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Francis dio unos pasos y se acercó a su hermano, el cual, seguía observándolo sin poder salir de aquel miedo que lo paralizaba. El sacerdote siguió sonriéndole de la misma forma en que lo hacía en el pasado, provocándole temor.
Y es que a Francis le provocaba gracia el que su pequeño hermano le temiera, pero a la vez, sentía que su ego aumentara con tan solo saber aquella información.
— No deberías estar aquí — musitó Giovanni con voz débil —. Papá no quiere verte, lo sabes.
Francis mantuvo su mirada en el menor de su familia, y pasó por su lado, dirigiéndose a una de las mesas en donde se encontraban las botellas de cervezas. Descorchó una de ellas y la llevo a sus labios, saboreándola para luego soltar un suspiro y volver su atención a Giovanni.
—Me da igual lo que piense el señor Ditella —espetó para luego observar a su alrededor y percatarse que algunos curiosos seguían observándolos, y volver la mirada a su hermano —. No seguiré hablando —agregó colgando su mochila en uno de sus hombros, para luego con su mano que tenía libre, tomar su equipaje de mano y darle otro sorbo a su cerveza.
Caminó en dirección a las escaleras que se encontraban a un costado de la sala principal. Subió sintiendo la mirada de su hermano en todo el trayecto. Y es que era muy obvio que no confiara en él, al final de todo, la desconfianza entre los hermanos Ditella era mutua.
Al terminar de subir las escaleras, abrió la primera puerta del corredor y observó la que había sido su habitación hasta los dieciocho años. Seguía igual a como la recordaba: Paredes blancas, su cama junto a la ventana y al costado de esta, la mesita de noche junto a la lámpara, y por ultimo su viejo baúl en donde guardaba lo mas preciado. Al ver su habitación intacta sonrió dejando su poco equipaje a un costado de su guardarropa que tenía frente a la cama.
Dejó su botella de cerveza sobre la mesita de noche y se dirigió a su guarda ropa. Lo abrió y pudo ver qué algunas prendas seguían en su lugar, pero no era eso lo que le preocupaba. Hizo a un lado algunas de las prendas y comenzó a golpear con sus nudillos el fondo. Estuvo algunos segundos realizando esa acción, hasta que el sonido del golpe se escuchó distinto. Sonrió y con ambas manos comenzó a mover una tabla sobresaliente, hasta que esta cedió y la apartó; observando que en ese mismo lugar se encontraba uno de sus mas grandes tesoros.
Tomó el pequeño maletín y se sentó en el suelo sin quitar su mirada de aquello. Pasó sus dedos ante los broches, y sonrió ante la sensación electrizante que comenzaba a sentir desde la punta de sus dedos, hasta su cabeza. Se mordió el labio inferior para luego sonreír.
—Creo que te había dejado en claro que no puedes estar aquí, Francis —dijo para luego cerrar la puerta de forma agresiva.
Francis levantó su mirada con el ceño fruncido. Dejó el maletín a un costado y se puso de pie de forma lenta, sin quitar su mirada de Lucas Ditella.
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Divina Oscuridad
Ficción GeneralUn joven sacerdote vuelve al Vaticano después de haber estado años en la isla de Sicilia localidad de Palermo. En su regreso que creía solo una estadía más, los recuerdos y personas de un pasado oscuro vuelven a él y deberá elegir entre la tentación...