Capítulo 4~"MI FAMILIA"

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El amor nacido del afecto entre dos personas es lo más espléndido del universo. Esas palabras dichas con devoción, las risas intercambiadas entre la penumbre de las noches estrelladas, el lento baile entre dos amantes que se entregan el uno al otro a algo que escapa de su entendimiento. Ese amor tan resplandeciente que se refleja en un acto, una palabra, una suave caricia, un beso delicado y pasional, ese amor, es puro y verdadero. Esto les ocurrió a mis padres hace mucho, mucho tiempo...

Era una tarde de verano hermosa donde el sol se escondía por el oeste dejando tras de él una preciosa estela rojiza simbolizando el fin de un maravilloso para algunos, agotador y horrible para otros, día. Mariana (mi madre) caminaba feliz por la calle mirando a su alrededor las formas y texturas de las casas, imaginando cómo sería vivir en ellas con su familia. Observando las distintas tonalidades de las flores, el verde opaco casi grisáceo, por la poca iluminación, de las plantas, saludando a conocidos y oyendo el suave trinar de algún pájaro a lo lejos.

De repente, de la nada chocó contra algo sólido y fuerte deteniendo su andar despreocupado, tranquilo. Al levantar la vista se encontró con un joven deslumbrante, no por su rostro, no por su musculoso cuerpo ni por su arrogante sonrisa, oh no, sino por la forma tan atenta, tan directa y aguda en que sus ojos la veían.

— Lo siento mucho, no vi por donde iba, venía distraída — le dice rápidamente luego de haber estado mirándolo embobada unos minutos.

— Eso ya lo vi, pero no se preocupe, encontrarse con una mujer tan magnética en un atardecer tan precioso es solo suerte de pocos — le dice el joven (mi padre) con galantería, Mariana no pudo evitar sonrojarse.

— Gracias por tan exquisitas palabras — respondió con una sonrisa tímida — ¿Podría saber el nombre de tan agradable caballero?

— Mauricio Russemburgo y usted mi bella dama me honrará revelándome su identidad — dijo con una sonrisa pícara en los labios.

— Mariana Raniing, un placer conocerlo — dijo tendiéndole la mano. Él se la aceptó y acercó sus labios a sus nudillos en un beso fugaz. Mariana se puso colorada otra vez. No podía creer estar recibiendo tantas atenciones de tan guapo joven.

— El placer es todo mío mi señorita Raniing y dígame ¿a dónde se dirige tan majestuosa divinidad? — ante tantas adulaciones Mariana no sabía que responder. Ningún muchacho se había fijado en ella antes; normalmente pasaba desapercibida para todos. Era tímida, reservada y no tan hermosa como las demás. Ella lo sabía, sin embargo, ante los gestos y palabras de Mauricio no pudo más que creerle.

Para él, ella era espléndida, era una mujer segura de sí. De esta forma algo cambió dentro de ella, lo tímido, lo reservado se transformó repentinamente, dejando entrever el reflejo de una joven lista, decidida, tenaz, hábil en palabras.

— Me dirijo hacia mi casa señor Russemburgo y usted noble caballero ¿por qué se detuvo en este lugar específico? — él le dirigió una sonrisa astuta y amable a la vez.

— Yo simplemente me he detenido para observar tal obra de arte — le respondió abarcando con un gesto de la mano hacia la lejanía donde los últimos fogonazos de luz se desvanecían para dar paso a la noche.

— También me deleitaba con tales vistas antes de chocar con usted.

— ¿Y cómo no hacerlo? Pocas veces nos paramos a observar las genialidades de la naturaleza, cuando esta nos lo muestra a toda hora.

— Opino de igual forma, por eso siempre que puedo caminar me gusta mirar a mi alrededor. Muchas veces se descubren nuevos misterios sin tan siquiera esperarlo.

— Me alegra encontrar a alguien que opine como yo — luego mirándola directamente a los ojos, capturando todo su campo de visión prosiguió. Aun si Mariana hubiera querido desviar la vista, le hubiera resultado difícil hacerlo. Sus ojos mostraban una intensidad imposible de evadir — Me honraría usted señorita Raniing, si me consintiera el ser su acompañante hacia su morada. Permitidme gozar un poco más de su presencia — Mariana no sabía que decir, no conocía de nada a este noble galante. Sin embargo, ¿cómo decirle no a tan admirable joven?, ¿cómo ignorar su amable y encantadora petición?

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