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Ese día los problemas y nuevos acontecimientos siguieron sucediendo. Tenía la sensación de que estaba recibiendo algún tipo de castigo divino, pero ¿Por qué? Siempre ha mantenido todo bajo control, nunca ha pensado en dejar el sacerdocio, y mucho menos jactarse de lo que hacia. Porque si, esa parte de él no podía dejarla, era contradictorio siendo un hombre de Dios pero también, uno con una naturaleza totalmente opuesta a su oficio.
Y si fuera por ello que las cosas estaban sucediendo, entonces Dios no había comprendido sus palabras desde un principio. El solo era sacerdote para mantenerse a salvo, no era por devoción divina ni nada. Y si debía de estar toda su vida bajo el mando del Vaticano, estaba dispuesto hacerlo, a menos que las cosas se salieran de control y...
—¡Mierda! —exclamó al ver su itinerario y darse cuenta que debía ir al confesionario —Por poco lo olvido —murmuró.
Tomó su teléfono móvil y observó la hora para luego dejarlo en silencio y guardarlo en el bolsillo de su pantalón. Se dirigió a uno de los muebles que se encontraban a un costado de su lugar de trabajo, abriendo uno de los gabinetes y sacar la estola, realizando el pequeño rito antes de colgarla sobre su cuello.
Salió de la oficina parroquial cerrando la puerta tras de si y observar la capilla, percatandose que en una de las ultimas butacas, se encontraba un hombre rezando. Nunca antes lo había visto, pero por su forma de vestir, estaba completamente seguro que era uno de los nuevos guardias de la policía especial del Vaticano. Francis arrugó levemente el ceño y se dirigió al confesionario. En el momento en que cerró la puerta, una persona se arrodillaba para comenzar a confesarse.
—Ave María purísima
—Sin pecado concebida —respondió una voz masculina que demostraba autoridad.
—¿Has pecado? —preguntó Francis con el ceño levemente fruncido.
Sentía que esa confesión traería algún beneficio a sus problemas, o eso deseaba que sucediera. El hombre se tomó unos segundos antes de responder:
—Supongo que el recriminarle a tu pareja algo, es un pecado ¿O no padre?
—Recriminar no es un pecado…Pero si con ello te hace sentir irá, eso sí lo es. ¿Quieres contarme lo sucedido?
—Yo…—murmuró—Desde hace cinco años, tengo una relación con una mujer. Cinco años en dónde creí conocer todo de ella, pero no era así—suspiró mientras Francis permanecía atento y expectante—. La cosa es padre, que ella se ha estado obsesionado con algo que sucedió hace ya muchos años.
—¿Por qué dices que se ha obsesionado?
—Porque desea reabrir un caso que está cerrado, demostrar algo que ha estas alturas…No vale la pena hacer. Sin contar, que con ello ha vuelto a pensar en otro hombre.
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Divina Oscuridad
General FictionUn joven sacerdote vuelve al Vaticano después de haber estado años en la isla de Sicilia localidad de Palermo. En su regreso que creía solo una estadía más, los recuerdos y personas de un pasado oscuro vuelven a él y deberá elegir entre la tentación...