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—Vete a la mierda, Evan. ¿Cómo está mi hija?

     El hombre llamado Evan, el hombre detrás de todo el plan hasta el momento, soltó una risa baja, como un ronroneo.

      —¿Crees que soy malo con ella?

      Alessandra suspiró y rodó los ojos, antes de decir:

      —No lo sé. Tú dime. ¿Cómo está?

      —Está muerta.

      Esas palabras...

      Esas palabras no le hicieron nada.

       —Gracioso, gracioso —dijo sin humor, pero con el corazón acelerado debido a que sólo hablar con Evan causaba aquella sensación—. Ponla en altavoz. Quiero hablar con mi bebé.

       Evan acató, y prontamente se escuchó... Nada.

        Alessandra agudizó la voz mientras decía:

        —Chiquita, es mami. Mami te llama, di 'hola'.

       No se escuchó nada todavía, por lo que insistió:

       —Rebecca, háblame.

      —No eres sexy cuando usas esa voz —murmuró Evan con un audible bufido.

      —Qué bueno que te pregunté —contestó secamente, antes de que lograra oír algo característico que le hacía saber que su chiquita estaba oyendo—. Rebecca.

       —Dile "Hola", primor, quizás así deje de molestarnos —dijo Evan, obviamente haciéndolo audible para que ella escuchara.

       Y antes de que Alessandra abriera la boca y soltara algo, escuchó el aleteo de nuevo, seguido a ello un sonido agudo y desigual:

       —Hola.

       Alessandra casi se derritió de amor. Se dio la vuelta y se sentó en la escalera, sujetando aún el bolso feo que tenía sus pertenencias dentro. Ignoró completamente la expresión preocupada de Valery, quien básicamente estaba que saltaba en su lugar debido al miedo de ser descubierta en cualquier momento.

      —Rebecca —musitó con una sonrisa—. ¿Estás bien?

      —Bien.

      —¿Extrañas a mami?

      El sonido que obtuvo como contestación fue difícil de entender. Sin embargo, Alessandra soltó:

      —Yo sí. ¿Ya comis-

      —Ale, basta —dijo Valery en un susurro—. Sólo repite lo que dices. Deja de hablar con la lora.

      La aludida frunció los labios, mirando en su dirección. La luz que se filtraba por la ventana era lo suficientemente clara como para que pudiera distinguir la emoción en su rostro.

      —Mejor dejo de hablar contigo. Rebecca-

      Se sorprendió cuando su lora soltó una palabra tan horrible que casi causó que se le cayera la mandíbula del aturdimiento. Evan se rió pero ella no le vio lo gracioso.

      —¿Por qué la niña está diciendo groserías?

      —Son las que dices tú —acusó su mejor amiga.

     La boca de Alessandra se abrió. Luego se las arregló en decir, sujetando con fuerza el teléfono contra su oído:

      —Es diferente.

Loco por La Loca (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora