Kintsugi

Valor añadido.

Alertas: probablemente sea incomodo para quienes no les gusta el tema del suicidio, intentaré describir fielmente la depresión, esto no es un juego, es una enfermedad silenciosa que mata a cientas de personas lentamente cada día.

Katsuki será un maldito bastardo al inicio, pero tengan fe en que mejorará, no romanticen el acoso y la depresión, que son temas que tocará este fic y son realmente serios.

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Caminaba despacio por las calles de Musufasu, miró silencioso el enorme edificio en medio de una zona abandonada.

Abriéndose paso en el lugar para subir las escaleras, era como si el mundo se hubiera detenido. El mirmullo en sus oidos no estaba y el amargo sabor del vomito habia desaparecido, abriendo la puerta de la azotea sonrió con cansancio siendo recibido por los suaves rayos del alba que parecian acariciarlo, hacia mucho que no veía al cielo teñido de rojo, hacía mucho que no veía un rojo reconfortante.

Tan pronto como su mirada se encontró con el borde una tardia voz resonó como un grito diciendo que el no merecía nada de eso.

Y empezó a reir, con amargas lagrimas que no se hicieron esperar corriendo por sus mejillas, callendo de su barbilla y perdiendose en la tela de la blanca camisa de su uniforme.

Merecia toda la mierda de sus compañeros, merecia despertar todos los días con ese insoportable dolor en el pecho e incesante pitido en los oidos. Merecia el hecho de que su vista fue decolorando el mundo, siendo que lo unico que resaltaba en todo ese blanco y negro era el centelleante rojo en la mirada de Bakugou. Merecía incluso los golpes e insultos constantes en la escuela para solo llegar a casa y encontrarla vacia. Porque como el estúpido deku que era, estaba haciendo que su mamá hiciera horas extra para mudarse con el a un lugar donde nadie pudiera reconocerlos.

Lo merecia, lo merecía... pero ¿porque le dolia el estómago? ¿Porque sentía que estaba mal...?

Y también merecía que la persona que el consideraba un amigo le dijera que se aventara de un edificio.

Pero sobre todo, no merecía vivir.

Porque solo era un estorbo.

Porque cada día no hacian falta sus compañeros para recordarle que no valia nada, ya tenia su cabeza.

Porque ni siquiera su idolo de la infancia intentó ver mas allá del chico sin nada especial para ofrecer.

Porque esa maldita presión en el pecho no lo dejaba respirar cada que lloraba.

No habia notado el momento en que sus manos empezaron a jalar de su cabello ni la entrecortada respiración en una lucha por no asfixiarse con sus problemas, o en que momento había quedado de rodillas gritando sin contenerse, en ese lugar donde nadie podia escucharlo.

Tal vez.

La cabeza le daba vueltas y de nuevo quería vomitar.

Pero no era como si aun tuviera algo que sacar, ya habia expulsado su desayuno, y comió realmente muy poco.

Hipando y temblando regresó al borde del edificio, con la cara llena de apósitos y curitas, sangre que no se molestó en limpiar hoy y los ojos hinchados volvió a mirar al vacío.

A la mierda Bakugou, si era acusado por incitar al suicidio era probable que saliera limpio del caso.

Porque de nada sirve manchar el expediente de alguien con un futuro brillante por derramar indirectamente un poco de sangre de alguien sin valor.

Alguien sin un quirk.

Alguien que se atrevió a soñar demasiado.

Dio una bocanada de aire, sentia como si algo intentara arrastrarlo de regreso.

Pero la decisión estaba tomanda.

En su mochila una carta de suicidio, en el comedor de casa una carta de despedida y en su bolsillo una nota de lamentos.

Todo estaba hecho, y tal vez mamá ya llegó de trabajar.

No valia la pena echarse atras.

No valia la pena regresar y que mamá este ahí para finalmente preguntarle sobre su estado mental.

El estaba bien.

Iba a estar bien.

Tenia que estarlo.

Dio un paso al vacio.

Y todo desapareció.

No pudo ver a aquellos héroes clandestinos que corrian buscando salvar una vida que no valia el esfuerzo.

Todo se volvió negro.

Ya estaba bien.