Capítulo 8: San Diego

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El trayecto de La Jolla a San Diego es el más corto que han hecho durante su viaje, a penas veinte minutos en coche. Eso significa que no tienen que madrugar tanto, lo cual es algo bueno, teniendo en cuenta que ninguno ha dormido demasiado esa noche. Se han pasado varias horas dándole vueltas a la conversación del día anterior.

Ha supuesto un antes y un después en su relación.

(El día anterior...)

Horacio se sube al coche con las manos temblorosas y un montón de palabras pujando por salir de su boca.

—Hola —saluda Volkov, y Horacio le nota los nervios en la voz—. ¿Estás bien?

—Sí —responde, y está diciendo la verdad—. ¿Y tú?

Volkov asiente. Carraspea y tamborilea los dedos contra el volante. No sabe qué van a hacer ahora: hablar de ello, ignorarlo como si nunca hubiera pasado o bromear para quitarle hierro al asunto.

—¿Podemos... hablar ahora? —parece que Horacio se decide por la primera opción, por el tono serio que utiliza y cómo rehuye su mirada.

—Sí, claro, cuando... cuando tú veas —al ruso se le acelera el pulso. No quiere que se le note, pero un rechazo en ese momento le haría bastante daño. Incluso prefiere la incertidumbre, prefiere no saber, a que Horacio le diga que no tienen ninguna posibilidad de estar juntos. No sabe cuándo volverá a sentir por alguien lo que siente por él.

Horacio se recoloca sobre el asiento, incómodo. Aún no tiene claro cómo proceder. 

—Mejor ahora, ¿no? —quiere quitárselo de encima. Además, después de que Volkov fuera tan sincero con él en la playa, merece la misma sinceridad por su parte.

Volkov deja escapar un suspiro y apoya la espalda en el respaldo. Horacio hace lo mismo, pero gira la cabeza para devolverle la mirada a Volkov.

—Ya sabes que... no necesito una respuesta ahora. Si no estás preparado... —Horacio niega con la cabeza.

—Escucha... lo que yo tengo que decirte —Volkov asiente con la cabeza, y Horacio suspira antes de empezar a hablar—. No sé cómo- - No sé cómo empezar... A ver...

Volkov coloca su mano sobre el dorso de la de Horacio, que resposa sobre su muslo, para tranquilizarlo. Horacio vuelve a suspirar, y decide que lo único que tiene que hacer es ser completamente honesto con lo que siente.

—Estar con Dex... al principio estaba bien, ¿sabes? Era nuevo y... emocionante —Volkov, decidido a no interrumpir, sólo asiente con la cabeza—. Pero... poco a poco... fue demostrándome que no era lo que yo buscaba, rollo- - en una pareja. Por eso rompí con él. Pero... cuando cuando terminas una relación con alguien no puedes... borrarlo de tu vida. Aunque quieras.

Volkov empieza a temerse que esa conversación no va a acabar bien.

—Hay... cosas de las que no puedo deshacerme. Y una de ellas es... no sé, la... sensación de que hago las cosas mal si me alejo de él —Volkov tiene el ceño fruncido levemente y la mandíbula tensa—. Pero... al mismo tiempo me siento... bien cuando estoy alejado de él. Estos días... han sido increíbles. Mejor de lo que lo había imaginado cuando planeé el viaje. ¿Sabes por qué?

Volkov no responde. No sólo porque no quiere interrumpir su monólogo, sino también porque no cree que pueda encontrarse la voz en ese momento.

—Porque... estaba contigo y no con él —y, por primera vez en todo su discurso, se atreve a levantar la cabeza y mirarlo a los ojos—. Me siento... muy bien estando contigo, Viktor. Y... creo que- - creo que... bueno, que tú también me gustas a mí. Me olvido de todo cuando estoy contigo. No... no siento sólo amistad por ti.

Just what I needed [volkacio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora