El Princio de Fin

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     Mi hermana viajo a nuestra ciudad un tiempo para quedarse y ya no escuchar a ese viejo decrépito y por un momento tuve una pequeña chispa en mis memorias de nuestros viajes en familia. Cuando todos nos quedábamos platicando en la sala del hotel, solo que ahora había una silla vacía a la que nadie le afectaba.

     Aproveché estos días lo más que pude, salí con mi madre y mi hermana a comprar ropa que es lo que más odiaba ya que tardan horas y horas pero quería que mi hermana ya no se sintiera tan mal. Le platiqué sobre mi vida y ella hizo lo mismo y por fin pude ver ese lado de ella que siempre quise ver. Por fin vi que mi hermana en el fondo era todo lo que alguna vez me contaron que fue, esa niña dulce a la cual solo le importaba pasarla bien y hacer que las personas alrededor suya se la pasen igual o mejor contándoles chistes con ese carisma que la caracteriza.

     Los días pasaron y en uno de esos mi hermana decidió contestar el teléfono para escuchar que del otro lado estaba el señor por el que dio todo. El estaba disculpándose por todo lo que le había hecho y que por favor volviese con ella, que ya no volvería a comportarse de esa manera nunca más.

     Me dio tristeza ver como mi hermana agacho su cabeza y con una mirada desanimada le dijo que sí ya que ella no tenía otra opción.Toda su vida se había quedado con él así que ese mismo fin de semana se regresó pero le ofrecí ir juntos. Ella dudó sobre si era buena idea o no ya que lo más probable era que iba a ver a la misma persona que le gritó en ese carro a mi madre, pero accedió después de que le dije que tenía planeado decirle unas cosas a ese hombre.

     Durante el viaje mi hermana solo volteaba a ver la ventana sin decir nada. Se notaba que ella no quería volver a ese lugar pero de alguna u otra forma está anclada a ser siempre el tesoro de papá. Por mi parte, yo no podía dejar de pensar en lo que iba a decirle. En la llamada se escuchaba realmente preocupado con ella pero ese tipo puede cambiar de un segundo a otro.

     El pensar en cómo iba reaccionar al verme me daba vueltas la cabeza. Como dije nunca he querido pelear con mi ese hombre, antes era porque lo apreciaba, ahora es porque siendo sincero no se si realmente sería capaz de hacerle algo. Mejor decidí ignorar todo eso y disfrutar de las vistas en el autobús.

     Llegamos al atardecer y volví a ver mi casa en lo que no sabría que iba a ser la última vez. Estaba tan oscura, tan descuidada, tan diferente a la última vez que la había visto llena de césped y risas. Algo dentro de mí sabía que iba a pasar algo que cambiaría todo así que mi cabeza me hizo recordar una última vez los buenos momentos en ese lugar antes del caos.

     Recordé la vez que jugué basketball con mi padre ahí, cuando celebramos la fiesta de mi hermana, el halloween en familia, la fogata de navidad, todo llegó a mi hasta que llegué a la puerta. Como siempre mi hermana tenía razón, al abrir la puerta y llegar al cuarto el señor que yo solía llamarle padre estaba peor de lo que pensaba. Estaba en su cuarto echado con seis botellas de cerveza tiradas al lado de la cama.

     El tipo no perdió el tiempo al vernos ya que de inmediato se levantó y le empezó a gritar a mi hermana por irse sin importarle que yo estuviese ahi. Cuando me giré para verla ella tenía la misma mirada que mi madre el día que él le dijo todos esos insultos horribles. Estaba aterrada, sus labios no podían dejar de temblar y sus ojos se empezaban a poner rojos quitándoles su brillo. Al notar eso dejé mi miedo atrás y decidí defenderla como no lo hice con mi madre.

     Le pedí a mi hermana que se fuera en lo que yo hablaba con el señor y que se encerrara en su cuarto. Ella se negaba ya que quería ayudarme y eso me dio más fuerza para por fin decirle todo lo que sentía a ese maldito así que le dije que por favor lo hiciera por mí y solo acento con la cabeza y se fue mientras volteaba atrás deseándome suerte.

     Después de tantos años por fin solo eramos yo y él. El hombre que arruinó mi vida y a las personas que amo contra mi solo aunque siendo sincero no me sentía solo. Sentía como si el Samuel de siete años estuviera sosteniendo mi mano para no dejarme abandonado en esto que iba a ser la mejor o peor decisión de mi vida así que empezó todo.

Odio No Poder OdiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora