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Mis ojos comienzan a abrirse con lentitud, y la poca luz que logra entrar a mi habitación no es suficiente para dejarme entrever nada. Mis sentidos se sienten aun dormidos, pero puedo oír un par de voces masculinas discutiendo frente a la puerta de metal que no permite que salga.

- Me temo que no recuerda muchas cosas -dice una de las voces.

- Pero, ¿cree usted hallar algún modo de que recuerde algo?

- Quizá algo de hipnosis, pero es complicado predecir si va a recordarlo demasiado bien, casi del mismo modo como es que acepten una declaración de este tipo en una corte.

- Lo será, pero me temo que es lo mejor que podemos conseguir por el momento, siempre dudamos que fuese defensa propia, pero la declaración de la niña fue lo que tuvo más peso en la corte.

- Bien, sígame, tenemos que terminar de arreglar algunos asuntos con respecto a esto.

Los escucho caminar lejos de la habitación y cada vez me siento más segura de qué es lo correcto. Los recuerdos que llegan a mi mente no son agradables, pero son la poca infancia al lado de Layla que puedo recordar.

Recuerdo verla beber, como si tratase de olvidar algo, como si fuese tan sencillo tomar una botella y desaparecer el pasado, pero no es así. Recuerdo que solía decirme que lo peor que podía sentir una persona era la culpa y aunque siempre creí que había sido en defensa propia, sentía como si ella en realidad me hubiese quitado la parte más importante de mí.

Lo demás que forma parte de lo que me veo obligada a llamar infancia, es solo un lugar con muchos niños y poco afecto, con muchos adultos quejándose de sus vidas y pocos felices con su empleo, con mucha comida mala y camas insuficientes para albergar a todos, quizá el lugar más lúgubre que hubiese podido visitar cualquier niño en cualquier vida. El lugar en el que tuve que vivir durante siete años, eternos en mi memoria, como el momento en que mi madre fue sentenciada, o mi padre fue enterrado o el resto de lo que tuve que llamar familia prefirió abandonarme en aquel lugar.

Los fantasmas de mi pasado me atacan, deprimiéndome más y más y por infortunio no puedo hacer nada contra ellos. Quizá sea tiempo de solo despedirme de una vez por todas del cuento de hadas y enfrentarme a la realidad.


Call me Boddah | Boddah #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora