malnacida del demonio bastardo”

Era un ejemplo bastante acertado de lo que pasaba por la mente de Bakugo durante todo este trayecto.

Terminó por salir de la habitación, casi olvidando cerrar con llave, y emprendió una carrera por todo el dormitorio de la universidad.

Pudo notar varios estudiantes al rededor viéndolo con una extraña combinación de gracia y compadecimiento por su claro retraso.

Es que si se pone a pensar, eran las 8:30 de la mañana. A esa hora ni siquiera veía alguno de los extras que se encontró en el pasillo.

Ya estaba llegando al núcleo de Derecho, donde claramente estudiaba, cuando se topó con alguien interponiendose en su camino.

“Pobre infeliz que se cruzó en mi camino” Pensó Bakugo, con claras intenciones de pagar su rabia con la persona al frente

—¡Bakugo, ahí estás!—afortunadamente fue su mejor amigo, Kirishima con quién se topó.

No es sorpresa para nadie saber que Bakugo se relajaba considerablemente con sus “autoproclamados amigos”, como los suele llamar.

—¡Muévete, maldita sea, no voy a llegar tarde por tu culpa!—gritó exasperado en respuesta, empujando al pelirrojo claramente teñido.

Difícil de creer, pero esa era la respuesta menos descortés que alguien recibió de parte del rubio.

—¡Ey, no es mi culpa que-! Espera, ¿a dónde vas?

La cara de Bakugo se contrae de confusión ante la pregunta.

—¡A la clase del maldito de Sociología! Tú deberías hacer lo mismo, imbécil—responde con tono obvio, como si aquella fue la pregunta más estúpida del mundo al ver a su amigo muy relajado en medio del pasillo.

—¿No te enteraste? Sensei enfermo. Tenemos al menos un hueco en el horario de...—sube la mirada, haciendo cuentas, claramente—cuatro horas, sí. Después tenemos Derecho civil con Seiji-sensei.

No Me Muerdas, Imbécil!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora