Eras tú.
1998.
Su llanto no paraba.
Se escuchaba a donde sea que fuera. Consideraba que la casa no era lo suficientemente grande para poder huir de su sonido con facilidad y odiaba no estar en mi verdadero hogar.
Cerré el libro en mis manos, dispuesto a acabar con la distracción yo mismo. La importancia de la guerra de mi padre con la mafia italiana estaba fuera de mis conocimientos, pues estaba centrado en aprender más sobre el otro lado del negocio.
La creación y fabricación de sustancias, así como de armas.
Y cada segundo que pasaba despistado era una perdida de aprendizaje. Tenía que parar ese plañido que me estaba incordiando desde hace rato.
Sus chillidos se intensificaban a medida que me acercaba a la habitación, tanto que no me percaté de la presencia del consejero de mi padre.
- ¿Algo le molesta, joven? -interrumpió mis pensamientos.
- ¿Porque lo han traído aquí? -pregunte más como una queja.
- Fueron órdenes directas del amo Iscariote -me respondió Benoit-, pero déjeme decirle que no es un él, si no una ella.
- Da igual su género, está interrumpiendo mis estudios.
Me crucé de brazos. Estábamos en el pasillo, un par de franceses robustos custodiaban la puerta en la que se encontraba quien estaba haciendo la rabieta.
- Solo le informaba -se encogió de hombros, sin importancia.
Otro gimoteo hizo que me comenzara palpitar la cabeza.
- Sería mejor que lo transladaran al jardín a ver si se lo lleva volando un ave -daría lo que sea con tal que eso pasará.
- Las probabilidades de que aquello suceda joven, son improbables -dijo Benoit con una sonrisa.
- Entonces, aléjenlo de mi espacio, pero hagan algo. Ya no puedo seguir soportando ese estruendoso llanto.
- Hemos intentado con algunas cuidadoras, pero ninguna es lo suficientemente buena para contentar a la cría.
- En tal caso, muévanlo lejos de aquí o de mí -repliqué con disgusto por la situación.
- Lastimosamente tengo que informarle que la habitación para nuestra pequeña huésped ha sido asignada por el amo Leroy y no tengo autorización para revocarla.
- Tienes la mía.
- Me temo que así no es como funciona.
- ¿Piensas que aguante a esa cosa por más tiempo?
- Exactamente como lo dijo su padre -lo dice como si me felicitara-. O por lo menos hasta que se acabe el intercambio, como sabe lo que está allí es muy valioso para terminar este trabajo.
Mire la puerta una vez más. Tal vez podría acabar dos situaciones de una vez.
- ¿Y puedo ver a la criatura que tiene todo ese valor del que hablas? -pregunte con fingida curiosidad.
- No creo que sea conveniente dado que parece no agradarle ella en lo absoluto -me dio una mirada.
- No sería capaz de lastimar a un bebé, por quien me tomas -levantó una ceja con mi actuación, pero pareció rendirse.
- Se que va a seguir insistiendo si no lo dejo pasar -me di vuelta para entrar-. Pero no cierre la puerta, de todas formas estaré aquí afuera y al mínimo ruido sabe que le informaré a su padre y no querrá tener problemas con el amo, ¿o si?
- Por supuesto que no, anciano -le hice una seña a los franceses para que me dejaran pasar.
Con la puerta abierta el ruido casi me deja sin tímpanos. ¿Como es que algo tan pequeño puede ser tan escandaloso?
Lo primero que me percate al dar los siguientes pasos era la cuna que yacía en el fondo de esta, y como la mayoría de habitaciones en esta casa, la habitación estaba polvorienta.
Cuando ya me hallaba a casi nada de su paradero saque lo que tenia escondido en la espalda y mire lo filoso de la daga antes de seguir.
Me acerqué levantándola en la mano, dispuesto a acabar con esto y los problemas con los italianos cuando la ví...
Tenía la cara un poco roja y arrugada por el llanto, pero pareció percibir mi presencia porque de a poco dejo los gimoteos y abrió los ojos, los cuales me golpearon al igual que su rostro sereno mientras me observaba.
No sabía que los bebés pudieran ser así de bonitos.
La piel como la porcelana resaltaba los ojos grises con el cabello castaño oscuro, aquel que no era mucho, pero se notaba ya un poco crecido. Vestia de blanco, y el color rojizo de sus mejillas fue lo que me incentivo a pasar uno de mis nudillos por ella, lo cual me saco una sonrisa cuando giró la cara y abrió la boca con dirección a mi dedo.
Sin duda tenía hambre.
Guarde la daga y por alguna razón no pude evitar tomarla en mis brazos. No había cumplido ni el año, por lo que tuve cuidado al sostener su cabeza y apegarla a mi pecho, mientras la rodeaba con mis brazos.
Su olor era suave al igual que su piel, la acomode mejor y tome una de las mamilas que estaba a un lado arrinconada de los barras de la cuna.
El pequeño cuerpecito contra mi pecho irradiaba calidez y dejándome llevar comencé a alimentar a la cría de llanto insoportable que cargaba en mis brazos.
- No sabía que esos asquerosos italianos pudieran hacer algo así de hermoso -le hable a la bebe.
- Se llama Iris.
Benoit se encontraba apoyado en el marco de la habitación.
- Al final el único que le agradó fue usted.
- Ella es hermosa -dije hipnotizado.
- Así es y es una Ferrari -mi hipnosis se acabó cuando mencionó su apellido.
- ¿Es hija de Alan? -pregunte con curiosidad.
- No -negó-. Es de Porco.
Observe sorprendido a la criatura del mal.
- Esto si es una sorpresa, así que eres hija de esa pila de mierda -mantenía su vista fija en mi mientras se alimentaba-. La quiero -exigí hacia Benoit.
- No es algo que podamos comprar -intentó explicarme Benoit-. Además su padre...
- ¿Donde está mi conejito?
Mi hermano de casi tres años apareció preguntado detrás de Benoit, rascándose uno de sus ojos. Tenía toda la pinta de haberse despertado.
- ¿Que es eso? -preguntó señalando a mis brazos.
Cuando se acercó decidí bajarme un poco a su altura para mostrársela.
- Es mi futura esposa.
- ¿Vas a casarte con una bebe? -preguntó confundido.
- Lo haré cuando crezca -le aclaré.
- Es muy bonita -llevó uno de sus dedos a su nariz, dándole un suave toquecito.
- Si lo es -ella soltó el biberón para ver a Theo y luego volver a verme cuando le hable-. Ella es ma belle duchesse.
Ella estaba destinada a serlo.
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Dominando al Diablo © +18 | Libro #2 | Genes Perversos
RomantikLibro 2: La obsesión también es una condena. Meses han pasado desde el último avistamiento de Iris Ferrari. El General se encuentra desesperado por hallarla para que la organización no se le venga abajo. Salió a la luz un gran error clandestino entr...