Capítulo 2

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Elisse suspendió sus clases de aquel día y yo, después de tomar las mías, fui a la biblioteca a buscar a la única persona que sabía que podría escucharme: Ross.

Lo encontré como siempre oculto detrás de una pila de libros. Ross un muchacho de diecisiete años, alto y delgado, de cabello castaño y desordenado, pero con la típica cara noble de alguien distraído. Era un chico raro y, como tal, no tenía muchos amigos, pero yo me había encariñado con él desde el día en que lo conocí.

Sus ojos seguían frenéticamente las palabras del libro que tenía entre las manos y, a juzgar por la cantidad que lo rodeaba, estaba sumergido en una investigación.

Narmond tenía tres bibliotecas. Dos centrales y una prohibida. A esta última, evidentemente no teníamos permitida la entrada, pero yo siempre sospeché que Elisse sacaba de ella los raros libros que Ross ocultaba en los bolsillos de su túnica. En aquella oportunidad, no obstante, nos encontrábamos en la biblioteca del tercer piso. Aquella destinada al estudio de las criaturas mágicas y demoníacas. El tema favorito de Ross Cortis.

Las paredes eran de ladrillo rojo y todo estaba debidamente iluminado por candelabros con un fuego amarillo acogedor. Algunas paredes tenían tapices con imágenes de bestias que jamás había visto en persona y las mesas, largas y de madera de roble, eran salvadas del título de huérfanas solo por la presencia de mi tímido amigo.

─¿Qué haces? ─pregunté sentándome a su lado.

─Leo el último trabajo de Alismor Barraguil sobre el origen de los yins ─respondió sin verme.

No tenía que sorprenderme. Ross era un erudito de los demonios, pero la razón de esto es que se la pasaba estudiando sobre su propio origen. Era un jinn. Una clase de demonio muy poderosa, similar a los brujos, pero diferente en muchos sentidos. Aunque claro, la dependencia a un objeto era la diferencia más notable, más cuando la misma lo privaba de su libertad.

─¿Alguna novedad? ─pregunté acercándome al libro.

Aquel era un libro interesante, al menos físicamente. Tenía una cubierta del color de los olivos y parecía que una cadena de ramas lo abrazaba de un extremo a otro.

─Me temo que no es tan sencillo ─respondió mirándome con algo de frustración─. Está escrito en rúnico antiguo y me temo que no hablo esa lengua.

Me tendió el libro y quedé maravillada. Las páginas estaban amarillas y mohosas como podía esperar en un libro antiguo, pero la caligrafía era magnífica. Se había escrito a mano hace cientos de años y estaba segura porque solo así se podrían lograr trazos tan finos y perfectos como aquellos. El rúnico antiguo era el idioma de los primeros tiempos, aquel en el que dioses y demonios compartieron el mundo, y, por ende, en los días en los que no existían ni mi pueblo ni el de los humanos. Muy pocos podían hablarlo, así que muy pocos podrían traducir aquel libro.

─¿Dónde lo encontraste?

Ross apretó los labios y desvió la mirada. Yo solo me reí.

─No sé qué es más raro. Esto ─Señalé el libro─. O que tú y mi mamá sean mejores amigos.

Ahora fue su turno de reír y quitarme el libro.

─No somos mejores amigos. Solo me apoya en mi investigación y... ─bajó la voz─, prefiere que le pida ayuda a ella y no a la directora James.

Eso era cierto. No había persona en el mundo con una moral más cuestionable con Elena James.

─Y justo por eso necesito hablar contigo antes que cualquier otra persona ─le dije y me puse de pie─, pero no puede ser aquí.

Ross arrugó el entrecejo, pero tras cerrar el libro y guardarlo en su túnica, me siguió.

No estaba segura de a qué lugar podríamos ir porque claramente era cuestión de tiempo para que alguien fuera por Ross, así que lo invité al lugar más lejano de la academia: El Muelle Gorriel.

Las costas en el sub-mundo eran frías y lúgubres, eso jamás podré negarlo. La neblina comenzaba a aumentar y las luces verdes, amarillas y blancas luchaban entre ellas por la atención de los barcos.

Algunos marineros se preparaban para zapar en cualquier momento y los vendedores ambulantes ofrecían productos del mercado negro junto a otros bienes igual de prohibidos y peligrosos.

Ross y yo nos acomodamos en el lugar que otrora había ocupado un barco pesquero y en donde ahora podíamos sentarnos y ver el mar. Las luces de colores se reflejaban, pero no mitigaban la oscuridad absoluta del horizonte.

─¿Qué ocurre? ─me preguntó Ross finalmente.

─¿Qué sabes del problema con los vampiros?

─¿Aquí en el sub-mundo? ─Me miró─ Nada. No tienen permitido bajar desde que abandonaron la Zash. Iría contra los acuerdos.

Asentí y me mordí los labios.

─¿Por qué preguntas?

─Es que hoy los de la Zash buscaron a Elisse, quieren que trabaje con ellos por un asunto que no... estoy segura de qué se trata. Solo sé que tiene que ver con desapariciones y vampiros.

Ross regresó la mirada al mar y pensó un poco antes de responder.

─Hace un par de años, cuando vivía con otros yins, escuché algo sobre un conflicto con CastleBlood. Es algo así como la Zash de los vampiros y, de acuerdo al líder Jorel, allí es a donde llevan a los humanos que convierten.

─Ellos dijeron algo sobre desapariciones ─trague saliva antes de continuar─. Fue en una misión similar en la que murieron mis padres.

Mis padres eran agentes de la Zash y Elisse era, en realidad, mi madrina. Los tres trabajaron juntos en una misión que involucró a vampiros, desapariciones y Ewigmor cuando yo tenía cuatro años. Al final mi padre murió y mi madre desapareció. Elisse se hizo cargo de mí desde entonces y, para proteger a la hija de su mejor amiga, dejó la Zash y se dedicó a la docencia. Durante años, Elisse buscó a mi madre, pero, eventualmente, ambas aceptamos lo inevitable: ella también estaba muerta.

─Han pasado años desde eso, puede ser lo mismo... o no ─dijo Ross.

─Elisse está preocupada.

─Los vampiros siempre son algo sobre lo cual hay que preocuparse ─aseguró Ross─. No es que los conozca, pero siempre que el mundo está en peligro, los vampiros están detrás de eso.

Proyecto GrondheilWhere stories live. Discover now