Lunes

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Harry Potter corría por los pasillos de Hogwarts hacia su primera clase de la mañana, sosteniendo una túnica y tratando torpemente de ponerse la corbata del uniforme. Su pelo era un desastre como siempre, los cuadernos amenazaban con resbalar de sus brazos y la varita le golpeaba los dientes, parecía una mascota muggle con la varita puesta de esa forma. Pero no le importaba, solo quería llegar a tiempo a pociones y si fuera posible evitarse la detención que seguramente Snape pensaba ponerle.

Azotó la puerta del aula y todos lo voltearon a ver, incluso esos ojos color gris plateado.

— Lo siento profesor, me quede estudiando y perdí la noción del tiempo.— Decía apresurado aún intentando ponerse la corbata.

Snape lo vio de pies a cabeza con un gesto de confusión y desagrado.

— Señor Potter, llega 10 minutos tarde y... aunque me honra que use los colores de mi casa, le pediría que la próxima vez utilice los suyos.— Harry frunció el ceño y observó la corbata y túnica que llevaba en la mano.

No eran los colores dorados y rojos brillantes de Gryffindor, un plateado contrastaba increíblemente bien con el verde esmeralda que relucía en la tela del uniforme de Slytherin. Harry confundido se quitó el pedazo de tela del cuello con fuerza y bajó la cabeza con las mejillas sonrosadas a más no poder. Escuchó unas risitas al fondo del salón y se topó con la mirada burlona de Malfoy, que portaba los colores de los valientes leones sin ningún tipo de vergüenza. Harry sonrió con ironía y levantó la cabeza.

— Lo siento profesor, no volverá a ocurrir.— Snape no dijo nada e hizo una seña indicando que tomara asiento para poder dar inicio a su clase. Para su fortuna o desgracia, el único asiento disponible estaba a la par de Malfoy.

— No cree que se salvará, Potter. 20 puntos menos para Gryffindor, tome asiento.—Con toda la vergüenza del mundo y agradeciendo a Merlín que sus amigos no se encontraban ahí esa mañana, caminó hacía la mesa correspondiente y al llegar le arrojó en la cara su uniforme a Malfoy.— Y señor Malfoy, 10 puntos menos para Slytherin. No creo que deba explicar el porqué.

Draco rodó los ojos luego de que el profesor se diera la vuelta y soltó un resoplido.

— Buenos días a ti también, Potter.— No volteó a ver a Malfoy pero el sonrojo de sus mejillas le avisó al rubio que si había escuchado sus palabras susurradas.

Con movimientos despreocupados se quitó el uniforme que llevaba puesto y se lo pasó a Harry, quien en un apuro de terminar con el asunto se lo puso de la forma más desordenada posible, a diferencia de su compañero que se tomó su tiempo para atar bien la corbata, alisar la túnica y comprobar que todo estuviera en su lugar.

— Eso no puede volver a pasar.— Harry susurró para Draco, quién solo asintió lentamente y siguió apuntando los ingredientes para la poción que realizarían ese día.

(...)

Luego de la clase en la que fracasó patéticamente al preparar un filtro de muertos, tenía un descanso de 30 minutos que usaría para encontrarse con Ron y Hermione en la biblioteca para estudiar encantamientos. Cuando había terminado de guardar sus cosas, Malfoy ya no estaba en el salón, suspiró triste pensando que podría hablar un poco con el rubio antes de que se desapareciera, luego de la noche que tuvieron no se esperaría menos, pero al parecer no fue así.

Salió del aula concentrado en un libro de quidditch con el semblante serio y caminó de forma automática desde las mazmorras hasta la biblioteca sin despegar la vista ni un solo segundo de aquel escrito. Estaba por llegar a su encuentro con sus amigos, cuando una mano proveniente de su lado izquierdo lo tomó del brazo y lo jaló hacía un pequeño pasillo por donde no pasaba nadie casi nunca. Estaba por maldecir a quién había sido el atacante, cuando unos ojos plateados chocaron con sus iris verdes.

— No ibas a huir de mí si eso pensabas hacer escondiéndote en la biblioteca.— Harry desvió la mirada y negó lentamente.

— No, yo quería hablar contigo de todas formas.— El chico rubio sonrió inconscientemente.

