~Capítulo 18~

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La lluvia había cesado, pero las negras nubes seguian amenazando el día con más lluvia. EL viento comenzó a soplar de forma fuertem provocando un pequeño escalofrío en Francis. El joven sacerdote suspiro y bebió el ultimo sorbo de su café, para luego tirar el recipiente al bote de basura más cercano.

El viento siguió soplando con intensidad, momento en el cual, el sonido del tren anunciando su llegada inundo la estación. Mientras muchas personas bajaban, él observó a su alrededor, mientras tomaba su equipaje y esperaba a subir. Viterbo era una gran ciudad para conocer y vivir, pero no para él. Y aunque las cosas hubiesen sido de otro modo, tampoco volvería.

En cuanto el tren quedó sin pasajeros, espero un momento más observando a su alrededor, mientras los recuerdos volvían,

El cielo gris de aquella tarde pronosticaba que en cualquier momento la lluvia comenzaría a caer sobre Viterbo y a la espera que eso sucediera, el viento acompañaba el cuadro invernal de la ciudad, junto a una pequeña familia de tan solo cuatro integrantes.

Los adultos no se observaban, cada uno sumido en sus propios pensamientos, queriendo que las cosas hubiesen sido distintas. Mientras que el menor de ellos se encontraba sentado en una banca, balanceando sus pies mientras que observaba a su hermano mayor, quien se encontraba a su lado, con la mirada perdida en el suelo junto a su equipaje.

En ese momento, el tren que esperaban hizo su arribo, provocando que un joven Francis levantará su mirada y su cuerpo se tensara. Ya todo estaba dicho, su destino y futuro próximo estaba decidido, más bien, lo habían decidido por él.

El joven Francis se puso de pie mientras tomaba su maleta y colgaba su mochila en uno de sus hombros, sin ninguna expresión en su rostro que demostrara ansiedad o incomodidad por la situación.

—Te extrañare cariño —musitó su madre reprimiendo unas lágrimas para luego abrazarlo —En cuanto llegues a Roma, llámame ¿sí?

—Déjalo Camille. Ya es hora de que suba su equipaje —respondió Lucas Ditella observándolos a ambos.

—Ya decidiste su vida, Lucas. Lo mínimo que podrías hacer es dejar que me despida de mi hijo. —alegó con voz fuerte sin apartar su mirada de su esposo y manteniendo a Francis entre sus brazos.

—Prometo llamar en cuanto llegue —dijo Francis a la vez que el silbato de uno de los auxiliares indicaba que el tren ya se iría —Adiós madre —agregó dándole un último abrazo para luego observar a su padre sin decir ni una palabra, tomar su equipaje y subir al tren que lo llevaría a Roma.

Subió al tren, a la vez que uno de los auxiliares lo ayudaba con su maleta y le indicaba en donde se encontraba su asiento. Ya había algunos pasajeros en sus asientos, charlando entre ellos o leyendo algún libro esperando que el tren partiera. Guardó su equipaje en la parte superior junto a su mochila y abrigo, para luego dejarse caer en su asiento.

Divina OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora