Capítulo | 04

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Narra | escritora

El sonido de la campana que avisaba que la hora del receso comenzaba, sonó con fuerza, aliviando a los estudiantes del salón de ___, quienes justo iban a tomar un exámen de física, pero como dice la frase, fueron "salvados por la campana".

___ salió de su salón en busca de el rubio, no esperaba encontrarlo con otra chica frente a él, confesándole sus sentimientos.

No tenía el motivo para desconfiar de su pareja, por lo que decidió no interrumpir y retirarse, suponía que tendría que almorzar con sus amigos como antes. No era un problema para ella.

Ya estaba sentada con sus amigos, y Hisa como siempre, estaba robándole de su comida.

-¡Hisa, por favor! Me vas a dejar sin nada.-

-¡Vamos, ___! Tengo hambre, y Odette ya no quiere ayudarme a cocinar.- habló de la castaña, quien estaba a sentada frente a ellos.

-¿ayudarte a cocinar? ¡En pocas palabras yo cocinaba para tí!- reclamó ella, Hisa no ayudaba porque tenía miedo del fuego y el aceite, la mayoría de veces, por no decir todas, el peliblanco escapaba de la cocina cuando se escuchaba el aceite friéndose.

-¡Es que yo no sé cocinar y lo sabes! Odette no me quiere, ___ es la única que aprecia a esta pobre alma...~- habló dramático y abrazando a la contraria, pero se detuvo en cuanto vió al novio de su amiga allí, observándolos fijamente.

-Suéltala, ___ es mía.- quitó el brazo del otro chico solo para abrazar a su chica y alejarla, teniendo la mirada fija en aquel peliblanco.
No le agradaba lo que había dicho.

-¡Alguien ayúdeme! ¡por favor, alguien!- los gritos resonaban en aquel lugar, la sangre salía a montones de su ojo izquierdo, donde se encontraban muchos gusanos carnívoros, dolía como el mismo infierno, pero nada podía hacer, estaba con manos ata...

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-¡Alguien ayúdeme! ¡por favor, alguien!- los gritos resonaban en aquel lugar, la sangre salía a montones de su ojo izquierdo, donde se encontraban muchos gusanos carnívoros, dolía como el mismo infierno, pero nada podía hacer, estaba con manos atadas y piernas rotas.

-Nadie te va a escuchar aquí, creí que te lo había aclarado en cuanto despertaste.

-¡Aléjate de mí! ¡Maldito monstruo! ¡Estás demente!- Los disparos hacia su pecho llegaron tan rápido como un suspiro, sabía que de ese lugar, no saldría con vida.

-¿soy un monstruo? ¿estoy demente? No, esto es solo para que nadie intente quitarme lo que es mío.-

-ojalá te pudras en el infierno, ...-

Y ese fue el disparo de gracia, arrebatándole la vida en un instante antes de que pudiera mencionar su nombre por última vez.

-Limpia ahora, no quiero que nadie sepa de esto, ¿entendido?-

-Muy claro, mi señor.-

Narra | ___

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Narra | ___

Mikey y yo caminábamos de la mano, nos escapamos de la escuela, pero poco me importaba.

-Linda, ¿sabes que haría de todo por tí, verdad? Te amo, no quisiera perderte.-

Recostó su cabeza en mi hombro, esbocé una sonrisa.

-¿A qué viene eso?-

-No lo sé, solo quería decírtelo.-

-Yo también te amo.-

Respondí a sus anteriores palabras, ambos sonreímos y seguimos rumbo a su hogar, ya era costumbre que pasáramos toda la tarde allí.

Emma y yo nos encontrábamos peinando a Manjiro, él solo estaba tranquilo ya que lo sobornamos con 10 taiyakis y 5 dorayakis.
No lo pensó ni un momento.

-Emma, ¿puedes alcanzarme un lazo? Por favor.-
Pedí y la rubia me entregó una cinta color negro, la cual fue colocada en una de las trenzas que le hicimos al pandillero.

-___, pásame el esmalte dorado, está a tu derecha.-
Se lo entregué y siguió en su trabajo de pintarle las uñas.

Una vez terminamos, Mikey se miró en el espejo, le gustaban el par de trenzas que ___ le hizo.
Luego, su vista fue a sus uñas. Su hermana no se las había hecho nada mal, eran negras y tenía el símbolo de la ToMan; le pediría más seguido que se las pintara.
Por fin, tomó la palabra para poder decir lo que pensaba acerca del 'arreglo' que le hicieron las dos chicas.

-Me veo divina.-

-Aún falta- esta vez fue Emma quien lo dijo, asentí con la cabeza, estando de acuerdo con su opinión.

-Falta vestirte.- dijimos ella y yo al unísono, nos miramos dándonos la señal.

Manjiro corría, estando sin camisa y con los pantalones cayéndose, tanto su novia como su hermana lo perseguían para ponerle un vestido negro.
El rubio se cansó luego de tanto, y aceptó su cruel destino.
Quedando como ganadoras las chicas, logrando su propósito con éxito.

Mi amor por tí - Manjiro SanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora