El Vaticano era un lugar que muchas personas añoraban conocer, ya sea por su fe católica, pinturas, arquitectura, historia...Por lo que fuera, era un lugar que llamaba la atención, para él era un lugar con sentimientos encontrados, pero que aún así, respetaba.
Ese día Francis despertó al alba, una de sus costumbres era la de madrugar para luego salir a trotar ya que, le ayudaba a aclarar las ideas que en su mente siempre rondaban. Se levantó y lo primero que observó fue aquella estatua de un ángel. Arrugó el ceño y observó su maleta que seguía intacta. Había olvidado por completo desempacar. Soltó un largo suspiro a la vez que posicionaba su equipaje sobre la cama y lo habría para comenzar a sacar la ropa que necesitaba. Se dirigió al baño cerrando la puerta, y es que, pesar de estar solo en la habitación, odiaba de sobre manera la imagen de aquel ángel, sentía que lo estaba juzgando por algo que no ha cometido.
Se adentró a la ducha a la vez que abría el grifo y ante el mero contacto con el agua tibia, su cuerpo se relajó, a la vez que murmuraba:
—Tranquilízate Ditella...
Siguió duchándose y desviando todo pensamiento a situaciones más amenas para él. Trató de recordar la primera vez qué había tocado una pieza de Mozart por completo, pero aquello también le recordó a su familia y de como habían cambiado de forma drástica su vida. Cerró los ojos a la vez que reprimía un grito de odio. Su respiración se comenzó acelerar y con ello la necesidad más oscura quería aflorar. Abrió el grifo de agua helada y a pesar, de que le dolía el cerebro con aquello, permaneció por un instante dejando que el frío recorriera su cuerpo. Al cabo de un momento salió de la ducha y se alistó para salir.
Los rayos de sol poco a poco se habrían paso entre la ciudad acompañando a Francis en su trayecto. El sacerdote observaba atentamente a su alrededor, memorizando algunas calles que no conocía. Siguió corriendo y observando algunos lugares, hasta que observó una pequeña chocolatería, corrió hacia ella y se detuvo frente a la vitrina. Su respiración era irregular lo que provocó que un sector del vidrio se empañara. Su mirada comenzó a buscar una de sus delicias predilectas, hasta que la encontró, allí estaba en envoltura violeta. Sonrió ampliamente, dirigiéndose a la entrada y observó el horario de atención. Aún faltaban dos horas para que el local abriera. Arrugó el ceño y desvió su mirada hacía el horizonte a la vez que su mano derecha tocaba parte de su pecho y se aferraba al crucifico de su cadena, a la vez que, recordaba que tenía el tiempo suficiente para seguir ejercitándose, volver al Vaticano y regresar al lugar después de sus nuevas actividades sacerdotales.
Lo bueno de salir a trotar de madrugada, era que las calles estaban expeditas y no había ni un alma que pudiera estorbarle en su recorrido. Roma estaba complemente desierta aún y eso le agradaba a Francis. A medida que el tiempo transcurría, el sol se elevaba y los tonos anaranjados se hacían cada vez más fuertes en la ciudad, reflejándose en distintos lugares. Ditella siguió trotando sin dejar de observar la calle principal por la que iba. Bajó su mirada y observó su reloj de pulsera, al cerciorarse del tiempo que le quedaba, trotó camino de regreso al Vaticano, no sin antes hacer una pequeña parada. Al llegar, el lugar era iluminado por el sol. La fontana di Trevi, lo volvía a observar al igual que en el pasado. El sacerdote se sentó en un peldaño de las escaleras principales, dejando que su respiración se calmara. Ese lugar le ayudaba ver las cosas desde otras perspectivas, y es que lo dicho el día anterior por su amigo, lo había dejado un poco preocupado. ¿Sería posible que después de nueve años, pudieran reabrir ese episodio? ¿Sería posible que transcurrido ese tiempo...? Movió su cabeza de lado a lado, le habían asegurado que todo quedaría enterrado. Y seguía siendo así. Se levantó del lugar y trotó por Via delle Muratte, pasando por Via di Pietra. Al ver que solo le quedaba medía hora para llegar al Vaticano y tener tiempo para cambiarse, comenzó a correr, y en poco tiempo, sintió como su frente se humedecía y el sudor comenzaba a bajar por su barbilla hasta perderse. Cruzó el punte Sant'Angelo, tomando la calle principal y cruzando hacia Via della conciliazione.
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Divina Oscuridad
General FictionUn joven sacerdote vuelve al Vaticano después de haber estado años en la isla de Sicilia localidad de Palermo. En su regreso que creía solo una estadía más, los recuerdos y personas de un pasado oscuro vuelven a él y deberá elegir entre la tentación...