— Yo igual.— Dijo atrayendo la atención de Harry.— ¿A la misma hora hoy? Odio admitirlo, pero eres bueno en la cama y desde que ese Ravenclaw ya no respondió mis cartas no había encontrado a alguien que me prendiera.— A Harry se le esfumaron sus ilusiones solo con la primera pregunta de aquellas palabras.— Y eres el maldito niño dorado de Dumbledore, lo hace aún mejor.

La verdad era, que Harry decidió dejar sus sentimientos de lado por su propio bien. Meterse en este lío con Malfoy era algo peligroso si involucraba lo que llevaba sintiendo desde 4to año, pero tampoco quería desaprovechar esa maravillosa oportunidad que le estaba ofreciendo el rubio. No se podría colgar más de lo que ya estaba por Malfoy, sería relativamente fácil controlar lo que sentía. Tal vez era un imbécil por la decisión que estaba tomando, pero qué más da, ya todos lo consideraban un idiota así que no estaba de más hacerle honor a ese titulo.

— Debes cuidar tus fetiches Malfoy, algunos resultan extraños.— Siguiéndole el juego al rubio lo acorralo contra una pared.— Misma hora entonces, en el aula vacía del séptimo piso igual que ayer.— Con cada palabra que salía de su boca se iba acercando más y más a la de su acompañante. Malfoy tomó las caderas de Harry y lo empujó hacia él.

— Basta Potter, aguanta hasta la noche.— Harry se rio y se zafó del agarre.

— Yo no soy el que está rozando su entrepierna con la tuya. Nos vemos.— Sonrió y le guiñó un ojo al rubio antes de meterse y perderse por las inmensas puertas del aula a la que se dirigía.

Draco se recostó contra una pared y sonrió de lado. El chico podía ser distraído, idiota y un suicida, pero le encontraba su encanto en todo eso y por alguna razón que no tenía muy clara, le gustaba. Aunque lo que más le sorprendía era que Harry había sido el que dio el primer paso para acercarse de esa forma. Dio media vuelta dispuesto a seguir con su horario de clases, ansioso porque el día terminara y así poder ver a Potter en la noche.

(...)

— Harry, no estás prestando atención.— Hermione le dio un zape con un libro haciendo que el pelinegro regresara los pies a la tierra.

— Lo siento, la herbología no es mi fuerte.

Hermione le dio una mala mirada y siguió recitando las lecciones aprendidas en la última semana. Pero Harry sólo tenía mente para Malfoy.

La noche que habían pasado juntos para él fue un sueño, Draco le llamaba la atención desde que en el baile de Navidad se había acercado a él de la manera más humana posible. Entonces lo empezó a admirar en secreto, hasta que el rubio empezó a acercarse más a él.

— Potter.— Harry se espanto al escuchar la voz de Draco a sus espaldas por lo que volteo por puro reflejo.

— ¿Qué quieres Malfoy?— Harry se sonrojo un poco al ver que el rubio le dedicó una sonrisa, una que ni a sus amigos más cercanos le ofrecía.

— ¿Necesitas ayuda con eso?— Señaló su tarea de historia de la magia, donde llevaba solamente unas dos palabras escritas del ensayo.

— ¿Por qué me ofreces tu ayuda?— Su reacción no era más que obvia, en la historia de Hogwarts Malfoy jamás le hablaba decente e incluso ofrecía su ayuda a Potter. Draco rió con sincera ternura y rodó los ojos.

— Olvídalo.— Empezó a alejarse dejando a Harry con la misma expresión confundida.

— Malfoy, espera ¡de hecho si quiero ayuda!— A pesar de sus gritos el rubio no se detuvo y siguió caminando directo al castillo, despidiéndose con un gesto.

Y así se dieron un montón de pequeños encuentros donde Draco era amable e incluso lindo con Harry. Cosa que el chico nunca terminó de entender.

Iba recordando ese pequeño encuentro con Malfoy hace unos meses, como al final Malfoy lo ayudó y sacó su primera buena calificación en esa materia. Al abrir la puerta del aula del séptimo piso se encontró con la figura esbelta de Malfoy y sonrió, esperando que algún día sus encuentros no fueran casuales ni de una noche y que el rubio pudiera amarlo de verdad.

Corbata equivocada (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora