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Después de unos cuantos días de caminata pude llegar a la cuidad, en la cual supuse que no llegarían a encontrarme debido a su extenso perímetro y su cantidad de habitantes

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Después de unos cuantos días de caminata pude llegar a la cuidad, en la cual supuse que no llegarían a encontrarme debido a su extenso perímetro y su cantidad de habitantes. A diferencia del pueblo pobre en el que vivía a las afueras de la cuidad.

Los callejones eran aún más fríos y oscuros, las calles mas transitadas y las miradas hacia mí eran mucho más despreciables. Mi segunda noche ahí quise pasarla en un lugar tranquilo y el menos transitado de la cuidad, pero mi sorpresa fue cuando un lindo auto comenzó a deambular entre esas oscuras calles.

Creía que tan solo se habría perdido o viviría por allí, pero al verlo estacionarse frente a un par de basureros y a una figura masculina bajar del auto mi curiosidad aumentó. Me acerque en silencio para observar más de cerca, pudiendo ver que aquella figura sacaba algunas bolsas de basura de su maletero y las arrojaba al basurero.

Creía que tan sólo era una persona normal tirando su basura, pero al verlo sacar una bolsa más grande que las anteriores mi expresión cambió al notar que de aquella bolsa escurria un espeso líquido rojo y de un ahujero sobresalía una mano humana.

En ese momento mi cuerpo comenzó a temblar desesperadamente y mi deseo por alejarme de ahí había sido destruido por una decorcertante parálisis en mis delgadas y moreteadas piernas. Al tratar de retroceder para no ser vista, tropecé torpemente con una varilla y solté un quejido de dolor al caer en seco al pavimentado suelo.

Algo que definitivamente el hombre lograría escuchar.

—¿Quién está ahí?

Cubrí mi boca con una mano mientras que con la otra gateaba tratando de alejarme de ese lugar. Escuchaba los pasos acercarse cada vez con mas insistencia, pero al detenerme detrás de un montón de cajas apiladas a la vuelta del callejón los pasos cesaron.

Creía que ya se habría ido debido al intranquilo silencio, así que me relaje apoyándome a la pared y solté un suspiro asfixiante mientras jadeab tratando de recobrar la normalidad de mi respiración. No obstante, una risa divertida y un pie que sobresalió de detrás de la pila de cajas me congeló. Observando al hombre de antes salir y pararse frente a mi, y sin antes poder hacer o decir algo levantó un bate y golpeó mi cabeza con brutalidad.

Eso fue lo único que recuerdo de esa noche desde que desperté.

Al despertar me encontré en una habitación vacía, obscura y fría. El inmenso dolor de mi cabeza aún me mantenía borrosa mi vista, todos mis sentidos volvieron en sí poco a poco al sentir un frío metal rodear uno de mis tobillos y percatarme del líquido rojo que aún brotaba de la parte superior derecha de mi cabeza.

—Hace demasiado frío aquí— murmure arrastrandome hacia una de las 4 paredes de la habitación, en la cual se encuentra unida la cadena.

Por el tipo de ambiente y teniendo en cuenta la situación pasada, llegué rápidamente a la conclusión de que ya no tendría escapatoria de ese lugar. Sin pensarlo más abrace mis piernas y escondí mi rostro entre ellas y mi pecho, dejando escapar mi llanto.

EN LAS MANOS DEL PSICOPATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora