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Alejandra tenía a un hombre tirado en el suelo mientras ella se hallaba muy cómoda sobre la cama de hotel.

    Sus ojos avellana observaban con fijeza la televisión, donde un hombre de importancia se mostraba.

   Era un hombre guapo.

   Ethan Cavalier era un hombre guapo.

   Podría decir que Ethan era su tipo por su atractivo, de no ser porque en realidad no lo era.

    Le gustaban los hombres maduros, los viejos.

    Pero aun así, no podía apartar la vista de la televisión. El tipo había sido su objetivo, y se dio cuenta, mientras lo miraba, de que en verdad no pudo hacer muchos avances con él a diferencia que con los demás a los que había engañado y robado.

     Eso le irritaba.

     Era bonita, tenía un cuerpo fabuloso y una voz encantadora. El bastardo debió caer por ella desde el principio tan solo con una mirada suya.

    Pero no, Ethan hizo que muchas cosas en el plan cambiaran y, por ende, salieran mal. Y, en primer lugar, ¿qué demonios con el plan?

    Se enfrentó al menor de los Cavalier para engatuzarlo y decidiera ayudarle, lo que estaba bien en sus planes. Luego fue llevada a la casa del hermano mayor de los Cavalier y eso estaba estupendo.

     Y todo... Todo falló en cuanto se puso de pie frente a Ethan.

   En realidad, esperaba que fuera difícil.

   No tanto.

    No esperaba que el maldito la llamara por su nombre, ni que la besara primero, ni que el plan cambiara y se esperara que fuera ignorante a ello.

     —Ahg, ahora me siento irritada —dijo, sentándose en la cama para ver hacia abajo al hombre que había drogado y que no podía moverse—. Hazme feliz, de lo contrario, podría matarte.

     Pero el tipo no le contestó, lo que no era una sorpresa. Estaba inconsciente mientras su irritación crecía.

     —Hombre inútil —soltó, poniéndose de pie para comenzar a rebuscar en cada bolsillo de la ropa que no le pertenecía. No encontró mucho dinero, lo que fue triste. Así que se dirigió a su maleta para buscar una soga y comenzar a atar al hombre.

     Cuando este despertó, se sobresaltó un poco en su lugar. Parecía aturdido mientras parpadeaba con los ojos vidriosos. Y cuando la enfocó, abrió sus en demasía y trató de escapar, pero su cuerpo, que despertaba lentamente debido a la droga, no quería responder con la velocidad que él deseaba.

     Tampoco era como si pudiera moverse del todo, ya que había sido atado.

     —Encontré una tarjeta en tu billetera —comentó ella con inocencia, mostrando la tarjeta entre sus dedos—. No es negra. Y yo quería que fuera negra.

     —Por favor —dijo el tipo sin aliento después de haber tratado de liberarse sin lograrlo—, déjame ir, te lo suplico.

     —Pero creí que íbamos a divertirnos.

     —¡Por favor!

     Alessandra hizo una mueca.

     —Oye, no me grites. Tengo los oídos sensibles.

     El hombre apretó los dientes lleno de ira. Se removió de nuevo pero, lamentablemente, no pudo hacer nada para soltarse. Alessandra apoyó una mano en su rostro y lo miró con fijeza.

     —Tal vez pueda dejarte ir...

    —¡Sí, por favor!

    Ella frunció los labios y se acercó un poco más, lo que llevó a que el sujeto se agitara.

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⏰ Última actualización: Jan 10 ⏰

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