Capítulo 5

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Asher

Tres semanas después...

Me encontraba en el mejor momento de mi vida, el trabajo iba excelente puesto que luego de las fotos al estudio de baile, muchos llamaban para solicitar mis servicios. Además, hace ya casi un mes estoy en la primer relación estable, ya que hasta hace unas semanas atrás, lo mío se resumía en tener una noche y nada más. 

Desde que Damaris apareció en mi vida todo fue a mejor, se podría llegar a pensar que ella era algo así como mi amuleto de la suerte.

Ahora mismo, ella dormía plácidamente en mi cama, mientras que yo terminaba de editar un trabajo que debía presentar en los siguientes días. La calma de la noche era relajante, pero se vio interrumpida por unos pasos apresurados que provenían del pasillo que llevaba a mi habitación. Rápidamente me dirigí hacia allí, las sabanas revueltas, al no ver a Damaris enredada me asusté, entonces escuché ruidos provenientes del baño.

En el interior de esa habitación, ella se encontraba reclinada contra el váter.

—Por favor no, no quiero que me veas así.— pronunció secando el sudor que se encontraba en su frente.

—Enfermar no es nada malo,— recogí su cabello y formé un moño algo despeinado.— mucho menos si tienes a alguien que te cuide.— besé delicadamente su nariz.

Le ayudé a ponerse de pie, le dejé unos segundos para que se recuperara. Luego de eso la cargué hacia lo que era nuestro cuarto, donde nos recostamos sintiendo el frío contacto con la tela de las sábanas. Nos quedamos profundamente dormidos, y agradecí que fuese sábado, ya que despertamos cerca del mediodía.

—Buenos días.— me despertó repartiendo besos en mi cuello y pecho.

—Buenos días.— le dediqué una sonrisa tonta.— ¿Te sientes mejor?

—Si, eso creo.— admitió.— Tal vez la comida de anoche no me hizo muy bien.

Nos levantamos, le dejé sola en la habitación para que pudiera vestirse tranquila. Mientras, fui a la cocina en busca de algo que pudiéramos comer, pero al notar que la heladera se hallaba vacía, no tuve mas remedio que buscar algo para cocinar.

Vi como Damaris se sentó en la isla. Siempre que me encontraba en la cocina, ella solo se dedicaba a observarme, o mejor dicho, a comerme con la mirada.

En el momento en que comenzaba a sentirse el delicioso aroma de la salsa que preparaba para la pasta, pude ver como el rostro de ella se desfiguró rápidamente y corrió al baño. 

Nos encontrábamos repitiendo la misma situación que anoche, por lo que tomamos la decisión de que lo mejor sería que le acercara a la clínica más cercana. De manera apresurada, preparé una mochila con todo lo que podríamos necesitar, y antes de que la situación empeorara nos encontrábamos en mi coche, el cual conduje lo más rápido que pude.

Cuando llegamos, le atendieron rápidamente, pero al yo no ser familiar, tuve que quedarme en la sala de espera comiéndome la cabeza, imaginando lo peor, sin saber que era lo que se me estaba por venir.

—¿Familiares de Damaris Evans?— nombró un médico que parecía ser de mi edad.

Con la ansiedad al límite y los latidos de mi corazón retumbando en mis oídos al punto de aturdirme, me puse de pie y antes de darme cuenta, ya me encontraba a menos de un metro de ese hombre.

—Sígame, por favor. 

Recorrimos unos pasillos que parecían ser interminables, cada segundo que pasaba me hacía aumentar el miedo de que algo malo estuviese pasando.

El médico me indicó en que habitación entrar, y apenas lo hice, vi a mi novia en lo que parecía ser un estado de shock, además de ver que el rubor de sus mejillas parecía haber desaparecido.

—¿Qué ha pasado?, ¿ella se encuentra bien, doctor?— esto me estaba matando.

—Si, se encuentra bien, la señorita Damaris...

—Estoy embarazada.— mi novia interrumpió al hombre con lo que apenas fue un susurro.

Volteé de manera exagerada hacia ella, como esperando que esto no fuese más que una broma, pero en el momento en que vi sus ojos llenarse de lágrimas, supe que no era así. Me le acerqué y la abracé fuerte, sintiendo como lágrimas caían por mis mejillas y mi corazón se aceleraba aún más si eso era posible.

—¿Qué haremos?— preguntó con voz débil.

Le entendía, somos demasiado jóvenes, tenemos toda una vida por delante. Lo nuestro era muy resiente y lo más probable es que su miedo fuese que la dejase debido a las circunstancias, pero no sería así, no sería capaz de abandonar a alguien que me necesita, y mucho menos si esa persona es la madre de mi futuro hijo o hija.

—Tiene opciones señorita Evans,— el doctor interrumpió mis pensamientos.— si no desea seguir con el embarazo podemos recurrir a un aborto, también puede tenerlo y darlo en adopción, siempre tiene opciones.

—No...— sin darme cuenta había comenzado a hablar antes de pensar.— sé que la decisión está en ti, mi amor, pero a mi si me gustaría tener ese bebé, estaré contigo, no te dejaré sola.

Vi como mi mujer rompió en llanto, seguramente por la sorpresa, me abrazó y lo único que hacía era agradecerme por ello.

Llenamos todos los formularios que hacían falta para así dejar el centro médico y estar de vuelta en la casa lo más pronto posible, así podría cuidar de ella todo el tiempo posible. Subimos al coche y sentí la calidez de su mano en mi pierna, por lo que dirigí mi vista a su rostro, el cual poco a poco recuperaba ese color un tanto rojizo que me encantaba.

—¿Qué sucede?— le pregunté de manera amable.

—¿Podemos no decir nada?, al menos por ahora, primero me gustaría que podamos pensarlo bien en frío y  hablarlo con mi madre...

—Por supuesto cariño, lo que quieras.

Regresamos a la casa, que gracias al altísimo se encontraba vacía y en silencio, y acabamos de cocinar para así poder comer algo. Acabamos la tarde riendo de como la comida había podido haber quedado tan horrible e imaginando un futuro juntos.

Tu recuerdo |EN PROCESO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora