3 | 𝗢𝗡𝗘

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Nancy Wheeler se encontraba en su auto juntó a su novia, quien taradeaba una canción que se reproducía en la radio

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Nancy Wheeler se encontraba en su auto juntó a su novia, quien taradeaba una canción que se reproducía en la radio.

La castaña conducía a una velocidad moderada, ésto porque a la rubia no le gustaba usar el cinturón, por lo cuál tenía que ir menos rápido de lo normal.

Las miradas a ellas no tardaron en llegar, parecía que todos ya conocían a la perfección el auto de la Wheeler mayor. Por lo cuál sabían cuando se trataba de ella.

Cuando más avanzaban, se dieron cuenta que el rumor de tal carta que había llegado a casa de la chica Windsor, llegó hasta la mayoría de los adolescentes en Hawkins.

Nancy podía visualizar a las personas murmurar, por lo cuál volvió su vista hacía adelante. Mientras que veía que la ojiverde seguía atrapada en su mundo con la música.

La castaña soltó una leve risa al ver a su novia tan emocionada, viendo como su cabello rubio se movía por todos lados, mientras que fingía que su mano era un micrófono.

— ¿Puedes bajarle un poco? — preguntó Wheeler, aunque ella ya le había bajado al volumen.

Sia acomodó rápidamente su cabello para después sólo apagar la radio, ya que no quería desconcentrarla.

— Sólo te dije que le bajarás, no que la apagarás y dejaras de divertirte — indicó con una leve risa.

Ella sólo encogió sus hombros sin darle importancia — Ya vamos a llegar, además, no te desconcentrare.

Nancy sonrió levemente ante tal comentario.

— No entiendo tanta tu insistencia de ir a la biblioteca — suspiró — Tienes demasiados libros en tu casa.

— Nunca son sus suficientes, Nance — respondió viéndola — Además, tu quisiste llevarme.

La castaña rodó los ojos divertida, era cierto lo que Windsor había dicho.

— Toma tu bolso — indicó, ya que se encontraban estacionandose — Baja todo, porque siempre se te olvida algo — bajó del auto, aún viéndola por la ventana.

Sia tomó su bolso — Mandona — murmuró divertida.

Notó que su novia alzó ambas cejas, indicándole que había escuchado. Windsor le sonrió fingiendo que no había dicho nada.

Nancy tomó la mano de la rubia, obligándola a caminar hasta la entrada de la biblioteca

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Nancy tomó la mano de la rubia, obligándola a caminar hasta la entrada de la biblioteca.

Antes de dar el primer pasó para entrar a tal biblioteca, las detuvo un señor, el cual cuidaba la entrada.

— Lo siento, pero no pueden pasar — habló con un tono indiferente.

— ¿Por qué? Siempre vengó y nunca he tenido problemas — cuestionó la ojiverde.

Nancy tiró levemente del brazo de su novia, había entendido a lo que se refería el señor. Por lo cuál quería irse del lugar, pues no quería llamar la atención

— Las personas que están adentro prohibieron su entrada — les dió una mirada a las chicas — A las dos.

Las personas no tardaron en darse cuenta sobre la pequeña discusión, por lo tanto sólo se mantenían murmurando y viendo de no muy lejos la escena.

— ¿Por qué? — cuestionó la rubia, Nancy cada vez más jalaba a la chica discretamente.

— Digamos que son — su mirada paró en las manos entrelazadas de la chicas — Diferentes.

Sia no tardó en abrir aún más los ojos con algo de sorpresa, aunque a la vez en desacuerdo.

— Somos iguales — habló Nancy — Somos igual como usted y todos los demás.

Antes de que el señor volviera a hablar para responderles, vieron salir a la bibliotecaria. Berenice Moore, la cuál era una señora de aproximadamente 52 años.

Al notar la discusión de los tres, habló — ¿Qué pasá? Las personas de adentro se están quejando por el ruido que hacen — preguntó malhumorada.

— Ellas — el señor apuntó a la pareja — Siguen insistiendo en entrar.

Berenice vió con atención a las chicas, aunque se fijó más en la rubia. Pues Sia iba a la biblioteca desde los 7 años, la conocía perfectamente.

— Es Sia Windsor — aclaró, una sonrisa en su rostro apareció al decir el nombre de la chica — ¿Cuál es el problema? Ella viene seguido.

Sia saludó a la bibliotecaria con un ademan, mientras que Nancy sólo asintió en forma de saludo.

— Pero, ellas...

Moore lo interrumpió — Pero nada, ellas entran — el señor se mostró disconforme — Encárgate de las personas que entren a asaltar a alguna persona, mejor.

Al señor sólo le tocó asentír ante el mandato de la señora, ya que sabía que ella era quien le daba su sueldo.

— Pasen — indicó hacía las chicas, quienes pasaron a paso lento — Ustedes pueden venir cuando quieran — Berenice vió a la rubia — Siempre pueden venir Sia, eres como una hija para mí, siempre te cuide.

La ojiverde sonrió ante tales palabras, probablemente estaba mal, pero desde muy chiquita empezó a ver a Berenice cómo una figura materna, hacía muy bien ese papel en la vida de Sia Windsor.

La rubia realmente agradecía que la señora, Berenice Moore, la siguiera apreciando y queriendo, como ella siempre lo haría.

La rubia realmente agradecía que la señora, Berenice Moore, la siguiera apreciando y queriendo, como ella siempre lo haría

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𝐌𝐈𝐍𝐎𝐑 | 𝒩𝒶𝓃𝒸𝓎 𝒲𝒽ℯℯ𝓁ℯ𝓇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora