Capítulo 3.

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Parte 1/2

Asher

Los días pasaron, el recuerdo de aquella tarde juntos no dejaba de rondar en mi mente, e incluso muchas noches Damaris se me presentaba en sueños.

Comenzamos a vernos diario, la acompañaba a sus clases de baile, también a su universidad. E incluso le esperaba cuando se le hacía tarde para llevarla a su casa. Teníamos largas charlas en esos trayectos, así nos fuimos conociendo, y también así fue como rápidamente me iba enamorando de quien ahora parecía ser mi mejor amiga.

Hoy era un día bastante lluvioso y húmedo, pero eso no evitaría que la acercase a su clase de literatura inglesa en la prestigiosa universidad de Liverpool John Moores University. Toqué el timbre un par de veces y esperé junto a la puerta con el paraguas, así podría llegar al coche sin mojarse. Un par de minutos después, Damaris atravesó el portal de su casa, llevaba unas texanas negras, una falda por debajo de las rodillas, junto con un suéter blanco que le sentaba de maravilla, pero había algo más, en su rostro se veía no solo cansancio, sino también preocupación.

—¿Todo en orden?— indagué.

—No ha sido de mis mejores noches.— hizo su mejor intento en darme una sonrisa, pero esta acabó en una mueca.

—Soy bueno escuchando.

Tomé sus libros y los cargué, para luego abrir el paraguas. Caminé en silencio a la par de esa hermosa mujer, una vez que llegamos al coche, la seguí hasta el lado del acompañante para que así no tuviera que arruinarse su hermoso peinado por las gotas que caían sin cesar.

Al entrar en el coche, ella me sorprendió dándome un abrazo, el cual no dudé en responder.

—Gracias.

—Pero si no he hecho nada.— le sonreí.— No tienes porqué hablarlo si no quieres.

—Es mi madre, ella...— cerró sus ojos un momento.— otra vez se encuentra en el hospital, ha tenido una caída y parece que se hizo mucho daño, tal vez deban hacerle cirugía.

Ahora entendía aquellos sentimientos que había notado en su rostro, lo mas probable es que al enterarse de ello, halla pasado la noche entera en el hospital cuidando de su madre.

—Puedo pasar por ti cuando acabes con tus clases.— no estaba muy seguro de lo que decía, tal vez podría asustarla con esto, pero como siempre, hablé antes de pensar.— Te acercaré y cuando acabe el horario de visita podemos ir por algo de comida.

Ella asintió, al dejarla en su universidad, se despidió dejando un beso en la comisura de mis labios. Antes de que bajara, le entregué el paraguas y le supliqué que se cuidara.

Si bien no quería que se marchara, era lo que debía hacer. No podía ir como un loco pidiendo que faltara a clases por mi, era simplemente una locura.

Una vez la vi entrar en la universidad, conduje hasta mi estudio de fotografía, debía buscar las fotos que la señora Edith me había encargado. Algunas se encontraban en un pendrive mientras que otras las llevaba en un sobre, y luego de entregárselas y asegurarme de que la mujer quedase complacida con mi trabajo, me dirigí a mi apartamento.

—¿Qué haces aquí?, pensé que hoy trabajabas hasta tarde.— fue como me recibió Abby, la novia de mi mejor amigo que se encontraba medio desnuda.

—¿Podrían dejar de usar mi casa como puticlub?

Desde lejos oí la voz de Diego soltar una fuerte carcajada.

—¿Me recuerdas porqué ahora viven en mi departamento?— solté un tanto irritado.

—Pues digamos que mi cama no se siente tan bien tu cama de invitados.

Le dediqué una mirada asesina para luego marcharme a mi cuarto. Esta situación me molestaba bastante, al parecer los tórtolos habían decidido formar su nidito de amor en mi departamento luego de que Diego tuviera una discusión con su hermano. Minutos después oí la puerta de entrada cerrarse y a alguien acercándose a mi cuarto.

—Sabes que es momentáneo, dame unos días más para poder conseguir un buen lugar.— intentó consolarme mi amigo.

—Si, da igual.— nuevamente me distraje pensando en Damaris y la situación de su madre.— ¿Crees que puedas ayudarme con algo?

—Lo que sea.

***

Eran las 3 de la tarde cuando Damaris me envió un mensaje preguntando si seguía en pie lo de ir a ver a su madre. Mientras acababa de colorar el florero, respondí dándole una afirmativa y diciendo que en 15 minutos pasaría por ella, y así fue.

—Algún día acabarás por tener un accidente si sigues conduciendo así.

Esa fue la manera en que me recibió luego de que llegara al punto de encuentro 5 minutos antes de lo previsto. En parte tenía razón, desde siempre conduzco como un descosido. Muchas veces tuve accidentes por ello, pero jamás había sido nada de gravedad, nunca pasó de un par de morados o a lo sumo unos cortes pequeños al romperse el cristal.

La vi montarse al coche y su rostro de sorpresa me dio mucha gracia y ternura a la vez.

—No tenías porqué comprar flores para mi madre.— le vi sonrojarse al ver el ramo de lirios morados.

—Esas no son para tu madre.— admití.— Estas si lo son.— dije estirándome hacia la parte trasera del coche para tomar un ramo de varias flores que desconocía.

—¿Qué?

—Es que las rosas me parecieron un cliché.

No lo podía creer, me estaba sonrojando. Juraría que algo así jamás me había pasado.

—¿Va-vamos?

—Si, vamos.— asintió sonriendo y estando mas roja de lo que nunca le había visto.

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