CAPÍTULO 3

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    Tres semanas habían pasado desde la desaparición de Vance Hopper

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    Tres semanas habían pasado desde la desaparición de Vance Hopper.

    El ambiente en la ciudad estaba tenso y las personas volvían a sus respectivas casas antes del anochecer por temor de lo que podria ocurrir.

  La policía no tenia avances sobre el secuestro de los niños y eso no hacía más que infundir miedo en los padres, que temian por el bienestar de sus hijos.

  En cuanto a mí, no había dejado de culparme de la desaparición de Vance.
Si tan solo él no me hubiera acompañado, tal vez estaría a salvó.

  Mamá decía que no era mi culpa, pero yo me negaba a creer eso. Era mucho más fácil culparme de todo lo malo que sucedía y pensar en todas las posibilidades de lo que pudo pasar.

  Sali de mis pensamientos, al escuchar un fuerte ruido proveniente del exterior
de casa y como soy una total curiosa, fui a ver lo que ocurría.

La escena que encontré me dejó congelada.

¿Era mi imaginación o Billy Showalter estaba trepando el árbol de mi casa?

¿Este chico se creía Tarzan de la selva o qué?

– ¿Se puede saber que haces?– pregunté demandante, mientras ponía las manos en la cintura y arqueaba la ceja.

  Supongo que mi voz lo había tomado desprevenido, ya que al querer voltearse, provocó que su pie diera un paso en falso y terminará cayendo.

–¡Mierda!¿Te encuentras bien?– Me acerqué asustada.

   Sus ojos se encontraban cerrados y
mechones de cabellos caían descuidamente por su frente. Mientras que en su rostro se reflejaba una mueca de dolor.

– Dime por favor que sigo vivo.– arrastró las palabras.

– Claro que sigues vivo, tonto.– lo ayude a sentarse. Él solo observaba a los lados por si alguien más había visto su vergonzosa caída. – Eso te pasa por creerte mono. Responde, ¿Que hacías ahí?

– Yo solo... quería recuperar el periódico que lancé.–

–¿Y solo por eso trepaste? Mira, te lastimaste todo.–dije mientras veía los raspones y la sangre que salia de su rodilla. – Quedate aquí, ya regreso.

No le di tiempo de responder, ya que salí corriendo a buscar el botiquín de auxilios que tenia mi madre.

– Ven, dame tu mano. – ordene sentándome a su lado apenas regresé.

– Ameia, no es nece... – no lo deje terminar, ya que tome suavemente sus manos para empezar a curarlo.

  Su mirada seguia cada uno de mis movimientos, provocandome nervios.

– Y listo.– dije luego de colocarle una bendita de Mickey Mouse en su pómulo derecho. Tampoco contuve mis ganas de tocarle las mejillas como una total abuelita.

Run, Survive [The Black Phone]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora