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Quiero decirle que no voy a hacerlo, de verdad quiero hacerlo... pero no puedo, igual que siempre. Por más que intento escribir con mi mano derecha, me es imposible y por más que lo intento con la izquierda, es ilegible. Joder, esto me está hartando.

La puerta se abre y entran dos enfermeras con una silla de ruedas.

— Génesis, ya que hemos quitado algunos de tus yesos y necesitas algo de aire, hoy saldrás al patio con nosotras ¿De acuerdo? —pregunta una de ellas, una rubia y gruesa mujer de unos cuarenta años.

— Ya que no tengo opción —murmuro para mí misma.

Comienzan a soltar algunos monitores y me aferro a mi agenda. Al final entre las dos logran ayudarme a sentar en la silla. La otra, una mujer de cabello castaño y un feo rostro, toma la silla desde atrás y comienza a empujar.

Al fin saldré, pero a pesar de estar recluida contra mi voluntad, no me alegra en absoluto ver la luz del sol. Están equivocados todos, la oscuridad no es mala.

Al salir a lo que es el patio, veo un montón de niños jugando en el césped. O bueno, los que no tienen los suficientes problemas mentales como para hacerlo como niños normales.

Algunos lucen tristes, como si hubiesen perdido la esperanza. Hay otros, que son adolescentes, que se sientan alejados y miran las nubes o lloran, o solo miran a un punto fijo. Es triste.

Las enfermeras me dejan ahí y se van. Genial, me quedaré estancada en el mismo sitio por quién sabe cuánto tiempo. Además, hace un sol de la mierda.

Una niña se me acerca. Tiene una trenza despeinada, una de esas que haces cuando eres pequeña y tu madre aún no te enseña cómo hacerlo bien.

— Eres bonita, pero no te puedo hacer un bonito peinado —menciona ella, girando un poco su pequeña cabeza.

No le sonrío. No se ve agradable. Se ve como esas niñas de películas de terror. Entonces aparece una joven a su lado y la toma del brazo.

— Lo siento si te incomodó, es un poco inquieta —menciona, sonriendo lo mejor que puede, sin mostrar sus dientes y luego le susurra algo al oído a la pequeña; que al final se va—. Mi nombre es Nina.

— Génesis —respondo, seca.

— Y bien, ¿Por qué estás aquí? —pregunta.

— Intento de suicidio, creo.

— Vamos, me estás jodiendo —dice—. Nadie entra aquí por intento de suicidio.

— ¿Por qué estás aquí? —cuestiono.

— Mi hermana pequeña y yo tenemos bipolaridad —suspira mientras se sienta en el suelo—, así que mi padre nos dejó acá.

— ¿No las quiere?

— No fue eso —responde, juntando sus labios hasta hacer una línea recta—. Ya no podía lidiar solo con nuestros ataques de ira. No desde que murió mamá.

No le respondo, aún no tiene mi confianza. Nadie la tiene. Se queda mirándome, como esperando por algo. Como si fuese un perro aguardando por sobras.

— Entonces, no sabes por qué estás aquí.

— No, ¿Me lo dirás? —pregunto de mala manera.

No sé lo que mi cerebro está tratando de conseguir, pero me preocupa. La chica se levanta y mientras está frente a mí cierra sus puños. Esto no acabará bien.

— ¡Quería ser amable! ¡Quería intentarlo! ¿Sabes? ¡Púdrete! —me grita en la cara y luego me golpea.

Una y otra vez siento el dolor. Pero es extraño. Me estoy riendo mientras lo hace. Estoy dejando de comprenderme a mí misma y eso me preocupa.



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Hola, queridishos,

Bien, verán, he inscrito "I'm not Boddah, Kurt" a un concurso y necesito de su ayuda para ganar. Si de verdad les ha gustado la historia, les pido que vayan al enlace externo y voten por ella.

Los amo,

Dai.


PD: Gracias por los 2000 votos en I'm not Boddah y los 1300 aquí... ¡SON LOS MEJORES!

Call me Boddah | Boddah #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora